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Iván el Terrible matando a su hijo por Iliá RepinCreative Commons

Picotazos de la historia

La salvaje matanza de la Plaza Roja

Ivan IV protagonizó muchísimos episodios de violencia a lo largo de su reinado, soberanas salvajadas con las que se ganó el apodo de Iván El Terrible

Iván IV (1530 - 1584) fue maltratado de niño. Un pobre huérfano aterrado que vivió una triste infancia en el palacio del Kremlin –¡su palacio!– donde fue menos que un mendigo, pero él era el heredero y, solo por eso, no fue asesinado por los boyardos (nobles) o por la familia de su madre. A los catorce años puso a prueba su condición de príncipe soberano y, para su sorpresa, fue obedecido por los nobles. Resultado: Iván se afianzó en el poder y su tío, el regente príncipe Andrés Shuisky fue devorado por los perros de la rehala del zar. Tras una primera parte más o menos feliz, influenciado por su primera esposa a la que amó tiernamente y que murió envenenada por los nobles de la corte, Iván llevó una vida de arrepentimiento, amargura y horror, como el protagonista de una novela de Conrad. Los sucesos, terribles y sangrientos, que se produjeron durante su reinado darían para todo un tratado de psiquiatría. Hoy solo quiero contarles uno que se denominó «la matanza de la Plaza Roja».

En el invierno de 1540 Iván arrasó la ciudad de Novgorod. La antigua ciudad era culpable de intentar rebelarse contra su soberano, nombrado y elegido directamente por Dios. Algo que Iván no estaba dispuesto a pasar por alto. Los nobles y el obispo –bajo tortura– dieron nombres de otros simpatizantes y rebeldes en la propia Moscú: miembros de la nobleza y del círculo más próximo al zar.

Iván era un individuo paranoico que se sabía odiado y temido a partes iguales, pero la confirmación de ello por los boyardos –los mismos que le humillaron y le privaron de todo durante su infancia– no le pilló de sorpresa; si le afectó el saber que gente próxima a él, de su confianza, eran traidores.

En Moscú hizo detener a doscientas personas de la larga lista. Fueron nobles, consejeros, miembros de su policía secreta... El número era insignificante en comparación con la matanza de Novgorod o con otras, lo que la hizo especial fue la calidad de los reos y la refinada crueldad con la que fueron ejecutados. El lugar de ejecución fue una construcción circular, en la plaza Roja, llamada Lobnoye Myesto, donde se celebraban las ejecuciones. Toda la ciudad fue convocada y obligada a presenciar el suplicio.

Ejecutado por su propio hijo

Uno de los principales funcionarios de la policía secreta –Alexis Basmanov– fue ejecutado a manos de su propio hijo, que sería ejecutado tras obligarle a matar a su padre. El tesorero Nikita Founikov fue desnudado y sumergido, sucesivamente, en agua hirviendo y agua helada, hasta que la piel y la carne se desprendió de sus huesos. Iván Viskovaty fue colgado de los talones y salvajemente mutilado hasta que murió.

Los más afortunados fueron ahorcados o decapitados, peor suerte tuvieron los que fueron condenados a empalamiento (la más lenta, dolorosa y cruel de las ejecuciones), a ser escaldados y luego enfriados como el tesorero. La muerte a golpes del knut (látigo ruso) era especialmente dolorosa, también se les introducía desnudos en un barril con agua helada hasta la muerte por hipotermia...

El espectáculo fue breve dadas las circunstancias –apenas duró cinco horas– pero quedó marcado en el subconsciente de los súbditos de Iván y rompió la voluntad de los moscovitas. Iván IV «el Terrible» exigía obediencia absoluta y -¡por Dios!- que la consiguió.