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José María de Llanos

José María de Llanos

Del azul al rojo: el padre Llanos, de confesor de Franco a militar en el PCE

Muchos han sido los más preclaros franquistas que, con el cambio de aires, han girado como las veletas en la dirección que sopla el viento

Estamos acostumbrados a que el personal cambie de chaqueta, que olvide su propia biografía, sin inmutarse. El ingenioso y ácido Agustín de Foxá comentaba como había visto no a un ministro cambiar de chaqueta sino a una chaqueta cambiar de ministro. Muchos han sido los más preclaros franquistas que, con el cambio de aires, han girado como las veletas en la dirección que sopla el viento.

El padre Llanos era hijo de un general de Franco. Siendo ya jesuita tuvo que abandonar España expulsado por la Segunda República. En Bélgica conocerá el fusilamiento de sus dos hermanos por los rojos. Fue ordenado en 1939, siendo destinado a La Cartuja de Granada. En aquellos años su fidelidad y admiración por el estado nacido el 18 de julio era más que evidente. Escribía: «La Cartuja de Granada o casa de formación de los Jesuitas era símbolo de lo tan cantado en la época de entonces: casa mitad cuartel mitad convento… Y una mañana, la visita de uno de los grandes héroes y mitos de los tiempos: Millán Astray, héroe africano, mutilado jefe, con su legionario ametrallante a la espalda, su manga sin brazo al aire, su paso vencedor y su lengua, rápida imperante. El entusiasmo ante Millán era común, y el aplauso cerrado. Él decía de la pasada cruzada, y sus maravillas. Un escalofrío nos recorría a la abigarrada clericalada juvenil. El Imperio, según el general, estaba a la mano y constituía un deber. Más de una hora con no sé cuántos gritos y aclamaciones. Había que terminar lanzando los himnos. Primero, el de los legionarios, era el suyo, de él; después, brazo en alto, el Cara al Sol. Pero tenía que haber más: 'Ahora el de vuesto san Ignacio, el capitán; pero también brazo en alto, a lo fascista'. Entusiasmo. Por último: 'Y ahora eso que cantáis, que tanto me gusta, eso del amor y no sé que... amor y amores... Bueno ¡pero de rodillas!, brazo en alto'. Cerca de doscientos clérigos, incluidos algunos teólogos de más de sesenta años, se postran, alzan el brazo, y con Millán Astray como primera voz, nos arrancamos fervorosos con el Cantemos al amor de los amores».

El padre Llanos cuenta este sucedido, siendo ya un cura rojo, en 1975, como si pasase casualmente por allí. Llanos olvida que durante el primer franquismo, la época autarquía y algo totalitaria del Régimen, fue un jesuita y falangista radical, capellán con mando en plaza de la obra predilecta de Régimen, el Frente de Juventudes. Se ofreció para ir al frente con la División Azul, aunque su oferta fue rechazada al ir solo capellanes castrenses. Escribía con asiduidad en los papeles azules de Arriba, Alférez, Alcalá o La Hora, al tiempo que arremetía contra el cine, arma de perdición de los enemigos de España, con filmes pornográficos como Gilda, siendo su protagonista Rita Hayworth, la quinta esencia del mal.

Dolores Ibárruri, ‘La Pasionaria’, saluda a Llanos en un congreso del PCE de 1985

Dolores Ibárruri, ‘La Pasionaria’, saluda a Llanos en un congreso del PCE de 1985EFE

El cura Llanos pasó de confesor de Franco durante la Segunda Guerra Mundial a militar en el PCE veinte años después. De tomar té en El Pardo a alternar con La Pasionaria, una vez muerto el Caudillo. César Alonso de los Ríos recuerda: «El jesuita de sotana impecable, siempre rodeado de chicos-bien del barrio de Salamanca, abandonó la confortabilidad de la casa profesa de la Compañía de Jesús en la calle Maldonado y se recluyó en una casita menor que molinera en la zona más deprimida de Madrid». Llanos entró en el PCE obrerista cuando Carrillo giraba hacia posturas eurocomunistas y el Sindicato Solidaridad luchaba para liberar a los polacos de la tiranía soviética. Llanos, mientras tanto, luchaba por defender un tardo-leninismo que ya había sido estigmatizado por la historia. Por lo que parece al jesuita le iban los totalitarismos, y con el paso del tiempo, cuanto más extremos mejor.

Llanos no apostó por un cambio en línea con los modelos democráticos que gobernaban en Europa occidental, sino a favor de los vestigios de un comunismo estalinistas

En el cambio de bando del padre Llanos tendría mucho que ver con el padre Díez Alegría, un exgeneral de división de Franco, exdirector de la Academia Militar de Zaragoza, hermano de dos tenientes generales franquistas, que se pasó a los jesuitas.

Estaba claro que los tiempos estaban cambiando. Llanos fue un adelantado en el tiempo a la deserción del falangismo de personajes como Tovar, Ridruejo, Laín o Aranguren. Cambió de bando sin consecuencias, protegido por sus viejos camaradas que no sabían o no querían saber lo que le estaba pasando al padre Llanos. Pero Llanos no apostó por un cambio en línea con los modelos democráticos que gobernaban en Europa occidental, sino a favor de los vestigios de un comunismo estalinistas que aún coleaba de manos de su amiga Dolores Ibarruri «La Pasionaria». Sus palabras encendidas de admiración por Millán Astray iban a quedar en el olvido. El pecado de Llanos no fue cambiar de bando, sino dejar El Pardo por el peor Kremlin. Amigo del innombrable en los 40, los años más duros del franquismo, paso luego a alinearse con Gerardo Iglesias y Julio Anguita, unos melancólicos admiradores del estalinismo.

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