Historias de infiltración: la guerra sucia y la actuación del maquis en la España franquista
El régimen franquista dio por terminada la guerra el 1 de abril de 1939, pero se recrudeció entre 1942 y 1952 bajo el secretismo, las torturas y los asesinatos, aplicando la Ley de Fugas
Esto de la guerra sucia nos suena a moderno, GAL etc. Pero nos vamos a remontar a los años 40, en la dura posguerra española. A un relato entre el western y el cine negro, pero con la particularidad de no ser ficción.
El «maquis» –nombre originario de Francia de un tipo de maleza, la maquia, asociada a la ocultación furtiva– en rigor no se llamaba así. Se autodenominaban «guerrilleros», y la gente donde operaban les llamaba «los fugaos». Pero el término ha hecho fortuna. Eran en general, aunque habría algún nuevo incorporado, los excombatientes huidos de la derrota en el norte en 1937, y en el resto de España en 1939. A partir de 1944, la caída de Francia en manos aliadas hizo real el peligro de la reanudación de la Guerra Civil. Sólo en el Valle de Arán, durante unos días, llegaron a la ocupación convencional. El peligro para la España de Franco comenzó a remitir en 1948. Vamos a relatar el principio del fin.
Entre 1943 y 1950 se registraron 8.054 acciones, alcanzándose el máximo en 1946 con 1.558 actos y 1947 con 1.463. Murieron, en cifras del teniente coronel de la Guardia Civil Eulogio Limia, 2.824 guerrilleros. Otros 3.211 fueron hechos prisioneros, mientras que la Guardia Civil sufrió 243 muertos y 341 heridos. Si a los primeros sumamos los fusilados y a los segundos los caídos civiles, de ejército o policía, ambas cifras superan los 3.000 y 300 respectivamente.
Operaciones encubiertas por toda España
Evocamos a Francisco Cano Román, nacido en Tetuán en 1908, Sargento Ingenieros en febrero de 1935. Miembro del Servicio de Inteligencia del Ejército, alcanzó el grado de capitán. Colaboró con FET más que con la policía civil o el Ejército, al que pertenecía. Operó a la cabeza de un autoproclamado «Ejército de Resistencia», emprendieron diversas operaciones encubiertas por toda España, como el intento de infiltración en la guerrilla de Vivero en mayo de 1947, el desmantelamiento de la dirección clandestina del PCE y la caída de la guerrilla asturiana el 27 de enero de 1948, que acabó con la muerte de 19 luchadores antifranquistas, entre ellos Onofre, Boger, Caxigal y los Castiellos.
La operación tuvo como controlador a Luis González Vicent, un falangista muy conocido luego en medios de medicina deportiva, Atlético de Madrid y Selección Nacional. Gutiérrez Mellado presentó a Vicent, delegado de información de FET, dos eficaces agentes: «El Francesito» y «Don Carlos» (nombres de guerra). El contacto inicial, fue como comunistas en una misma celda en Carabanchel con Pin el del Condado, con ofrecimiento de explosivos. Ya en Asturias, con la documentación de Pin identifican a los agentes de la escuela de terrorismo de Toulouse. (Otro infiltrado, para el medio anarquista, siempre más fácil, era «Alvarado»). «Don Carlos» hablaba francés y árabe, y estaba picado por la viruela, con un aspecto de hombre duro. En Oviedo vivía en el hotel Principado. La policía le vigilaba, más por celos profesionales que por desconocer su papel. Camilo Alonso Vega, (apodado «Camulo» por fama de brutote), director de la Guardia Civil, prestó dos de sus hombres expertos en comunicaciones. «Don Carlos» proporcionaría tres emisoras al maquis, «regalo de una embajada»; era cierto, de la cerrada de Alemania.
Se trataba de provocar una reunión suficiente numerosa de maquis, para darles el pasaporte definitivo. Se les ocurrió que un buen desembarco de armas lo justificaría. Al que ponía objeciones al plan le acallaba diciendo: «pareces socialista». Una acusación de tibieza y cobardía para un comunista.
El plan inicial era San Vicente de la Barquera, donde contarían con la complicidad de un ayudante de Marina. Pero el sargento Fernández, de la Guardia Civil, pidió al coronel Blanco Novo un favor especial y corporativo. El supuesto desembarco debía ser en la playa de la Franca, oriente de Asturias. Allí, en 1937 los Castillejos, habían participado en el fusilamiento de 107 personas, de las que 84 eran Guardias Civiles prisioneros. El sargento Fernández contaba con el cabo Artemio, implacable, y muy diestro en el combate cuerpo a cuerpo.
Controlando al infiltrado, Vicent, dos falangistas y cuatro guardias (uno de ellos Gómez de la Roces, hijo de otro asesinado en 1934, el padre del que fue presidente de Aragón ya en democracia). A los Castillejos les lleva personalmente en coche Don Carlos. El coronel Blanco no se fiaba del todo y estaba cerca en un hotel en construcción, con una cámara de cine. En la arena, un pesquero había dejado cajas de armas, en realidad de la GC. Don Carlos demostró su funcionamiento ametrallando a los sorprendidos Castillejos, entre otros, hasta ocho.
El fin de los últimos maquis
Una operación similar en la playa de San Antolín no prosperó, por la delación de una mujer. En otro lugar, Monte Coya, salió todo según plan, el cabo Artemio abatió a Onofre, cuchillo en mano. Pin escapó, pero cayó al poco. En Santo Emiliano, Vicent, que no quería quedarse tras el telón y había sido capitán en la Legión, abatiría a «Tarzán», (un apodo que se repite para hombre fuertes; hay otro «Tarzán» en el maquis del Pirineo). mientras «Don Carlos» y el sargento Fernández matan a Boger, Manche y otros dos. Sigue una gran cadena de arrestos, entre ellos, el dueño del hostal donde había dormido el coronel en Infiesto. El balance total fue de 19 maquis muertos. El jefe del PCE en Piloña cantó del plano toda su lista. Curiosidad. Franco dio 100.000 pesetas a Vicent para repartir como premio; 40.000 fueron para «Don Carlos».
Francisco Cano, figuraba en el Grupo Militar Temporal de Servicios Civiles de la Diputación Provincial de Almería, fue declarado muerto el 25 de octubre de 1955 en un accidente de bicicleta en Cantoria ( Almería ). Otras fuentes afirman que efectivamente murió en Madrid el 19 de septiembre de 1972. Hubo más operaciones, pero el maquis más duro, el asturiano, se fue extinguiendo.