La verdadera historia del corredor de Maratón que inspiró la prueba de los Juegos Olímpicos
Esta prueba de atletismo fue propuesta por el filólogo Michel Bréal al barón de Coubertin y se basaba en la historia del corredor Filípides y la batalla de Maratón
En abril de 1896, se celebraron en Atenas, los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna. Invención del entusiasta barón de Coubertin. El clímax de los nuevos juegos se alcanzó con la prueba final de atletismo: una carrera de cuarenta kilómetros (en 1908 se cambiaría a 42,195 km por petición de la Reina Alejandra, esposa del Rey Eduardo VII del Reino Unido, quien quiso que la carrera pasara frente al palacio de Buckingham) y que ganó el griego Spiridon Louis. Esta prueba de atletismo fue propuesta por el filólogo Michel Bréal al barón de Coubertin y se basaba en la historia del corredor Filípides y la batalla de Maratón.
Luciano de Samosata (125 – 181 d. C.), en su obra Sobre un error cometido al saludar, es el primero que menciona la historia del mensajero uniéndolo al nombre de Filípides. Según él, Filípides corrió la distancia que separaba la llanura de Maratón (campo de hinojos, en griego ático) con la ciudad de Atenas. Al llegar frente a los Arcontes (los magistrados de la ciudad) exclamo: «¡Alegraros, vencimos!», para caer muerto por el esfuerzo realizado.
Filípides recorrió la distancia que separaba Atenas de Esparta en día y medio
La imagen del agonizante mensajero comunicando con su último hálito de vida la noticia de la victoria, no puede ser más emocionante e inspiradora. Anterior al relato de Luciano tenemos la versión de Plutarco –sí señores, el autor de las Vidas Paralelas y las Moralia–, que vivió entre el 46 y el 120 d. C.
Plutarco nos cuenta la misma historia –no tan adornada pero, básicamente, la misma– excepto un detalle importante: el héroe de la historia era un heraldo, un hemeródromo, un corredor o mensajero profesional llamado Tersipo.
El Maratón: ¿Filípides o Tersipo?
Heródoto de Halicarnaso (484 – 425 a. C.), padre de la Historia (así, con mayúscula), y que escribió sobre los hechos unos 25 – 40 años después, está considerado como la fuente más fiable de todas, y no da una versión menos romántica pero, a mi entender, mucho más digna de admiración y elogio. Filípides, según Heródoto nos relata en sus Historias, fue un mensajero comisionado por Milcíades y el resto de los generales atenienses para solicitar la ayuda de Esparta para combatir a los persas. Filípides recorrió la distancia que separaba Atenas de Esparta (213 kilómetros) en día y medio. Piensen que recorrió un terreno abrupto, escabroso, sin carreteras y, prácticamente, descalzo. Que entregó el mensaje y volvió, a toda velocidad, para hacer saber la respuesta de Esparta ante el grave peligro que amenazaba a los griegos. Total: 426 kilómetros en las condiciones anteriormente descritas y sin tiempo para reponerse o descansar. Esto en sí es una hazaña digna de todo elogio y respeto. Y así lo consideraron los griegos, no solo los atenienses.
Es muy posible que la figura de Filípides –figura histórica y admirada en Atenas– se acabara confundiendo con la batalla de Maratón, al estar tan íntimamente relacionados, junto con el relato romántico del mensajero. Ello, con el devenir de los tiempos, porque, imagínense ustedes, lo que sería correr esa distancia sobre piedras que te destrozan los pies. Y después te pones un equipo militar que no baja de 30 kilogramos de peso, te haces una marcha de 40 kilómetros, participas en una batalla campal –según los que han participado, el combate es la actividad más extenuante que existe– y, para rematar, te recorres –esta vez sin armadura– el camino de vuelta a toda castaña. Y todo esto en una semana. ¡Vamos, ni Chuck Norris!