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Álvaro de Figueroa y TorresReal Academia de Historia

Dinastías y poder

Los Romanones: caciquismo, espionaje y una estrella pop

Familia pintoresca, tuvo un hijo olímpico por la selección de Polo en Amberes, nietos que lucharon en el bando nacional durante la Guerra Civil y hasta un artista entregado a la creación teatral

El conde de Romanones fue la figura política más destacada de la España de Alfonso XIII. También el responsable de que el Rey tomase la decisión de abandonar España y marcharse al exilio. Minas, negocios, periódicos y muchas tierras hicieron de Álvaro de Figueroa un personaje poderoso y polémico. Familia pintoresca, tuvo un hijo olímpico por la selección de Polo en Amberes, nietos que lucharon en el bando nacional durante la Guerra Civil y hasta un artista entregado a la creación teatral. En las filas de la dinastía nos encontramos con una antigua espía del OSS que dejó la emoción de las «informaciones reservadas» contra Hitler por una vida aristocrática con finca en Pascualete. Y así hasta al mismísimo Raphael. Pero, ¿cómo llega a encontrarse la nieta del conde, con el humilde cantante de Linares que enloqueció a las jóvenes de los 60?

Romanones recibiendo a Ángel Pestaña en 1922

Su título no se remonta a los días de los tercios ni al esplendor español en América. Álvaro de Figueroa y Torres, quinto hijo de los marqueses de Villamejor, se convirtió en conde de Romanones en 1893, por concesión de María Cristina de Habsburgo en nombre del Rey. Él ya descendía de una familia de abolengo por parte de madre, que era la que aportaba tierras y postín nobiliario. El padre, sin embargo, era hijo de un afrancesado con fortuna gracias a negocios inmobiliarios y a la extracción de plomo en el sur del país; uno de esos matrimonios que unían burguesía y aristocracia tan del gusto isabelino. Álvaro de Figueroa y Torres entró en política en los años de la Restauración, tras una boda provechosa y apadrinado por su suegro, Manuel Alonso Martínez, varias veces ministro con Sagasta. Fue alcalde de Madrid y pronto pasó a llevar la voz cantante en las filas del Partido Liberal. Como era propio en la época, se había valido de la Prensa para ejercer el poder y hacerse con la propiedad de Diario Universal, un periódico con escasa tirada pero influyente y en el que publicó su famoso «Neutralidades que matan», artículo en el que abogaba por la participación española en la Primera Guerra Mundial del lado de la Triple Entente. Aunque cuando Romanones llegó a la presidencia del gobierno en diciembre de 1915, se mantuvo en la misma posición de neutralidad que había decretado Dato en agosto de 1914. Por entonces, don Álvaro ya había consolidado su fortuna con inversiones en las minas del Rif que se hicieron muy sonadas, entre otras cosas, porque ese era uno de los focos de mayor inestabilidad social y política, que terminará llevado al país al precipicio. El libro de Guillermo Gortázar, explica muchas cosas. Desastres como el de Annual en 1921 y la violencia de la CNT, aceleraron la crisis de la monarquía liberal. Romanones y los «partidos políticos» se convertían en la principal diana de Primo de Rivera. Durante este tiempo, el conde financió conspiraciones cívicomilitares contra la Dictadura que le forzaron a pagar multas astronómicas y a un retiro político que aprovechó para escribir los primeros tomos de sus Notas de una vida.

Gobierno de Romanones (1918)

Con la caída del régimen y el intento de retorno al modelo constitucional en 1930, «el cojo» volvía a la escena política: fue el muñidor del gabinete Aznar, el último Gobierno de Alfonso XIII, y también el protagonista de aquella reunión con Alcalá Zamora en la casa-clínica del doctor Marañón, en la que se exigió la salida del soberano. Lo sabemos porque entre otras fuentes, lo cuenta el propio Marañón en su artículo A las dos y cinco de la tarde: 14 de abril 1931 que publicó en El Sol. Aquello supuso el acta de defunción de la Monarquía. En la República, Romanones fue el encargado de defender con ahínco a Alfonso XIII en las Cortes Constituyentes. El inicio de la Guerra Civil le pilló en San Sebastián, al principio zona republicana: se refugió en el hotel María Cristina con su familia y gracias a la intercesión del embajador de Francia, se desplazó hasta Fuenterrabía, muy cerca de la frontera. Lo encontraron y encarcelaron. Se salvó por la intervención de la diplomacia francesa.

Los Romanones se alinearon con los nacionales durante la Guerra Civil. Uno de sus nietos, murió combatiendo en la aviación franquista. El viejo conde regresó a Madrid y se estableció en su palacio de la Castellana donde vivió apartado de la política, aunque como procurador en Cortes en función de su cargo como Director de la Academia de Bellas Artes. Su primogénito heredó el título a su muerte en 1950, mientras que su nieto y futuro conde, se casaba con la americana Aline Griffith, quien había llegado a España en 1943 reclutada por la OSS –antecedente de la CIA– para recabar información contra Alemania. Tenía muy buen porte y terminada su misión, dejó el espionaje para casarse con Luis de Figueroa, al que había conocido en una fiesta. Desde entonces, elegante y enfundada en extraordinarios vestidos de Pedro Rodríguez, Balenciaga y Elio Berhanyer, pasó a codearse con Cayetana Alba, Ava Gardner, Jackie Kennedy, Wallis Simpson, Audrey Hepburn y toda la pléyade de figuras que se paseaban por la España de los 60. Sus memorias, son entretenidísimas para entender aquel tiempo. El matrimonio tuvo tres hijos varones, el mayor, ostenta en la actualidad el título del conde.

La condesa de Romanones Aline Griffith y sus hijos©KORPA

Don Alvaro de Figuera, había tenido otro hijo, Agustín, marqués de Santo Floro, que heredó de su padre la afición a la escritura. Fue dramaturgo de fama, se codeó con intelectuales franceses y sorprendentemente amigo del líder socialista Leon Blum, quien lo salvará de morir fusilado en 1936. Su hija, Natalia Figueroa, prometedora periodista, escandalizó a la buena sociedad cuando en 1972 se casó en Venecia con un joven de ascendencia humilde, pero estrella de la canción, que había saltado al estrellato como Raphael. Una hermana de Natalia, Matilde –nieta también del viejo conde– es la madre de Marta Chávarri, una de las socialités más populares de aquellos años 80 en los que los negocios, la política y la aristocracia formaron una especie de totum revolutum fascinante para la crónica social.