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Jonathan Freedland, sobre el Holocausto: «Tener un abuelo judío ya suponía tu sentencia de muerte»

De esta intrépida operación para escapar de Auschwitz el autor extrae que «la verdad es necesaria, pero a veces no es suficiente»

Rudolf Vrba junto a Alfred Wetzler fueron de los primeros y pocos judíos que consiguieron escapar del infierno de Auschwitz. El columnista del Guardian y excorresponsal extranjero Jonathan Freedland (Reino Unido, 1967), cautivado por la aventura tan desgarradora de estos dos jóvenes ha decidido recuperar su historia en El maestro de la fuga: El hombre que escapó de Auschwitz para alertar al mundo porque fueron testigos «de uno de los mayores crímenes de la Humanidad», confiesa en conversación con El Debate.

–¿Cómo conoció la historia de 'Rudi'?

–Con 19 años vi el documental Shoah en el cine. Son horas y horas de testimonios de supervivientes y una figura muy carismática se salía de la pantalla y era Rudolf Vrba. Parecía un actor; mucho más joven que los demás. Él había estado en Auschwitz como adolescente y de pasaba se mencionaba que había escapado del campo de concentración. Yo sabía que en aquel entonces prácticamente nadie escapaba de Auschwitz, ningún judío escapaba. Así que su nombre y su historia permanecieron conmigo hasta muchos años después.

–¿Cómo se documentó para contar la historia?

–Realmente había dos elementos en la investigación de este libro. Por un lado, Rudolf Vrba dejó un inmenso volumen de testimonios. Escribe unas memorias. Hace 60 años había sido entrevistado por distintos historiadores y también había sido testigo en muchos juicios contra criminales de guerra nazis. Así que había páginas y páginas de testimonios detallados. Por otro lado, también sabía que se había casado dos veces y que su primera esposa había vivido en Londres. Tenía 93 años y nos sentamos en su jardín durante el verano de 2020 y me contó todo sobre el hombre que había conocido: no solo conocía al hombre que había sobrevivido de Auschwitz, sino también al chico antes de que saliera. Al final de una de nuestras sesiones, me entregó una maleta roja grande y me dijo: «Son las cartas de Rudi». Dentro había cartas del puño y letra de Rudi. Hablar con ella me permitió, junto con todos los documentos, armar la imagen de un hombre completo y de toda una vida.

–¿Qué determinaba ser considerado judío para los nazis?

–Rudi no tenía una fe religiosa, pero uno puede ser judío con la cultura, la tradición y a través de la comunidad, aunque no creas en esa religión. Rudolf era ese tipo de judío. Muy orgulloso de ser judío, pero no creyente. Pero a los nazis no les interesaba saber qué tipo de judío eras. No te hacían preguntas sobre tu creencia o tu grado de fe. Lo único que era importante era tener sangre judía. Incluso un abuelo judío ya era suficiente para que tu sentencia de muerte estuviera firmada.

Jonathan FreedlanThorun Piñeiro

–¿Qué ocurría cuando llegaban a los campos de concentración?

–Bueno, Rudi lo vio muy de cerca. Cada prisionero tuvo que trabajar de manera forzosa. Eran esclavos y uno de los trabajos de Rudi fue desembarcar a las personas que llegaban en el tren. Y noche tras noche vio estos trenes. Eran trenes de mercancías, no de pasajeros. Algunos llegaban ya muertos por el viaje: no había ninguna condición de higiene. Al llegar en esos vagones abarrotados se les separaba por hombres y mujeres y se les ordenaba en filas. Él vio cómo las hijas eran separadas de sus padres, los hijos de sus madres... Fue testigo de ello.

Cualquier persona que fuera muy joven, muy mayor o muy enferma para trabajaba, se enviaba a la izquierda, se les subía en camiones y se les llevaba a las cámaras de gas que estaban a un kilómetro, en el margen de una hora o dos nada más llegar. Aquellos que eran lo suficientemente fuertes para trabajar entre 16 y 40 años, algunos se les llevaba a la derecha, donde se convertían en esclavos, en prisioneros. Se les tatuaba la cifra que se correspondía con el tren en el que habían llegado. Se les afeitaba la cabeza, el cuerpo, se les quitaba la ropa y eran utilizados como esclavos. La división ocurría en esa plataforma de tren y Rudi con solo 17 o 18 años vería esto, lo presenciaría él mismo noche tras noche.

