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El obispo Manuel Irurita, en una fotografía de 1927

Serie histórica (I)

El caso de beatificación del obispo Manuel Irurita: ¿fue mártir de la Guerra Civil?

La reapertura de su causa de beatificación levantó, de nuevo, la polvareda sobre el momento de la muerte y si realmente era mártir de la Guerra Civil o fue asesinado después de acabar esta

La causa de beatificación o declaración de martirio del obispo Manuel Irurita Almandoz se publicó en el Boletín Oficial del Obispado de Barcelona el 13 de marzo de 1959. La declaración dice que, a instancia del Padre José Sanabra y del licenciado Doctor Quirico Estop, se nombró sub-postulador al Doctor Manuel Bonet Moixí, auditor de Rota. En aquella misma declaración se ordenó el proceso de beatificación del Padre Cayetano Clauselles Ballvé, de Sabadell; del Padre Josep Guardiet Pujol, de Rubí; y del Padre José Samsó Elías, de Mataró; y de otros casi mil sacerdotes que constan en el altar de los Mártires de la Catedral de Barcelona. De ellos son beatos Josep Guardiet, desde el 13 de octubre de 2013 y Josep Samsó, desde el 23 de enero de 2010.

El tribunal encargado de pedir la declaración de martirio estaba formado por el Doctor Narciso Jubany, obispo auxiliar, que era juez delegado; el Doctor Juan Sierra Puig, juez auxiliar; el Doctor Ernest Ros Laconte, como notario; y el Doctor Josep Burés Orilla, notario adjunto. El proceso quedó abierto, pero por desgracia la situación del país hizo inviable que se trabajara rápido y el proceso quedó estancado y olvidado.

Se reabre la causa de beatificación

La causa de beatificación se reabrió en el año 1994. El motivo del cierre fue la interrupción de las causas relacionadas con víctimas de la Guerra Civil, dictada por el Papa Pablo VI, el 7 de abril de 1964, a petición del cardenal Albareda por «razones de oportunidad».

En aquella reapertura, el arzobispado de Barcelona constituyó un tribunal eclesiástico para emprender y concluir el proceso diocesano. El arzobispo de Barcelona, Ricard María Carles, dijo durante la toma de posesión de la comisión diocesana para la causa de beatificación que «se trata de un obispo que se distinguió por su fama de santidad y mártir por la fe». Carles explicó que «es un deber recoger la ejemplaridad cristiana de aquellos hermanos, y ahora el arzobispo se dispone a hacerle justicia».

En el mes de diciembre de 1999 se profanó la tumba que guardó durante un tiempo el cuerpo del obispo Irurita en el cementerio de Montcada y Reixach. La lápida fue sacada y depositada en un almacén del mismo cementerio. En ella se podía leer: «Aquí descansaron los restos del Obispo mártir de Barcelona Dr. Irurita caído por Dios y por España». De esta manera se pretendía borrar su nombre, sin conseguirlo.

Gracias a las gestiones de Josep Vives Suriá, el arzobispado de Barcelona pudo recuperar la lápida, que actualmente se conserva en el archivo diocesano. Vives compró el nicho, descubriéndose que no estaba vacío. En él estaba enterrado el reverendo Marcos Goñi, familiar del obispo y también asesinado el mismo día. Hasta ese año se desconocía dónde estaban los restos del reverendo Goñi.

El 4 de enero de 2000 apareció en el periódico La Vanguardia una información referente a unas pruebas de ADN realizadas al cadáver del obispo Irurita, para saber sí realmente el cuerpo enterrado en la cripta del Santo Cristo de Lepanto era el suyo o no. La exhumación del cadáver tuvo lugar en el mes de julio de 1999. Las pruebas de ADN fueron comparadas con las de dos de sus hermanas, Regina y Raimunda, enterradas en Valencia. El resultado concluía que los restos, en un 99,9 %, eran los del obispo Irurita. El proceso de beatificación se reabría, escogiéndose como juez al Doctor Jaume Riera y Ríos, en sustitución del Doctor Lluís Serrallach, fallecido un poco antes.

¿Mártir de la Guerra Civil?

Como era de esperar, aquel artículo levantó, de nuevo, la polvareda sobre el momento de la muerte y si realmente era mártir de la Guerra Civil o fue asesinado después de acabar esta. Salieron a la palestra el Doctor Josep Raventós y el señor Aragonés, los cuales aseguraban que, dos días después de la entrada de las tropas nacionales en Barcelona, vieron una persona que salía del Palacio Episcopal, acompañada por otro, y reconocieron a aquel hombre, como el doctor Irurita. Iba vestido de paisano, con boina y les pareció que los reconocía, pero desapareció.

Se creyó esta versión, la cual se asegura es uno de los impedimentos para su rápida beatificación, sin tenerse en cuenta los testimonios de muchas personas que vieron su cadáver en el cementerio de Montcada y Reixach, como es el caso de la hija del sacristán de Sant Sever, Antonio Ponti, que declaró que «fui con mi madre a Montcada. Los restos estaban sobre unas mesas de mármol y los cuerpos procedían de un descampado donde estaban enterrados en cal. Junto al cadáver de mi padre estaba el del obispo».

Tampoco se tuvo en cuenta el informe del Vicario General Josep Morera, que en el año 1943 ratificaba la autenticidad de los restos. Los informes afirmaban que la vestimenta del cadáver pertenecía, sin duda, al obispo y que su complexión y físico, así como el análisis de los dientes, se correspondían a él. Los informes añadían que el cadáver presentaba todas las características antropológicas del vasco-navarro. Tampoco se tuvo en cuenta la declaración del Padre Eusebio Vidal, cura de la prisión de Lérida. En 1955 escribió que «en mi labor apostólica con los presos, uno de ellos tuvo conmigo la confidencia de manifestarme que estuvo en el fusilamiento del Excmo. y Rvdmo. Sr. obispo de Barcelona Dr. Irurita, y que mientras estaba en el paredón aguantando la descarga, habló a los allí presentes en esta forma: 'Os bendigo a todos los que estáis en mi presencia, así como también bendigo a las balas que me ocasionarán la muerte, ya que serán las llaves que me abrirán las puertas del Cielo'».

El martes 4 de abril de 2000 el periódico La Vanguardia publicaba: «El presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Madrid, cardenal Antonio Rouco Varela, durante el discurso que pronunció en la inauguración de la LXXIV asamblea plenaria manifestó: la intención de organizar, unificándolos y agilizándolos, los procesos de canonización de algunos de los numerosos hermanos de la fe que dieron su vida en los trágicos acontecimientos de la Guerra Civil».

Así las cosas, en el mes de junio de 2001 se cerró el proceso de beatificación y fue tramitado a Roma para su estudio y aprobación. A día de hoy no hay veredicto.