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Detalle del cuadro El niño de oro (1920) por Margarita Gil Roësset

Las Roësset, una familia de artistas y el cambio de la situación de la mujer en España a principios del siglo XX

María Roësset Mosquera, Marisa Roësset Velasco y Margarita Gil Roësset nos introducen en un relato más amplio sobre cómo se desarrolló la sociedad del momento a través del prisma de las vanguardias en España

La presencia de un artista en la familia, un varón en principio, era un apoyo fundamental para que una mujer pudiera desarrollar su arte en el plano profesional. En este artículo vamos a contemplar otro tipo de dinámicas de apoyo entre mujeres partiendo de la ventaja de que el artista de la familia fuera también una mujer. Lo haremos a través del caso de las Roësset, de la obra de María, Marisa y Margarita, tía y sobrinas, que practicaron la pintura y la escultura en un momento en el que las mujeres luchaban por ser reconocidas como profesionales del arte.

María Roësset, pintora simbolista

María Roësset, nacida en 1882 en una familia de la alta burguesía francesa, encontró el apoyo para la práctica artística en su marido, el español Manuel Soriano Berrueta-Aldana. Juntos exploraron el placer de visitar exposiciones, y tras estas incursiones l la animó a dibujar y a pintar. Comenzó su etapa de especialización tras quedar viuda y tomó clases en el estudio del pintor Eduardo Chicharro, donde, desde finales de la década de 1910 coincidió con personajes tan destacados como María Blanchard, la única mujer reconocida como importante pintora cubista, o Diego Rivera, pintor y muralista mejicano.

El contacto de María Roësset con María Blanchard durante su regreso temporal a España no fue casual. Con el inicio de la Primera Guerra Mundial, al ser un país neutral, se convirtió en lugar de refugio y la capital, Madrid, comenzó un proceso de modernización. Los cafés, espacios de reunión de la élite intelectual al estilo de París, se encontraban en su momento álgido. En ellos bullía el ambiente cultural, gracias a las tertulias organizadas por literatos y artistas como la de Ramón Gómez de la Serna en el Café del Pombo, que tenía lugar cada sábado por la noche. Las mujeres podían asistir a los cafés desde mediados del siglo XIX, pero acompañando a sus esposos. De lo contrario, se exponían a suscitar la crítica, el escándalo y el consiguiente rechazo de la sociedad. Artistas foráneas como María Blanchard o Norah Borges corrieron el riesgo y abrieron a otras mujeres la posibilidad a una mayor libertad de acción.

María Roesset Mosquera, Autorretrato ovalado, 1912, colección particular

María Roësset fue brillante en cuanto a la calidad de sus autorretratos que, como señala la historiadora del arte Concha Lomba Serrano, presentan una intención simbolista. El simbolismo fue una corriente artística surgida en Francia en 1885 que revindicaba la imaginación y la utilización de la simplificación de la idea en una estética decorativa. Su interés por el simbolismo es visible, por ejemplo, en su Autorretrato ovalado de 1912, que actualmente forma parte de una colección particular.

Marisa Roësset y sus autorretratos al modo de «Eva moderna»

La segunda de las artistas de esta familia fue Marisa, sobrina de María Roësset, quien era hermana de su padre. Nació en 1904 en Madrid, en el ya mencionado entorno familiar acomodado. Gracias al cariño que tenía su padre a María, la joven encontró el sostén que necesitaba y pudo seguir sus pasos. Para formarse acudió primero al taller del destacado pintor Daniel Vázquez Díaz, considerado el mentor de los miembros de la Sociedad de Artistas Ibéricos. El arte de estos artistas y de Marisa destacaba en cuanto a la pincelada aprendida de este maestro y en la intención de buscar un nuevo realismo moderno, una «moderna figuración». Un estilo que se mostraba acorde con el gusto de París, el «retorno al orden», una vuelta al orden clásico de representación liderada por Picasso.

Marisa Roësset desarrolló una intensa trayectoria profesional desde 1924, año en el que ganó la tercera medalla en la Exposición Nacional. Su primera exposición individual tuvo lugar en 1927 en el recién inaugurado Lyceum Club, creado por María de Maeztu y situado en la calle Infantas de Madrid. Era un espacio concebido para que las mujeres pudieran organizar sus propias tertulias culturales, al que acudieran sin necesidad de ir acompañadas. Sin embargo, la participación estaba restringida por requerimientos de formación superior o, en su defecto, una amplia experiencia en obras sociales, que solo eran alcanzados por mujeres con una favorable posición social.

Marisa destacó por representar el salto que se había producido en la cultura con la irrupción de los años veinte: la presentación de una nueva visión de la mujer en la publicidad. Vestía con faldas más cortas, sombreros más pequeños y melenas a lo garçon según la moda parisina. También, mostraba nuevas actitudes, leía, estudiaba (incluso a nivel universitario), participaba en tertulias, hacía deporte y fumaba. Aunque no supuso una mejora en la consideración de la mujer en términos efectivos, en cambio, logró que las mujeres artistas se mostrasen más comprometidas y practicasen un modelo de autorretrato novedoso. Una de las más creativas fue Marisa Roësset, visible en su obra Autorretrato tumbada en el suelo de 1927, aunque se observa más claramente su identificación con las nuevas posibilidades para la mujer en otras como Autorretrato en la playa de 1925.

María Roesset Mosquera, Autorretrato ovalado, 1912, colección particular

De acuerdo con la revisión que estamos llevando a cabo, es interesante señalar que Marisa creó durante la Segunda República española una escuela de pintura que estuvo en funcionamiento más de treinta años, donde se formaron otras artistas, como Menchu Gal, primera mujer galardonada con el Premio Nacional de Pintura en 1959.

Margarita Gil Roësset escultora de una gran fuerza creadora

Margarita nació en Madrid en 1908 y también era sobrina de María, hermana de su madre Margot Röesset. Su vocación artística fue incentivada por su madre desde la infancia, ofreciéndole pequeños premios a cambio de sus dibujos. Así, su hermana mayor Consuelo escribía y ella ilustraba sus cuentos. Cuando tenía tan solo catorce años publicaron sus primeras obras en colaboración. A los quince años comenzó a experimentar con la escultura, una carrera profesional en la que no fue conocida hasta 1930, fecha de su primera obra expuesta, y que terminó abruptamente en 1932 cuando puso fin a su vida. Se cree que cayó en una profunda depresión por el dolor que le causó el desengaño amoroso con Juan Ramón Jiménez, casado con la también escritora Zenobia Campubrí.

Sus padres quisieron que tanto Margarita como su hermana se formaran en el estudio del pintor José María López Mezquita. Por el contrario, no recibió formación escultórica de la mano de ningún maestro gracias su buena práctica con el fin de configurar su propio estilo. Tristemente sus obras no han llegado hasta nosotros porque las destruyó ella misma el día de su muerte.

La historia de estas artistas nos ha llevado a observar la sororidad en el contexto artístico español. Desde el punto de vista de la Historia del Arte, contribuyeron como valientes creadoras, referentes para otras mujeres y maestras.