Los orígenes históricos de la Javierada: una peregrinación tras la Guerra Civil
En 1932, Dolores Baleztena, una de las principales líderes de las margaritas de Navarra, decidió impulsar una peregrinación al castillo de Javier como manifestación de protesta y de fe católica frente a la política religiosa de la coalición republicana-socialista
Tras la Guerra Civil española, los requetés carlistas tuvieron un importante protagonismo en la consolidación de la Javierada, es decir, de la peregrinación al solar de San Francisco Javier, fundada por el obispo Olaechea, que convocó a los jóvenes navarros el 15 de febrero de 1941 para realizarla a comienzos de marzo. Inicialmente, acudieron a la llamada episcopal tanto la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz como la Juventud de Acción Católica aumentando con el paso de los años el número de asistentes, de tal manera que se convirtió en una peregrinación masiva y popular. Dicha hermandad La Hermandad se había constituido oficialmente en el navarro Real Monasterio de Santa María de Irache el 26 de diciembre de 1939, pero su nacimiento se podía retrotraer al inmediato final de la guerra. Constituida canónicamente, tenía sus reglas o estatutos, su ceremonial y su Vía Crucis específicos. Según varios sacerdotes afectos a la hermandad, el obispo Olaechea la había impulsado para que se agrupasen todos aquellos navarros que, habiendo participado en el conflicto bélico, sintieran la necesidad de perpetuar el espíritu que explicaba y justificaba su participación en el frente.
Todos los estudios antropológicos sobre este fenómeno religioso de masas conocido como la Javierada, centran sus inmediatos precedentes en dos actos organizados por los caballeros voluntarios de la Cruz: la marcha al castillo de Javier realizada por 27 requetés a principios de diciembre de 1939, en acción de gracias por haber sobrevivido en el frente y por el sufragio de los caídos, y otra que organizaron los caballeros al año siguiente. A ellas se unieron la primera peregrinación propiamente dicha en marzo de 1940. Abrigados del frío por toscos capotes de guerra convertidos en hábito de caballero, con una cruz latina en rojo y la leyenda ¡Ave crux, spesunica!, cubiertos con boinas rojas y presididos por los mismos cruceros que les habían acompañado en los frentes, los carlistas realizaron dicho peregrinaje. Sin embargo, existe también un precedente en los años de la Segunda República, que demuestra esa continuidad de acciones desarrolladas por los carlistas. En 1932, Dolores Baleztena, una de las principales líderes de las margaritas –sección femenina de la Comunión Tradicionalista– de Navarra, decidió impulsar una peregrinación al castillo de Javier como manifestación de protesta y de fe católica frente a la política religiosa de la coalición republicana-socialista.
En 1941, llegaron a congregarse unos 5.000 peregrinos, con presencia de las primeras autoridades navarras. Se celebró misa solemne a las diez y media de la mañana y, a las cuatro de la tarde, la bendición con el santísimo expuesto impartida por el obispo Olaechea. Ese horario de ceremonias se debió a que el 10 de marzo coincidió tanto con el cumpleaños y la elevación al solio pontificio de Pío XII como con la fiesta carlista de los Mártires de la Tradición. Fue una peregrinación nueva pero, al sumarse otras instituciones y la diócesis, pareció milenaria y plenamente entroncada en la identidad tradicional navarra que los carlistas –y las autoridades– quisieron que fuera hegemónica. El 8 de marzo, el obispo se reunió con los peregrinos en la basílica de San Ignacio, para conmemorar el IV Centenario de la marcha a las Indias de san Francisco Javier. Se cantó un Te deum y Olaechea dirigió una plática a los concurrentes, destacando tres aspectos de la vida del santo: su fe, su castidad y sus orígenes navarros. Esas tres notas las aplicó a los combatientes de la reciente guerra: «Por Dios luchabais, teníais alma de virgen y erais como Javier, navarros. ¿No os parece, peregrinos, que el 19 de julio de 1936 fue una gigantesca y providencial Javierada?» Posteriormente, se organizó una procesión a la iglesia de la Milagrosa para ser despedidos con la bendición final. A la mañana siguiente se celebró otra misa y, al final de la misma, el obispo exhortó a los jóvenes a que ingresaran en la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz.
Por Dios luchabais, teníais alma de virgen y erais como Javier, navarros. ¿No os parece, peregrinos, que el 19 de julio de 1936 fue una gigantesca y providencial Javierada?
Poco a poco, en los siguientes años, la organización de la misma fue recayendo en la sección masculina de Acción Católica dirigida por el sacerdote Santos Beguiristáin que desplazó, de esta manera, a la hermandad. Desde 1949 estas dos organizaciones realizaron el último tramo de peregrinación por separado, pero ya cuatro años antes había pareció una tendencia a despolitizar este acto entre los miembros de la Acción Católica al denominarse frecuentemente «Peregrinación a Javier» o «Marcha a Javier» y sólo esporádicamente «Javierada». En ese cambio participó la prensa oficial, pues Diario de Navarra abogó por la primera denominación y, en cambio, el carlista El Pensamiento Navarro apostó por la segunda. No obstante, Olaechea y algunos periodistas, de vez en cuando, emplearon el término «Javierada» como un recurso para encontrar en sus largas crónicas un sinónimo más cómodo que el de peregrinación de los jóvenes navarros al castillo de Javier.
A partir de 1951, la Juventud de Acción Católica y la hermandad, en varios años, llegaron a peregrinar en domingos diferentes, a pesar de que el consiliario de los jóvenes católicos, José Manuel Pascual Hermoso, que era el primer capellán de los caballeros. En caso de que un año organizaran unidos la marcha, sin embargo realizaban diferentes recorridos en el último tramo. A finales de esa década, comenzó a funcionar el Secretariado de las Marchas a Javier, que incentivó esa línea despolitizadora, alejando el recuerdo de la Guerra Civil de esa manifestación religiosa durante los siguientes quince años. En 1960 la Juventud Femenina de Acción Católica organizó oficialmente la Javierada femenina, congregando en cuatro años a 18.000 mujeres. A comienzos de los años 70, la hermandad había quedado desvinculada de la organización de esta peregrinación, estando totalmente arrinconada como símbolo de los nuevos tiempos conciliares que llegaban a la Iglesia española. Por esas mismas fechas, las autoridades y los organizadores quedaron convencidos de que la mayoría de los peregrinos continuaban utilizado el término «Javierada» pero sin ninguna vinculación con el conflicto bélico, por lo que, poco a poco, admitieron su vuelta al programa oficial.