Erwin Rommel: el día en el que Hitler decidió acabar con su mejor mariscal de campo
Fue un héroe para los alemanes y el oficial más respetado y temido por el Ejército británico, que llegó a apodarlo «el zorro del desierto»
El 14 de octubre de 1944 moría el militar más popular del Ejército alemán, Erwin Rommel. Según el comunicado que publicó el III Reich la causa de la muerte fue un derrame cerebral: «El mariscal de campo no pudo sobreponerse a las heridas que le dejó un ataque aéreo en Francia», explicaba el Gobierno alemán. Pero la verdad fue otra. Hitler le había dado dos opciones: suicidarse o someterse a un proceso que acabaría con su honra como militar y condenaría a su familia. De nada le servirían todas las victorias y los títulos con los que fue condecorado. Se había ganado la desconfianza del Führer y la única opción era la muerte.
Erwin Rommel se convertiría en el más militar más popular del Ejército alemán y su nombre quedaría asociado a la Segunda Guerra Mundial y al Afrika Korps, conocida como la «división fantasma» por la sorpresa, velocidad y capacidad de destrucción con la que vencía a sus enemigos.
Atraído por el Ejército se alistaría en 1910 y probaría la dureza de la lucha en la Gran Guerra al tiempo que demostraba su capacidad como estratega militar y destacaba por su valor combatiendo siempre en primera línea. Fue ascendido a teniente, condecorado con varias cruces de hierro e incluso recibiría la más alta condecoración, la Pour le Mérite –reservada solo a los generales– por su astucia en el campo de batalla. Su gran experiencia en combate le valió para publicar un libro en 1937; obra que Adolf Hitler leería con entusiasmo y le valdría el favor del Führer hasta tal punto que fue nombrado comandante en jefe de su batallón de escolta durante sus visitas a Austria, a los Sudetes, Praga y Polonia. Pero el trato diario entre ambos hizo que Rommel se diese cuenta del carácter caprichoso, de los ataques de histeria y sus numerosos momentos bajo los delirios de grandeza que ponían en peligro a los soldados alemanes en misiones condenadas al fracaso. Por todo ello, en cuanto pudo, Rommel huyó de aquellas labores para regresar al campo de batalla en el norte de África. Aquella campaña sería el detonante de su caída.
En El Alamein, a solo 260 kilómetros de El Cairo, sus tropas se quedaron sin gasolina por un mal cálculo de Hitler. Si Rommel lograba controlar el canal de Suez, las comunicaciones de Londres con sus colonias en Oriente Medio se verían interrumpidas y eso lo aprovecharían las fuerzas del Eje para apropiarse de las riquezas de la región. Sin embargo, aquel fallo imperdonable hizo que el mariscal de campo ordenase la retirada ante una inminente masacre. Al conocer la noticia, el Führer enfureció. A pesar de ello, Rommel seguía siendo el mariscal de campo más talentoso que tenía la Werhmacht por lo que ante el inminente desembarco de los Aliados en Francia, Hitler asignó a Rommel la defensa de Francia, pero nuevamente, los errores estratégicos de Hitler quedaron de manifiesto en el desembarco de los Aliados en las playas de Normandía.
Tras esta derrota, el llamado «Zorro del Desierto» (apodo que le dieron los británicos durante los meses que pasó enfrentándose al Ejército de Bernard Montgomery en Alejandría, Libia o Túnez) se convenció de que la guerra estaba perdida y que el camino para mantener los territorios ocupados era negociando la paz, lo que le generó varios enemigos en la administración nazi. Además, harto del carácter de Hitler, empezó a hablar a todos de la locura del líder alemán. Quería que lo detuvieran, juzgarlo y encarcelarlo, pero hubo otros que querían matarlo. En julio se produjo la Operación Valkiria donde el coronel de estado mayor Von Stauffenberg, en un intento de atentar contra la vida del líder nazi, accionó la bomba en unas instalaciones donde encontraba Hitler, pero este sobrevivió.
Entonces se desató una caza de brujas en Alemania, principalmente en el Ejército : cerca de seis mil personas fueron ejecutadas a consecuencia del ataque al dictador. Las luchas internas en el Ejército y las envidias señalaron a Rommel como cómplice en el atentado y aunque no se ha podido demostrar su participación, se cree al menos que sabía que se realizaría un golpe de Estado. Y en medio de un proceso de recuperación tras un ataque que sufrió en Francia, el militar empezó a ser vigilado perdiendo el favor del dictador al considerarlo un traidor.
La desconfianza de Hitler en su mejor mariscal de campo haría que el 14 de octubre de 1944 los generales Meisel y Burgdorf se presentasen en su casa con una oferta: o se suicidaba, siendo enterrado con todos los honores de un heroico mariscal de campo, o sufrir un proceso judicial que acabaría con él y con severas represalias contra su familia. Tras la visita, le dijo a su esposa: «Dentro de un cuarto de hora estaré muerto». Rommel sabía que no tenía otra salida y mordió la cápsula de cianuro que le ofrecieron.