Castle Bravo: así fue como Estados Unidos realizó una de las pruebas nucleares más devastadoras de la historia
De las 67 pruebas que los Estados Unidos realizaron en estas islas durante los años 1946 y 1958, 23 se efectuaron sobre el atolón Bikini y 44 cerca del atolón Enewetak
«Salí corriendo para ver qué había pasado. Pensé que alguien estaba quemando la casa. Había una luz enorme y brillante que consumía el cielo», relata Lijon Eknilang, testigo de la detonación de Castle Bravo, la mayor explosión nuclear realizada por los Estados Unidos dentro de la Operación Castle. Era el 1 de marzo de 1954, el reloj marcaban las 6:45 horas de la mañana y «el suelo empezó a balancearse y hundirse» en el atolón Bikini, situado en las Islas Marshall, un archipiélago de más de mil islas en el Pacífico, a medio camino entre Hawái y Australia. «El fuerte ruido nos hacía daño en los oídos. Teníamos mucho miedo porque no sabíamos qué era. Los ancianos dijeron que otra guerra mundial había comenzado», recuerda Eknilang.
Acababa de explotar una bomba de hidrógeno a la que llamaron The Shrimp (El Camarón). Fue una de las primeras de este tipo que hicieron explosionar –la primera fue bautizada como Ivy Mike– con un alcance de 15 megatones, es decir, 1.200 veces más potente que las de Hiroshima y Nagasaki. En 2016 otro de los testigos de semejante impacto, Tony de Brum explicó que «varias islas se vaporizaron. Muchas personas murieron, sufrieron defectos de nacimiento y batallan el cáncer como resultado de la contaminación». Aquella explosión hizo que las Islas Marshall se coronasen con el título de el lugar con los niveles de radiación más altos que en Chernóbil y Fukushima y cuyas consecuencias siguen repercutiendo en este archipiélago con cerca de 70.000 habitantes.
Desarrollo de armas nucleares
Uno de los grandes protagonistas de la Guerra Fría fue la carrera armamentista que realizaron las potencias para desarrollar armas nucleares. Estados Unidos decidió, entonces, realizar sus pruebas en las Islas Marshall, que pasaron a administrar tras liberarlas de Japón en la Segunda Guerra Mundial, ya que algunos de sus atolones (islas en torno a arrecifes de coral) presentaban las condiciones adecuadas: una ubicación aislada, poca población y un clima estable.
En 1946 comenzarían las pruebas con la Operación Crossroads en el atolón Bikini. Dos años más tarde, la Unión Soviética era quien detonaba su primera bomba atómica, a lo que el Gobierno norteamericano respondió con una mayor inversión en la investigación y desarrollo de la bomba termonuclear realizando su primera prueba en 1952 en la Operación Ivy en el atolón Enewetak. Dos años más tarde inaugurarían la Operación Castle que consistiría en una serie pruebas nucleares (Bravo, Romeo, Koon, Union, Yankee y Nectar) realizadas en las islas Marshall.
De las 67 pruebas que los Estados Unidos realizaron en estas islas durante los años 1946 y 1958, 23 se efectuaron sobre el atolón Bikini y 44 cerca del atolón Enewetak, esparciendo partículas radioactivas en todo el archipiélago.
La mayor explosión atómica
El objetivo de estas operaciones era poner a prueba los diseños de un arma termonuclear y una vez comprobado su efectividad en 1952 con la bomba Ivy Mike que hizo desaparecer del mapa la isla Elugelab del atolón Enewetak dejando en su lugar un cráter de 2 kilómetros de diámetro y más tarde engullido por el mar; los ingenieros pasaron a diseñar un prototipo que los aviones bombarderos pudiesen transportar hasta Moscú.
Instantes después de la detonación de «el camarón» se formó una bola de fuego de casi siete kilómetros de altura. La explosión creó un cráter de dos kilómetros de diámetros y 75 metros de profundidad y la nube en forma de hongo que se generó alcanzó una altura de 14 kilómetros en tan solo un minuto. Debido a un error de calculo gravísimo, la potencia de la bomba fue tres veces mayor de lo que esperaban los ingenieros estadounidenses y como consecuencia, la contaminación radioactiva superó ampliamente las previsiones que manejaban los mandos militares de la época y acabó provocando una auténtica catástrofe medioambiental. Además la contaminación radioactiva llegó a los atolones Rongelap y Rongerik. Los habitantes de estas islas sufrieron en sus propias carnes las consecuencias de este desastre nuclear.
«Mi propia salud se ha resentido como consecuencia del envenenamiento por radiación. No puedo tener hijos. He tenido siete abortos», explicó Eknilang en 2003. Aunque fueron evacuados rápidamente, un número significativo de sus descendientes han sufrido malformaciones congénitas debidas a las altas cotas de radiación a las que se vieron expuestos sus padres: «Las mujeres han sufrido muchos cánceres reproductivos y anormales. Las marshalesas sufren en silencio y de forma diferente a los hombres que estuvieron expuestos a la radiación», continua el testimonio de esta lugareña.
Las terribles consecuencias y los efectos a largo plazo de la contaminación radiactiva de este ensayo nuclear motivó la firma del Tratado de prohibición parcial de las pruebas nucleares de 1963.