Dinastías y poder
Bismarck: del «hierro y fuego» a la Costa del Sol
Bismarck fue el arquitecto de la Alemania unificada, la que mejor representaba el militarismo y el poder. Sus hijos trataron de repetir sus éxitos como diplomático pero la sombra resultaba demasiado alargada
Dudo que el autoritario Otto von Bismarck llegase a imaginar que su apellido se convertiría en un referente de Marbella: Bismarck como animador de las fiestas de la Costa del Sol. Cuando su política de «hierro y fuego» derivó en la creación del Imperio Alemán en 1871, pocos pensaron que su figura iba a ser asociada a una larguísima melena rubia y al despiporre del verano en Olivia Valere. Bismarck fue el arquitecto de la Alemania unificada, la que mejor representaba el militarismo y el poder. Sin duda uno de los personajes más relevantes de la última mitad del siglo XIX, sólo retirado de la vida pública por sus desavenencias con el kaiser, un todavía joven Guillermo II. Sus hijos trataron de repetir sus éxitos como diplomático pero la sombra resultaba demasiado alargada. Su bisnieta, sin embargo, si creó su propio reino.
Aficionado al alcohol
Bismarck nació en Schonhausen en 1815, en el mismo año que Napoleón era derrotado en Waterloo. Pertenecía a la antigua nobleza prusiana, los junkers «terratenientes» que administraban extensísimas tierras de su propiedad. Fue un joven díscolo e indisciplinado. Aficionado al alcohol –vicio que le acompañará toda su vida– y a las reyertas, nada hacía presagiar que un día llegaría a ser un diplomático prestigioso, arquitecto de nuevas fronteras territoriales. Pero terminó sus estudios de Derecho en Gotinga, ejerció en los Tribunales de Berlín y Aquisgrán y, entre servir al Ejército o dedicarse a gestionar sus posesiones agrícolas –opciones para un varón de su clase y posición– optó por lo segundo. Sin embargo, aquella misión no iba a durarle mucho. Nacionalista y arrogante, pasó a desempeñar cargos en la administración.
Nada hacía presagiar que un día llegaría a ser un diplomático prestigioso, arquitecto de nuevas fronteras territoriales
Pero al conocer a su esposa, su carácter se transformó: Johanna von Puttkamer fue según todos sus biógrafos, una influencia muy positiva en Bismarck, la mujer capaz de apaciguar a la fiera, la que soportó sus amoríos con la condesa Catalina Orloff y también a la que más amó. Con ella, formará una familia y recorrerá San Petersburgo, Frankfurt y París como Diplomático. Tuvieron tres hijos, María, Herberto y Guillermo.
En 1847 Bismarck entró como diputado en el Parlamento Prusiano y comenzaba una brillante carrera política, siempre en el ala conservadora. Fue un azote contra el liberalismo, un parlamentario que no se dejaba amilanar por las críticas y un fiel defensor de la idea de autoridad. Con la subida al trono de Guillermo I su vida también cambió. Prusia era el reino más industrializado de los que componían la Confederación Germana y su elección como Canciller en 1862 le va a llevar al cénit de su influencia. La reforma militar era ahora la meta prioritaria, el instrumento para poder aplicar sus métodos.
Fue un azote contra el liberalismo, un parlamentario que no se dejaba amilanar por las críticas y un fiel defensor de la idea de autoridad
La guerra contra los Ducados de 1854 no fue más que la primera fase de una política unificadora que le llevaría a utilizar las relaciones internacionales como eje vertebrador de sus objetivos. El Imperio de los Habsburgo, más ecléctico y diverso, no quería optar por un liderazgo de corte alemán con lo que, ponerse del lado de los saboyanos, hizo el resto. Bismarck consiguió el respaldo de muchos estados germanos en su enfrentamiento contra Austria en 1866. Se creó la Confederación Alemana del Norte y la «cuestión española» le daría los argumentos suficientes para forzar un incidente diplomático que provocase una declaración de guerra por parte de los franceses: Bismarck tenía a Napoleón III entre cuerdas. La caída del II Imperio era una realidad y la creación de una Alemania unificada, también. Se incorporaba el reino de Baviera del loco de Luis II y Alsacia y Lorena se anexionaban. En Versalles, Guillermo I se convertía en Emperador.
Bismarck se mantuvo como canciller y guardián de la política hasta 1888. Durante este tiempo consiguió establecer un sistema de alianzas, los tortuosos «sistemas bismarckianos» que trataban de aislar a Francia y conseguir que los británicos no interfiriesen en los asuntos europeos. Cuestionado por la Kulturkampf pasó a alinearse con el centro católico adoptando posturas proteccionistas para contener el movimiento obrero. A la muerte de Guillermo I sirvió al efímero Federico III, que apenas reinará ocho meses a casusa de un cáncer de laringe. Pero la relación con el sucesor, Guillermo II, resultó ya muy diferente. Uno y otro no compartían la idea de lo que debía ser Alemania en plena era de la expansión imperialista. ¿Tenían que quedarse al margen viendo como la III República Francesa y la reina Victoria de Inglaterra creaban sus potencias coloniales? En 1890, Otto von Bismarck, ya príncipe de Bismarck, presentaba su dimisión. Con él renunciaron a sus cargos públicos sus dos hijos, que desempeñaban una discreta carrera como estadistas.
Los de la vejez fueron los años más serenos del excanciller. Durante este tiempo, retirado en su palacio de Friedrichsruh, escribió sus memorias. Se cuidaba poco, seguía disfrutando de opíparas comidas y potentes digestivos. En 1894 se quedaba viudo. Pese a su imagen autoritaria y brusca, le costó reponerse a esta pérdida. Sus últimos meses fueron de muchos comentarios que se publicaron en prensa sobre su ya delicado estado de salud. E incluso en su lecho de muerte, los pioneros del reporterismo gráfico sobornaron a uno de los guardianes de la finca en la que agonizaba para captar una instantánea. Su imagen era ahora muy diferente a la del «canciller de hierro» que había hecho temblar las fronteras de Europa. Fallecía el 30 de julio de 1898. Tenía 83 años. Los restos de Bismarck descansan en el mausoleo de la familia, en la colina de Schneckenberg, al norte de Alemania.
Gunilla es bisnieta del canciller que gestó la unificación de Alemania: hija de Otto Christian, nieto de Otto von Bismarck y de la condesa sueca Ann-Mari Tengbom. Jamás imaginaría el ilustre canciller que pasaría a engrosar las páginas del Gotha de la fiesta social.