Fundado en 1910
Gebhard Leberecht von Blücher en Bautzen de Bogdan Willewalde (1885)

Gebhard Leberecht von Blücher en Bautzen de Bogdan Willewalde (1885)

Picotazos de historia

Cuando el mariscal Blücher pensó que estaba embarazado por culpa de un soldado francés

Las varias crisis que tuvo el mariscal de campo Von Blücher a la larga le harían tener una inmerecida fama de loco: especialmente por un error estúpido de traducción e interpretación

Como expliqué en otro Picotazo, el mariscal de campo Von Blücher combinaba la agresividad de un rinoceronte con una sensibilidad que le llevó a tener varias crisis a lo largo de su vida y que, a la larga, le harían tener una inmerecida fama de loco: especialmente por un error estúpido de traducción e interpretación que explicaré.

La primera crisis documentada fue con motivo de la doble derrota prusiana de 1806. Blücher se sintió parcialmente culpable de ello y entró en un estado de sombrío silencio que preocupó a cuantos le trataban. Afortunadamente solo duró unos meses y pronto volvería a ser la más ácida y virulenta voz anti bonapartista de todos los principados alemanes.

Gebhard Leberecht von Blücher. Artista desconocido, copiado a Paul Ernst Gebauer

Gebhard Leberecht von Blücher. Artista desconocido, copiado a Paul Ernst Gebauer

Durante la campaña de invierno de 1813-1814, tras la victoria aliada de Liepzig, el viejo mariscal llevó a cabo una actividad frenética: batallas de Sahested, Brienne, La Rothiere, Montmirail, Chateau-Thierry, Vauchamps, Craonne y Laon. Tras esta última, librada durante los días 9 y 10 de marzo de 1814, el mariscal sufriría una postración moral y física, consecuencia de los largos meses de campaña, los continuos combates y la responsabilidad del mando. Durante diez días el ejército prusiano estuvo bajo el mando efectivo de Von Gneisenau, ya que su comandante se encontraba en estado casi vegetal.

Durante la campaña de los cien días (la realizada tras la vuelta de Napoleón de la isla de Elba), el 16 de junio de 1815, el ejército prusiano fue derrotado en la batalla de Ligny. Blücher –viejo caballo de batalla– dirigió personalmente una de las cargas contra los franceses. Su caballo resultó muerto y atrapó al mariscal bajo su cuerpo. La oportuna intervención de uno de sus ayudantes –que le cubrió con un capote, lo que evitó que los franceses se percataran del rango de Blücher– más la rápida y oportuna intervención de la caballería, evitaron que cayera prisionero. Durante días viajó por caminos embarrados, bajo la lluvia, para cumplir la promesa hecha a Wellington de reunirse con él. Los asombrados ingleses contemplaron la llegada de un eufórico mariscal herido, dolorido, con aliento apestando a aguardiente (que tomó para mantenerse en pie durante esos días); el uniforme desgarrado, rebozado en barro y manchado con su propia sangre, pero exultante con la derrota del odiado corso en los campos de Waterloo.

Pero la principal base de la acusación de locura nos viene por medio de la publicación de un libro de recuerdos y anécdotas sobre el duque de Wellington, publicado en 1888 por Philip Henry, 5º con de de Stanhope. En este libro –y poniendo en boca de Wellington– Blücher había perdido la cabeza en París, en julio de 1815. Primero se cayó del caballo y tuvo una fea contusión en la cabeza. Tras ello se «exhibió» ante un grupo de damas una de las noches. En otra ocasión, le expresó a Wellington su convencimiento de estar embarazado de un elefante, producto de la violación de un soldado francés. Esto último –repetido hasta la saciedad en libros y artículos como hecho cierto y prueba indiscutible– no es otra cosa que el uso de una frase hecha del alemán, traducida al francés para la comprensión de un inglés. Me explico: en ese tiempo en el idioma alemán se utilizaba una frase hecha: «estar embarazado con un elefante por X». El significado –obviamente no el literal– es que X te está creando problemas o provocando dolor de cabeza. Blücher dijo la frase –traduciéndola al francés, ya que ambos se entendían en ese idioma – a un Wellington que lo tomó por su sentido más literal. Y claro, se quedó flipando. Pero un inglés bien educado no muestra sorpresa y controla sus emociones. Especialmente delante de extranjeros.

Hace unos años un autor tuvo el ingenio de traducir al inglés frases hechas de nuestra patria, el libro se titulaba From lost to the river. El resultado fue muy divertido pero nadie se lo tomó como una prueba filológica de que estamos locos.

comentarios
tracking