A partir de ese momento ya te convertías en un número y no un nombre. Era parte de este proceso de deshumanización de las víctimas

–Tatuarles un número nada más llegar era una manera que tenían los nazis de deshumanizar a sus víctimas...

–Si esto es correcto. Tenían distintos números en función del momento en el que llegaran porque los números se correspondían con el tren exacto. Pero luego, a partir de ese momento ya te convertías en un número y no un nombre. Era parte de este proceso de deshumanización de las víctimas. El quitar todo el vello corporal también tenía su efecto. El propósito fue utilizar el cabello, el vello para propósitos comerciales. Auschwitz se dirigió como si fuera un centro de beneficio. Se trataba de extraer valor de las víctimas, por supuesto, despojándolo de sus pertenencias, buscando cualquier elemento de valor. Desde un pequeño anillo de boda que se estuviera escondido a los dientes de oro de los cadáveres. Estos elementos a Berlín como parte del botín. Si deshumanizan a las víctimas. Pero de manera asombrosa. Era un negocio, algo de lo que ya hablaba Rudi en su informe. Muchos años después pensaba que no se le había prestado la suficiente atención.

–¿Cómo se conocieron Rudi y Alfred?

–Se conocían antes de Auschwitz. Eran de la misma ciudad pequeña en Eslovaquia. Fred tenía seis años más que Rudi. El hecho de que se conocieran de antes era muy significativo: podían confiar el uno en el otro. En Auschwitz, uno no podía estar seguro de en quién podía confiar. Había informantes, había espías. Era muy difícil saber cómo era alguien fuera de este mundo del revés. Y creo que el hecho de venir de la misma ciudad y que conociesen a sus familias, también era sinónimo de confianza. Y esto es lo que hizo posible que escaparan juntos.

–También hubo gitanos, homosexuales y católicos en Auschwitz; ¿fueron tratados igual que los judíos?

–Sí, también hubo otros en Auschwitz. El mayor grupo era el de los gitanos. Estos también tenía sus propios símbolos. También había testigos de Jehová, homosexuales; los católicos no fueron perseguidos como grupo, como tal, pero algunos sacerdotes católicos fueron asesinados y se llevaron sus cuerpos a Auschwitz de manera extraña.

Pero eran a grupos más minoritarios que el de los judíos. Y sí, recibieron un trato distinto. Las condiciones eran más severas, más duras, más crueles para los prisioneros en comparación con a lo mejor prisioneros de guerra soviéticos. Las condiciones en las que estaban los judíos eran mucho más duras. Pero no es una competición. Los judíos estaban en las condiciones más duras, lo que hacía que la fuga fuese excepcionalmente difícil. Estuve mirando las estadísticas de las fugas. Más de 100 prisioneros políticos polacos se escaparon. Dos docenas también de prisioneros soviéticos judíos. Prácticamente ninguno. Realmente era un grupo muy pequeño. Fred y Rudi fueron dos de los primeros en salir. Y el número total se puede contar con dos manos. Era prácticamente imposible para un judío escapar.

El maestro de la fuga: El hombre que escapó de Auschwitz para alertar al mundoThorun Piñeiro

–Aunque el libro trata sobre Rudol Vrba (Rudi), con él estuvo Alfred Wetzler; ¿qué sabemos de él?

–Otro hombre excepcional porque tuvo la misma valentía que Rudi. Pasó el resto de su vida en la Checoslovaquia comunista y no pudo hablar libremente de su experiencia. El régimen comunista, en cierto modo, negaba la condición judía de las víctimas del Holocausto. Decían que era la persecución de los nazis hacia los antifascistas en vez de concretamente mencionar a los judíos. Así que Fred realmente nunca pudo contar su historia de manera tan detallada como lo hizo Rudi. Fue periodista, era periodista, pero no pudo trabajar como tal. Se le prohibió porque el Partido Comunista, de manera increíble, se le acusó de ser un espía para el Vaticano, porque el informe había llegado a representantes del Papa y el Partido Comunista de Checoslovaquia utilizó esto para justificar su acusación como espía. Recortaron su pensión como partisano que había luchado contra los nazis. Así que, bueno, terminó su vida en un apartamento muy modesto en Bratislava, con poco dinero, bastante olvidado. A pesar de estos actos extraordinarios.

