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Huida de Egipto, por Rubens

El nacimiento de Jesús y una rebelión en Judea: la primera Nochebuena rodeada de peligros

Se dice que en el momento del nacimiento de Cristo, bajo gobierno del Emperador Augusto, «en el mundo entero reinaba una paz universal», pero ¿realmente la paz reinaba aquella noche en Judea?

«Noche de paz, noche de amor». Este es el comienzo del villancico austríaco más famoso –y más bello, permítanme añadir–, compuesto y escrito a comienzos del siglo XIX por Franz Xaver Gruber y Joseph Mohr, respectivamente. Es posible que en el año 1816, en que se escribió la letra, un año después de la batalla de Waterloo y la derrota final de Napoleón, los austríacos tuvieran un mayor sentimiento de encontrarse en paz, pues tras 23 navidades en guerra (de la Revolución y Napoleónicas), la Navidad de 1816 parecería ciertamente un remanso de paz. Aun así, es muy posible que la idea de la letra no le llegara ex nihilo al padre Joseph Mohr. En el pregón de Navidad, que se recita al comienzo de la misa nocturna del día 24 (la «Misa del Gallo»), se dice que en el momento del nacimiento de Cristo, bajo gobierno del Emperador Augusto, «en el mundo entero reinaba una paz universal». Ambas influencias pudieron pesar sobre el padre Mohr en la escritura de la letra. Pero ¿realmente la paz reinaba aquella noche en Judea?

José y María camino de Belén

El censo de Augusto

Si nos atenemos a la información aportada por los evangelistas Mateo y Lucas, los dos que nos hablan del nacimiento de Jesús, nada parece apuntar a que no hubiera paz en Judea. Sin embargo, Lucas aporta un dato clave: la marcha de José y María de Nazaret a Belén a causa del censo romano. Cuenta Lucas que «en aquella época apareció un decreto del Emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada» (Lc 2, 1-5). El dato del censo encuentra confirmación en otro autor, el historiador judío Flavio Josefo, quien señalaba en su obra Antigüedades Judías que Quirino «fue enviado por Augusto para administrar justicia entre las gentes y para efectuar el censo de sus propiedades […] se presentó en Judea, al haber sido agregada ésta a la provincia de Siria, para llevar a cabo el censo de las propiedades judías» (Jos. AJ, 18, 1, 1). Hasta este punto coinciden las informaciones del evangelista y del historiador. Claro que los objetivos de ambos divergían. El del evangelista era contar la historia de Jesús, no la del pueblo judío, objetivo que sí era el de Flavio Josefo.

San José y la Virgen se inscriben en el censo de Quirino

Así pues, mientras Lucas continuaba su relato con la infancia de Jesús –circuncisión y consagración del niño (Lc 2, 21-40) y enseñanza a los Maestros de la Ley en el Templo (Lc 2, 41-52)–, Josefo se centraba en otras cuestiones, profundizando en el censo y, lo que aquí nos interesa, lo que acarreó este para el pueblo judío: por una parte, una cruenta rebelión surgida en el norte, en Galilea, que se extendió hasta el sur con rapidez, hasta Judea; y, por otra, según Josefo, el nacimiento de una nueva secta o grupo dentro del judaísmo: los zelotes. «Quienes sustentan las ideas enseñadas por esta escuela –explica Josefo– concuerdan con el punto de vista de los fariseos en todas las cuestiones, con la única diferencia de que su amor por la libertad es inconmovible, puesto que no aceptan otro jefe y soberano más que únicamente a Dios. Tienen por cosa de poca monta sufrir las más diferentes clases de muertes por oponerse a dar a hombre alguno el título de soberano. Y como la mayoría de la gente ha visto con sus propios ojos con cuánta firmeza soportan los mayores sufrimientos por defender estos principios, omito extenderme más en ello».

Una «guerra civil»

Según el historiador judío, fueron Judas el Galileo y el fariseo Sadoc quienes fundaron el movimiento zelote, y fueron ellos quienes, tras conocerse la noticia del censo, soliviantaron a la población, y muchos tomaron las armas –otros, como bandidos y asaltantes de caminos también se unieron, aunque por otros motivos–, y convirtieron Galilea en el foco de una rebelión: «Pero un hombre –señala Josefo– concretamente Judas, perteneciente a la región de Gaulanítide y oriundo de la ciudad de nombre Gamala, con la colaboración del fariseo Saduco los incitó al levantamiento». Josefo afirma que «se produjeron convulsiones sociales y asesinatos de ciudadanos […] hasta el punto de que esta convulsión social convirtió incluso el Templo de Dios en pasto de las llamas» –el término utilizado por Josefo es στάσις, que más que «convulsión social» podría traducirse como «conflicto civil» e incluso «guerra civil»–. Finalmente, el historiador judío sentenciaba que fueron Judas y Sadoc, y sus seguidores (los zelotes), quienes «sembraron la semilla de las calamidades que posteriormente hicieron presa en la nación judía […] habida cuenta sobre todo de que el Estado judío fue a la ruina por el fanatismo del que los jóvenes fueron imbuidos por estos agitadores», es decir, la guerra contra Roma entre el 66 y el 73 d.C., desastrosa para el pueblo judío y en la que participó el mismo Josefo.

La Virgen y San José pidiendo posadaMuseo del Prado

Expuesta la información de Flavio Josefo, parece que en el momento de la realización del censo la situación en Galilea y Judea distaba mucho de ser pacífica. Y es aquí donde cobra mayor importancia la información del evangelista, quien recoge que «José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada» (Lc 2, 4-5). Ni Lucas ni Josefo dicen nada acerca de que fuera obligatorio inscribirse en el censo (que además era romano, no judío) en el lugar de origen familiar. De hecho, lo lógico es pensar que las personas fueran censadas allá donde habitaban y se encontraban sus bienes y trabajos, como sería el caso de José en Nazaret. ¿Es posible que fuera otra razón la que llevara a José a marcharse, con María embarazada, de Nazaret? Si efectivamente hubo otra razón, esa fue la rebelión contra el censo de Judas el Galileo y los zelotes. Así, los judíos sencillos como José, obedeciendo las directrices del sumo sacerdote de aquel momento, Joazar, «censaban sus bienes, sin dudarlo lo más mínimo» (Jos. AJ, 18, 1, 1), poniendo en riesgo su vida especialmente en la zona de Galilea. Sería más que razonable pensar que trágicos acontecimientos como las «matanzas entre las gentes de la propia raza judía» perpetradas por los rebeldes (Jos. AJ, 18, 1, 1), especialmente sobre los judíos que se inscribían en el censo, impulsaran a muchos habitantes de Galilea a marcharse para ir a inscribirse en el censo en otra parte. Belén, en el caso de José, lugar del que era originario, y donde, según el evangelista, «no había lugar para ellos en el albergue» (Lc 2, 7). ¿No pudo deberse esa ocupación de Belén a una masa de gente desplazada procedente del norte? Es solo una teoría, con la que se puede estar de acuerdo o no. Para quien escribe, parece bastante probable que el arduo viaje de Nazaret, en Galilea, a Belén, en Judea, fuera aún más peligroso de lo normal dada la situación de guerra de la que nos da noticia Josefo, situación que, dicho sea de paso, no debería sorprendernos mucho en nuestros días.

Feliz Navidad.