100 años
El día que el líder anarquista Salvador Seguí fue asesinado a balazos
Pocos días antes de ser asesinado, recibió una carta de Francesc Macià. En ella, el futuro presidente de la Generalidad lo avisaba que querían matarlo
Salvador Seguí Rubinat, dirigente anarquista catalán, conocido popularmente como «el noi del sucre», murió asesinado el 10 de marzo de 1923, hace 100 años, entre las calles San Rafael y Cadena –barrio del Raval de Barcelona–. Se le conocía como «el noi del sucre» porque acostumbraba a comerse los terrones de azúcar que le servían en el café.
Seguí nació en Lérida en el 1887. En pocos años se convirtió en una de las figuras clave del anarcosindicalismo catalán, por su lucha pacífica y al ser un hombre de consenso. Impulsó Solidaridad Obrera y CNT. Desde 1918 fue secretario general de la CNT. Al año siguiente, hasta 1922, Cataluña vivió en estado de excepción impuesto por el gobernador civil Severiano Martínez Anido. También estaban suspendidas las garantías constitucionales. En 1919 se declaró una huelga general en la fábrica La Canadiense, por la cual acabó en la cárcel. En 1920 lo deportaron al castillo de la Mola en Mahón.
De 1921 a 1923 se asesinó a nueve patrones, 13 directivos de empresas, dos policías y 128 dirigentes obreros sindicalistas
«Atacado y socarrado»
La violencia por las calles barcelonesas estaba a la orden del día. De 1921 a 1923 se asesinó a nueve patrones, 13 directivos de empresas, dos policías y 128 dirigentes obreros sindicalistas. Manuel Buenacasa dice sobre Seguí que «nadie en España le igualaba por entonces como orador de masas; en mi opinión, nadie ha llegado a igualarle, hasta hoy. Fue en su tiempo el hombre más popular del país. Y en su región natal, verdadera institución. Las más eminentes personalidades de Cataluña sentíase honrados con la amistad de Seguí. Entre los hombres de la CNT, los amigos del Noi formaban una legión». Y el líder anarquista Joan Peiró le describió como «el indomable, de los que saben mantener su criterio con toda independencia, y por eso tuvo enemigos irreconciliables entre sus propios compañeros, cuya generalidad de esos enemigos han comprendido luego el inmenso valor perdido para nuestros medios desde el día en que las balas asesinas abatieron por siempre a Salvador Seguí».
Bajo este estado excepcional Seguí era el objetivo de propios y extraños. Como escribió García Oliver «Seguí era de continuo atacado y socarrado, como si fuese el enemigo y no tuviésemos enfrente a la sociedad burguesa y a sus armados sostenedores».
Seguí anunció su disposición de colaborar con los socialistas en una campaña por la retirada de España de Marruecos. Pocos días antes de ser asesinado recibió una carta de Francesc Macià. En ella, el futuro presidente de la Generalidad lo avisaba que querían matarlo. Se intentó ponerle dos policías de guardaespaldas. Decimos se intentó, porque se negó.
Participó en un mitin en Tarragona. El viernes 9 de marzo de 1923, con su mujer y su hijo, fue al Teatro cómico, en el Paralelo de Barcelona, a una función benéfica a favor de los presos políticos. Cuando salieron del teatro volvieron a casa en taxi. Su mujer comentó tiempo después:
«Al regreso cogimos un coche. Era tarde y vivíamos lejos, en la barriada de la Sagrada Familia. Me fijé que el chofer no para de mirar por el retrovisor: un coche nos estaba siguiendo. Llegamos a casa y el coche detrás. Seguí despidió al chofer que nos había llevado y fuimos a entrar. El coche que nos seguía se detuvo delante de nuestra puerta. (…) Él salió y se puso entre nosotros y el coche: si tenéis valor, disparad. No llevaba revolver ese día, iba desarmado… Supongo que al verme embarazada y con el pequeño Heleni al lado, debieron de pensar que ya lo encontrarían otro día solo, que aquello iba a ser una carnicería… El caso es que se marcharon».
El día de su asesinato
Llegamos al 10 de marzo de 1923. Seguí fue al Bar Tostadero a cobrar un trabajo de pintura. Aparte de su dedicación a loa CNT se ganaba la vida como pintor. En aquella ocasión había realizado, con otros compañeros, unos trabajos al abogado sindicalista Lluís Companys. Después tenía que verse con Pere Foix. Con su amigo Francesc Comas Pagés, conocido como Perones, marcharon al Bar La Torna. Perones entró para comprar tabaco. Mientras Seguí lo esperó fuera. El bar estaba situado entre las calles San Rafael y Cadena.
Eran las 19 horas. Tres pistoleros dispararon contra él. Entre ellos estaba Inocencio Feced, del Sindicato Libre. Perones también quedó muy mal herido, falleciendo pocas horas después del atentado. Para salvaguardar posibles altercados, manifestaciones y linchamientos, el 12 de marzo su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Montjuic, en un nicho anónimo. Explica su mujer que «no me dejaron ir a verlo, pero Castella fue con Heleni para que este viera a su padre por última vez. Mejor que no hubiese ido, porque se asustó al verlo tan desfigurado por las balas y se puso a correr cuesta abajo, allí en el cementerio, y no podían detenerlo». También estaba Lluís Companys.
Poco después de su muerte se convocó una huelga de transportistas. Barcelona era una ciudad ingobernable
La CNT convocó una huelga general para el 13 de marzo. Aquel día también asesinaron al anarcosindicalista Francesc Comas. La policía quiso cargar la culpa de la muerte de Seguí a los anarcosindicalistas. En realidad el atentado lo organizó Pere Martí Homs, que ya había ideado el de Francesc Layret. La operación fue financiada por el empresario Matíes Muntadas, propietario de la fábrica La España Industrial.
Sin embargo, muchos consideraron que el atentado lo llevaron a cabo miembros del Sindicato Libre y la patrona. Su mujer, Teresa Muntaner, en 1973 declaró:
«Cuando le dispararon, cayó enseguida, pero todavía tuvo fuerzas para sacar la Browning que aquel día sí la llevaba encima. Pero no duró casi nada. La mujer de Ángel Pestaña, que vivía cerca de allí, al interesarse del asesinato, acudió con ropa para taparlo. Perones quedó herido en el vientre, lo llevaron primero a una tocinería cercana y después al hospital de San Pablo. Vivió veinticuatro horas».
El asesinato de Salvador Seguí fue un punto de inflexión. Poco después de su muerte se convocó una huelga de transportistas. Barcelona era una ciudad ingobernable. El capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, decidió dar un golpe de estado el 13 de septiembre de 1923.