La verdad es necesaria, pero a veces no es suficiente

–¿Cuál fue el punto de inflexión para que Rudi decidiese escapar para contar lo que sucedía en Auschwitz?

–Sí, hubo un momento clave, siempre quiso escapar. Incluso al principio, en otros campos en los que había estado. Se escapó y se le atrapó dos veces. Pero el punto de inflexión llegó cuando estaba trabajando en la plataforma, cuando llegaban esos trenes noche y día, y él veía cómo los judíos salían de estos trenes y se colocaban en filas de manera calmada, sin miedo, sino siguiendo órdenes. Y esto fue o era gracias a que ninguno de ellos tenía ni la más remota idea de lo que estaba pasando en Auschwitz. Se les mintió en todos las fases del viaje. Ellos creían firmemente que se les llevaba a un sitio para empezar una nueva vida. Se les decía que iban a empezar una nueva comunidad. Se les decía que metieran en la maleta cacerolas y juguetes y cuadernos para los niños. Creían que era el principio de una nueva vida. No habían elegido aquello, pero iban a empezar de nuevo. Y por esta razón se comportaban con calma. Y para Rudi esto era esencial para los nazis. Necesitaban que las víctimas actuaran de manera calmada, ordenada, para que todo su sistema funcionara. Si hubieran entrado en pánico, si hubiera habido caos, no hubiera funcionado. O hubiera sido como si las marchas de la maquinaria se quedaran atascadas. Así que se dio cuenta de que la única forma para que alguien pudiese frenar la máquina asesina nazi era si rompían el engaño y rompían el velo de ignorancia detrás del cual se mantenía a los judíos de Europa. Y eso significaba contárselo al mundo. Así que alguien tenía que salir de Auschwitz para advertir a los judíos de Europa lo que significaba este lugar.

Jonathan FreedlanThorun Piñeiro

Estamos en un mundo en el que la verdad está constantemente asediada. Rudi nos recuerda que la diferencia entre la verdad y las mentiras puede ser la diferencia entre la vida y la muerte

–¿Qué lección podemos sacar de esta historia?

–La lección que extraigo es que la verdad es esencial, Es necesaria, pero a veces no es suficiente. Los hechos son esenciales, pero se tienen que poder creer. Y Rudi y Walter se encontraron con que mucha gente no quería creer. A veces por malas razones por el antisemitismo, porque consideraban que los judíos estaban exagerando. Pero también otras veces, por razones muy humanas. Era difícil de creer que algo tan terrible estuviera pasando. La gente no podía creer que algo tan terrible estuviera sucediendo e incluso muchos judíos no podían creerlo porque no podían soportar pensar que se enfrentaban a una destrucción inminente. Así que cuando informamos al mundo de elementos horribles, tenemos que tener en cuenta que simplemente con información no es suficiente. También hay que darle a la gente algo para que puedan creer. Tienes que garantizar que se crea y tener en cuenta que muchos obstáculos surgirán en quienes lo escuchen. Tienes que asumir que la gente va a trabajar mucho por no creer que se enfrente a la destrucción es demasiado terrible para aceptarlo.

–¿Por qué es necesario conocer la historia de Rudi?

–Bueno, creo que necesitamos escuchar la historia de Rudi, en parte porque fue un testigo ultra de uno de los mayores crímenes de la humanidad. Él estuvo en Auschwitz mucho tiempo. Algunos lograron sobrevivir unos meses. Muchos estuvieron solo días. Y él estuvo ahí casi dos años. Así que su testimonio es uno de los más detallados con respecto a este crimen de la humanidad. Pero también es una historia relacionada con la verdad. Estamos en un mundo ahora en el que la verdad está constantemente asediada. Hay mucha desinformación, las fake news, etcétera y él nos recuerda que la diferencia entre la verdad y las mentiras puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.