Proyecto Islero: cuando Franco quiso tener una bomba nuclear española
El llamado Proyecto Islero estuvo a punto de convertir al régimen franquista en potencia nuclear
Las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki abrieron al mundo una cantidad enorme de posibilidades para su progreso y también para su destrucción. Muy pronto el enorme potencial de destrucción, en el terrible contexto de la Guerra Fría, hizo que nueve naciones lograsen contar con armas nucleares: la URSS, Estados Unidos, China, Francia, Gran Bretaña, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte. El 90 % de estas armas, cabezas nucleares, hoy están en manos de Rusia y Estados Unidos.
La génesis del plan para construcción de una bomba atómica española se halla en los años 50, con la creación de la Junta de Energía Nuclear (JEN). Cinco años después, en 1955, España firmó un acuerdo de cooperación nuclear con los Estados Unidos, siendo entonces presidente Eisenhower, firme partidario del uso de la energía nuclear para usos civiles, lo que le convierte en un visionario adelantado tres cuartos de siglo a su tiempo.
A los militares españoles, especialmente al capitán general Agustín Muñoz Grandes y al almirante Carrero Blanco, pensaban que la posesión de la bomba atómica podría poner a las deficientes fuerzas armadas españolas, muy atrasadas y absolutamente dependientes de la ayuda norteamericana, en una posición de razonable independencia y de cierta importancia en el escenario internacional de comienzos de la Guerra Fría. En 1950 se había producido la Guerra de Corea, el Telón de Acero era ya una realidad e Eisenhower no visitaría Madrid hasta el año 1959.
Un acuerdo con Estados Unidos
Fruto de los pactos con los Estados Unidos, algunos de los mejores científicos españoles fueron enviados al extranjero para recibir formación en relación a la nueva energía nuclear, como fue el caso de Guillermo Velarde, catedrático de física nuclear y por entonces comandante del Ejército del Aire. Regresó de los Estados Unidos en 1963.
A comienzos de los años 60 la España de Franco soñó con tener su propio arsenal nuclear. En 1958 se había fundado el Centro de Energía Nuclear (general) Juan Vigón en la Ciudad Universitaria. Franco fue a su inauguración, acto en el que el almirante e ingeniero José María Otero Navascués aseguró que el nuevo centro produciría el 80 % de los isotopos necesarios para la medicina, la agricultura y la industria.
En 1963 nacía el Proyecto Islero (nombre del miura que mató al torero Manolete) baja la dirección del ya general de división del ejército del Aire Guillermo Velarde, cuyos objetivos eran el dotar a España de su propia bomba atómica y lograr la fabricación de los elementos combustibles del reactor y la planta de extracción del plutonio con los elementos combustibles sacados de un reactor nuclear español. España optó por tener una bomba atómica de plutonio 239 por ser las más baratas de producir.
El accidente aéreo de dos naves norteamericanas B-52 con armamento nuclear en la localidad almeriense de Palomares propició el aumento del interés de España por tener su propio arsenal nuclear.
España, fuera del Tratado de No Proliferación Nuclear
Los técnicos de la Junta de Energía Nuclear, encabezados por el general Velarde, tuvieron la oportunidad de analizar y conseguir los conocimientos para lograr fabricar una bomba atómica. El 1 de julio de 1968 casi cincuenta países firmaron el Tratado de No Proliferación Nuclear, pero no España. El gobierno de Franco rechazó firmar este acuerdo mientras en la sede de la Junta de Energía Nuclear (JEN), en la Ciudad Universitaria de Madrid, se instalaba el primer reactor rápido nuclear español, llamado Coral-1, con capacidad para producir plutonio de tipo militar. Los primeros gramos de este material se obtuvieron el año siguiente.
El Régimen también logró independizarse en parte del paraguas norteamericano con un nuevo acuerdo con la Francia de Charles de Gaulle. Así se puso en marcha la central nuclear de Vandellós (Tarragona), que convertiría el uranio en el elemento radiactivo fundamental para una bomba atómica. Francia había comenzado en 1966 sus ensayos nucleares en los atolones de Mururoa y Fangataufa, en el Pacífico Sur.
En 1971, a instancia del jefe del Alto Estado Mayor, el teniente general Manuel Díez-Alegría, el general Velarde retomó el Proyecto Islero. En la central nuclear de Vandellós se produjo el plutonio necesario para una bomba atómica española, pensándose en el desierto del Sahara para realizar las necesarias pruebas.
Vandellós, de tecnología francesa, nació gracias al apoyo del general De Gaulle al nacimiento de una España dotada de energía atómica. Finalmente, Franco ordenó posponer indefinidamente el desarrollo físico, aunque no teórico, de la bomba atómica española. Las investigaciones debían seguir adelante desligadas de las Fuerzas Armadas.
En 1977, muerto Franco, se conoce el alcance del proyecto del Centro de Investigación Nuclear de Soria: la fabricación de 140 kilos de plutonio al año, suficiente para fabricar 23 bombas anuales. Las presiones estadounidenses imposibilitaron la terminación del proyecto. España no sería y no es una potencia nuclear.
En 1981, el Gobierno de la UCD canceló y aceptó someterse a la inspección del Organismo Internacional de Energía Atómica. En 1987, un gobierno del PSOE firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear, lo que clausuró simbólicamente el proyecto.
El sueño nuclear español –a pesar de los contratiempos provocados por la crisis del petróleo– de que España contase con 40 plantas nucleares solo se concretó en la construcción de 10 bajo el impulso del gobierno de Carlos Arias Navarro. España no tendría sus propias bombas atómicas, con lo que su capacidad de disuasión en un conflicto, especialmente con Marruecos y otros países del norte de África, quedó abortado antes de nacer.