Cómo el cine ha contado la Independencia de Estados Unidos: ¿muchos estereotipos y poco rigor histórico?
A finales del siglo XX, la sociedad y la crítica cinematográfica no aceptaba una mera alabanza de la guerra, ni siquiera en las películas de época, desde el trauma del conflicto de Vietnam
Como consecuencia del bicentenario (1776-1976) de la guerra de la Independencia Norteamericana, se editaron estudios que reivindicaban la mirada y el sentimiento de los grupos populares. En consonancia con ellos, se filmó Revolution en 1985, dirigida por Hugh Hudson. Al Pacino interpretó a Tom Dobb, cuyo único bote es requisado para suministros, mientras él y su hijo son reclutados de mala gana. Deben pasar seis meses y sufrir el trato vil de los británicos para que el conflicto y la causa americana se conviertan en algo personal para el protagonista. El film está lleno de estereotipos: los británicos eran sádicos, malvados y decadentes, los norteamericanos pro-británicos unos degenerados, los indios tenían bondad y nobleza.
A diferencia de otros films sobre el siglo XVIII, Revolution presentó la sociedad colonial sucia y mugrienta, bastante diferente de la que mostraban otras películas como Barry Lyndon. Los nuevos ricos se mostraron de manera crítica, aunque los propios revolucionarios no parecían ser mucho mejores que aquellos a los que intentan combatir. Desde luego, el guion intentó centrarse en el efecto de la guerra sobre las personas sencillas y corrientes, soldados o sargentos, evitando la visión de los grandes protagonistas. La posibilidad de mostrar el conflicto como una guerra civil queda reducido a las diferencias entre la mujer protagonista y sus hermanas.
Para lograr una cierta ambientación, se mostraron diversos acontecimientos históricos significativos acaecidos durante esa época, como los preparativos y parte del desarrollo de la batalla de Long Island. Tras la misma, Tom Dobb intenta escapar de la guerra con su hijo desertando ambos del Ejército Continental, pero los ingleses no le dejarán en paz. Después de utilizarle como presa en una cacería, volver a escapar de ellos y rescatar a su hijo, Dobb se refugia en las montañas con los indios. Tres años después nos encontramos a Tom Dobb en el asedio de Yorktown. Allí ajustará cuentas con el sargento mayor Peasy, el cual había matado anteriormente a su hijo. Tras vengarse del sádico suboficial británico, Dobb descubre que el pagaré que las fuerzas norteamericanas le dieron por la requisa de su barca, al comienzo de la guerra y del film, se encuentra devaluado. Toda una reflexión sobre el coste de los conflictos y las consecuencias de los mismos sobre las personas corrientes.
Un película más exitosa y diferente fue El Patriota (2000), protagonizada por Mel Gibson, el cual interpretó a Benjamín Martin, un veterano luchador, viudo y con siete hijos que vive en su granja en Carolina del Sur. A pesar de que está hastiado de la guerra se involucra en el conflicto como consecuencia del trato de las tropas británicas, perdiendo a su hijo Gabriel. La película iba a estar basada en la historia real de Francis Marion (1732-1795), conocido como «el Zorro de los Pantanos», pero su poca halagüeña biografía –dueño y traficante de esclavos, exterminador de indios– hicieron desestimar la idea. Como los historiadores se mostraron críticos con este tipo de biografías fílmicas desde la segunda mitad del siglo XX, el director, el productor y el guionista se inventaron una vida nueva para un nuevo héroe.
La película presentó numerosos mensajes indirectos al espectador: la defensa de la Patria es la defensa de la Familia, como se aprecia en las primeras escenas hogareñas, cuando el protagonista quiere hacerse una mecedora; la fe, el hogar y la familia fueron los pilares de la patria estadounidense que, cuando se vio amenazada, no tuvo más remedio que defenderse. En la escena donde Benjamín acude a la asamblea local, se ofrecen otras causas del conflicto más conocidas por el espectador: la responsabilidad del gobierno de Londres, los elevados impuestos que pagan las colonias sin contrapartidas importantes. No se discute que la sociedad colonial se dividió en dos bandos, pues incluso se alude a la milicia colonial realista y el principal enemigo de Benjamín se convierte en un feroz jefe de la caballería británica, pero éste aparece caricaturizado como un traidor.
Y es que los partidarios de la unión con Gran Bretaña aparecen en el film entre la caricatura, la crueldad y el miedo, incluso el general Cornwallis, un personaje histórico. Casi todos son presentados como aristócratas frente a los colonos, vestidos de manera más burguesa. Visión que resulta absurda teniendo en cuenta que la acción se desarrolla en un estado del Sur, donde abundaban los colonos con esclavos. Eso sí, el protagonista no posee seres humanos, y los que podían ser esclavos son libertos, siendo el único esclavo que aparece en el film un soldado que se une a la milicia en lugar de su amo y que, al final, los colonos le aceptan como un igual, pues lucha como ellos. Este fue un claro mensaje a la comunidad afroamericana y una aceptación del papel de los negros en la lucha aunque el historiador duda si el guionista les quiso introducir en la historia a la fuerza, inventándose una visión edulcorada. Precisamente, los británicos proclamaron que otorgarían la libertad a todo negro que se uniera a sus ejércitos, lo cual llevó a numerosos propietarios a apoyar al bando rebelde.
La mujer no aparece sino como un apoyo a los hombres, siendo significativo que el protagonista fuera viudo, ya que la película fue un homenaje a los padres de la patria americana, pero algunos críticos sospecharon que lo que se defendía también era la familia patriarcal, al glorificar al padre, pronunciándose esta palabra en más ocasiones que en otros guiones.
A finales del siglo XX, la sociedad y la crítica cinematográfica no aceptaba una mera alabanza de la guerra, ni siquiera en las películas de época, desde el trauma del conflicto de Vietnam. Por ello, el guionista mezcló escenas donde el héroe la rechazaba, pues la había conocido antes; las escenas de batallas muestran crudamente la violencia, como cuando una bala de cañón decapita a un soldado; pero, en otros momentos, se justifica, llegando un militar a sentenciar que «La guerra es el único camino». Desde un punto de vista histórico, resulta adecuado el tipo de guerra de guerrillas y de desgaste que se presenta, pues fue utilizado en Carolina del Norte y Georgia, colonias que retuvieron los británicos durante un tiempo.