Cuando las fuerzas especiales británicas secuestraron a un general alemán en Creta
El SOE (Special Operations Executive) fue un grupo de operaciones especiales nacido de las entrañas del MI6, que creó Winston Churchill para realizar misiones de sabotaje, espionaje e infiltración
Misión: secuestrar al general alemán que dirige la guarnición de una isla griega y sacarlo de allí en un bote para llevarlo a Egipto. Aunque parezca la sinopsis de una película de Hollywood, fue una operación real que plantearon las fuerzas especiales británicas durante la Segunda Guerra Mundial. En 1941 los alemanes pusieron en marcha la Operación Mercurio para invadir la isla griega de Creta utilizando solo tropas paracaidistas, sin apoyo naval o terrestre. Era un enclave estratégico que dominaron hasta los últimos días de la guerra, pero, como en otros países, encontraron una modesta pero constante resistencia local que estuvo apoyada por la Dirección de Operaciones Especiales, más conocida por sus siglas en inglés como SOE (Special Operations Executive).
En agosto de 1942 el general Friedrich-Wilhelm Müller, de la 22º División de Granaderos Panzer fue destinado a Creta como máximo responsable de las tropas, y pronto se le conocería entre la población local como el «carnicero de Creta». Sin duda, Creta era una posición estratégica esencial que los alemanes necesitaban defender, además estaba muy próxima a los protectorados y colonias africanas de países aliados como Francia o Reino Unido. Sobre el terreno los británicos tenían el grupo de operaciones especiales del SOE, que tenía como líder al mayor Patrick Leigh Fermor, un joven oficial de 29 años que hablaba griego y alemán. Junto a él estuvo desde el principio el capitán Bill Stanley Moss, de 23 años.
En cuanto llegó el general Müller se empezó a pensar sobre el papel un plan para secuestrarlo y llevarlo a Londres e interrogarlo
Los demás eran agentes griegos como Manoli Paterkis, Georgi Tyrakis y Mickey Akaumianos. En cuanto llegó el general Müller se empezó a pensar sobre el papel un plan para secuestrarlo y llevarlo a Londres e interrogarlo. En septiembre de 1943 Italia cambió de bando y la División Siena destacada en la isla recibió órdenes de abandonarla, no sin antes entregar su armamento y munición al ejército alemán, según había pedido Müller al general italiano Angelo Carta. Sin embargo, Carta no aceptó las condiciones que le proponía el mando alemán. Por el contrario, decidió entregar parte de las armas a la resistencia cretense.
Los «irregulares de Baker Street», como se apodaba a los miembros del SOE, investigaron los hábitos del general para encontrar un punto débil donde poder abordarle, y lo encontraron en el trayecto en coche que realizaba cada día desde el puesto de mando hasta su residencia familiar: la villa Ariadna, construida por Arthur Evans, el arqueólogo que descubrió el palacio de Cnosos. La Operación Mercurio estaba ya en marcha, pero antes Fermor y su equipo decidieron sacar al general italiano de la isla y trasladarlo en bote a Egipto para evitar posibles represarías por haberse negado a entregar las armas. Cumplieron la misión, pero el mayor tuvo que acompañar al general hasta el protectorado británico, algo que no habían planeado, aunque sirvió para que Paddy, como le apodaban sus amigos, pensara en los detalles del secuestro.
Todo estaba preparado, pero el 1 de marzo de 1944 llegó a Creta el general Karl Kreipe, que sustituyó a Müller.
En febrero de 1944 regresó a Creta con la misión aprobada y empezó a organizar a todos los actores que intervendrían, desde los miembros de la resistencia a sus hombres. El secuestro lo harían de noche, en una curva de la carretera por la que pasaba el Opel de Müller al terminar la jornada, sobre las ocho de la noche. Además, uno de los oficiales del SOE conocía al chofer, y sabía que no pondría pegas. Todo estaba preparado, pero el 1 de marzo de 1944 llegó a Creta el general Karl Kreipe, que sustituyó a Müller.
El cambio no afectó al operativo y decidieron actuar el 16 de abril. El equipo montó un control de carretera, como si fuera otro más de los que montaban los alemanes. Fermor y Moss se pusieron el uniforme militar alemán y esperaron a que apareciera el vehículo del nuevo general. Según la información que tenían el general saldría del edificio de mando pasadas las ocho de la noche, pero no fue hasta una hora después cuando el sensor que habían colocado unos kilómetros más adelante detectó el coche. Habían dado el alto a varios automóviles, pero este, por fin, era el correcto. Fermor ordenó parar al vehículo con su linterna y justo entonces, el resto de la unidad salió de la cuneta para controlar el perímetro. El mayor avisó a Kreipe que ahora era prisionero de los británicos. En cuanto al chofer, le ordenaron abandonar el vehículo y el comando se lo entregó a la resistencia cretenses que había apoyado el operativo, con la promesa de que le mantendrían con vida.
En el interior del coche dejaron una novela de Agatha Christie y otros objetos para que los alemanes pensaran que había sido una operación exclusiva de los británicos
El mayor Patrick y el capitán Moss subieron entonces al coche con el general y siguieron la carretera pasando por más de 22 controles alemanes sin que los parasen. Esto se debía a que el nuevo general, cansado de que le pidieran la documentación ordenó que no detuvieran su Opel en los controles. Cuando llegaron a la altura de la villa pasaron de largo y continuaron hasta llegar a la costa, donde abandonaron el coche. Lo dejaron cerca de los acantilados para hacer creer a los alemanes que el general había subido a un submarino aliado y ya no se encontraba en la isla, lo que daría algo de tiempo a su plan de huida. Además, en el interior del coche dejaron una novela de Agatha Christie y otros objetos para que los alemanes pensaran que había sido una operación exclusiva de los británicos, y así evitaban represalias contra la población civil.
Los dos oficiales británicos y su prisionero se reunieron con el resto del equipo y vivieron durante varias semanas bajo el cuidado de unos campesinos. Esperaron a que llegara una señal de radio avisando que había un buque esperando en la playa, pero tuvieron dificultades con el aparato receptor. Las tropas alemanas al principio se creyeron que el general ya no estaba en la isla, pero después emprendieron una búsqueda por toda Creta para encontrarlo. Entonces, el comando y Kreipe se escondieron en una cueva cercana al monte Ida. Un paraje natural esencial en la mitología griego que consiguió unir a los captores y al cautivo. En cierto momento, el general Kreipe recitó en latín unos versos de Horacio, y al escucharlo el mayor Former se unió a él. Permanecieron en aquella cueva contándose historias, bebiendo raki y pasando frio hasta que el 10 de mayo consiguieron contactar con un miembro de la resistencia que tenía un aparato de radio. Enviaron un mensaje a El Cairo para avisar que estaban listos para ser evacuados en el punto de encuentro establecido. El 14 de mayo pudieron acercarse hasta el lugar de extracción, donde esperaba una embarcación que trasladó al general y al equipo SOE hasta el puerto de Marsa Matruh, en la desembocadura del Nilo. Tres días después, Fermor, Moss y el general aterrizaron en El Cairo.
Los británicos interrogaron a Karl Kreipe en Londres, después pasó varios meses entre los campos de prisioneros de Canadá y Escocia, hasta que finalizó la guerra. En 1947 fue liberado y regresó a Alemania, donde vivió hasta su muerte en junio de 1976. En la postguerra volvió a reunirse con sus captores en un programa emitido en la televisión griega. Conocemos lo sucedido gracias a los informes clasificados y, sobre todo, al libro que escribió el mayor Fermor sobre aquella operación.