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Sofía Casanova junto a Benito Pérez Galdós en un ensayo de La Madeja en Madrid

Sofía Casanova, la periodista que entrevistó a Trotsky y a Franco

La desconocida poeta y periodista fue una de las grandes cronistas de los horrores de la revolución bolchevique y los campos de concentración nazis

El 16 de enero de 1958, muere Sofia Casanova, la primera corresponsal de guerra, que vivió de cerca y escribió sobre las dos guerras mundiales, la revolución rusa y los campos de concentración. Su carrera literaria empezó con tan solo 15 años, cuando publicó sus primeros poemas, pero después se convirtió en novelista, periodista y candidata al premio Novel en 1925. Tras pasas su infancia en Galicia, empezó a colaborar con El Faro de Vigo, pero su padre abandonó a la familia y su madre decidió marcharse a Madrid en 1876 a probar suerte, que llegó a través de Sofía.

En Madrid Sofía Casanova ganó fama muy pronto por su obra poética, incluso el Rey Alfonso XII fue mecenas de uno de sus libros porque admiraba el estilo de la escritora gallega. Además, Sofía había hecho buenos amigos, como Ramón de Campoamor, quien le presentó al filósofo y diplomático polaco Wincenty Lutosławski, del que se enamoró. Por él abandonó España y se marchó a vivir a Polonia en 1887. Juntos viajaron por varios países europeos y tuvieron cuatro hijas, pero una murió de disentería. En estos años, Sofía se adentró en la novela y publicó El doctor Wolski, pero también siguió escribiendo para varios periódicos y diarios gallegos como Galicia Moderna, donde contaba cómo era la vida en Polonia y Rusia. Fue un periodo de mucha felicidad y productividad, pero a los pocos años Sofía y Wincenty se divorciaron. Entonces, Sofía Casanova regresó a Madrid y empezó a colaborar con ABC, La Tribuna, Blanco y Negro y El Liberta. Además, gracias al éxito acumulado, publicó en 1913 un libro con la recopilación de varios artículos. Aunque su nombre no haya quedado grabado en la memoria de los españoles, compartió coloquios y cafés literarios con Ramón y Cajal y Alberto Insúa, entre otros. En 1906 la Real Academia Gallega la admitió por su gran trabajo durante aquellos años.

Una corresponsal de una guerra de verdad

Durante la Primera Guerra Mundial, Sofía se marchó a Varsovia, donde se presentó voluntaria como enfermera de la Cruz Roja, lo que no impidió que Torcuato Luca de Tena, director del ABC, le pidiera que fuese la corresponsal de guerra en Europa Oriental para el diario, donde empezó a escribir crónicas sobre cómo se vivía la guerra desde allí. Pero el avance alemán sobre Polonia obligó a la corresponsal a marcharse a San Petersburgo junto a sus hijas. Pero en el imperio de los zares la situación tampoco estaba mucho mejor. Sus ojos y su pluma describieron la caída del zarismo, el ascenso de Lenin al poder, el asesinato de la familia real de los Romanov y la muerte de Rasputín. Incluso consiguió entrevistar a Leon Trotsky. Un año después del fin de la guerra, Sofía regresó a Madrid. En España ya se había publicado De la Revolución Rusa, un libro sobre lo sucedido durante la revolución de octubre. También escribió Revolución Bolchevique: diario de un testigo, una crónica vivencial sobre el horror rojo que vivió en primera persona. Durante la revolución un mal golpe le ocasionó una ceguera parcial que no mejoró con los años.

Sus ojos y su pluma describieron la caída del zarismo, el ascenso de Lenin al poder, el asesinato de la familia real de los Romanov y la muerte de Rasputín. Incluso consiguió entrevistar a Leon Trotsky

Regresó a Varsovia en la década de los 30 y desde allí vio con impotencia como España se adentraba en una guerra civil. Su visión de la guerra la dejó clara en un artículo que publicó desde Polonia en La Voz de Galicia, en la que se declaraba partidaria del bando nacional, tal vez motivada por lo vivido en Rusia durante el periodo bolchevique. Aunque vivía muy lejos de su Galicia natal, consiguió viajar a su pueblo en 1938, e incluso se entrevistó con Franco durante su viaje. Siguió trabajando desde Varsovia, pero la historia se repitió en el invierno de 1939, cuando la Segunda Guerra Mundial acababa de empezar hace poco más de dos meses. Gracias a la ayuda de la embajada de España en Berlín, Sofia consiguió marcharse a una aldea polaca, desde donde escribió sus crónicas sobre el conflicto y plasmó el horror de los campos de concentración nazi y criticó la ocupación alemana de Polonia, que ocasionó el cese de su colaboración con el diario ABC.