Picotazos de historia
Faruk de Egipto, un Rey excéntrico, caprichoso y violento
Representaba la esperanza de un nuevo futuro, pero Faruk empezó a mostrar una indiferencia, cuando no desprecio, hacia su pueblo que rayaba lo criminal
Si hubiera vivido usted en Egipto en los años cuarenta del siglo pasado, inmediatamente hubiera sido informado que no podía tener un coche rojo. Podía poseer el automóvil que quisiera, de la marca que más le gustase pero el color rojo estaba reservado para los automóviles del Rey Faruk. Y había una real orden en tal sentido, refrendada por el gobierno y de obligado cumplimiento. Estos coches –los de color rojo– podían estar siendo conducidos por el propio Rey y por ese motivo la policía no los detendría jamás. Por otro lado, si lo veías avanzar hacia ti, era recomendable salir zumbando buscando refugio: era por todos conocido que Su Majestad conducía como un psicópata y no paraba por nada.
Faruk de Egipto (1920 – 1965) fue «por la gracia de Dios, Rey de Egipto y de Sudán, soberano de Nubia, Kordofán y Darfur», fue el décimo gobernante de Egipto del linaje de Mehmet Alí (1787 – 1849), el segundo en tener el título de Rey y el último de su dinastía en gobernar. Dejó tras de sí un país arruinado que le rechazó y fama de un carácter caprichoso y exuberante; mezcla de déspota oriental y niño malcriado.
Con tan solo dieciséis años se encontró como soberano absoluto de su pueblo
Único varón de los cinco hijos de Faud I, apenas salió de palacio durante su infancia. Sólo veía a su madre una hora al día y los sirvientes le saludaban besando el suelo que pisaba, lo que no ayudó en nada a formarle un carácter y si en deformarle el suyo. El 28 de abril de 1936 falleció su padre y él, con tan solo dieciséis años se encontró como soberano absoluto de su pueblo. Al principio fue aclamado –el «Bienamado» le llamaron–; era joven, delgado, con ojos azules y buena planta. Representaba la esperanza de un nuevo futuro, pero Faruk empezó a mostrar una indiferencia, cuando no desprecio, hacia su pueblo que rayaba lo criminal. Acostumbraba a arrojar pelotas de ping-pong desde su avioneta: el afortunado que la encontrara y la llevara a su palacio recibiría alguna chuchería.
Soñó que era devorado por un león y, para superar el disgusto, cogió el coche, se plantó en el zoo de El Cairo y mató a tiros a los leones que tenían. Sus gastos se hicieron cada vez más exagerados y su gusto por la suntuosidad condujeron al país a una crisis económica. El contraste entre las privaciones de los Egipcios, debido a las restricciones por la Segunda Guerra Mundial, las malas cosechas, epidemias, etc. y el derroche que los caprichos de Faruk suponían, era hasta doloroso de contemplar.
Fue derrocado por un golpe de Estado dirigido por los militares Nasser y Naguib
Por ello fue perdiendo el favor de su pueblo y, el 23 de julio de 1952, fue derrocado por un golpe de Estado dirigido por los militares Nasser y Naguib. La nueva república se quedó con sus palacios, sus joyas y automóviles y con todo lo que no pudo llevarse. Entre las montañas de objetos que dejó se contaba la mayor y más completa colección de pornografía del mundo.
El 18 de marzo de 1965, Faruk se dirigió al restaurante Ile de France, en Roma. Era uno de sus restaurantes favoritos y allí le conocían bien. Fue conducido a su mesa favorita, donde despachó –a una velocidad vertiginosa–: una docena de ostras con salsa de Tabasco, pastel de langosta, cordero asado con patatas asadas al Armagnac, dos naranjas, una mandarina, dos botellas de agua, una de vino y una coca cola. Se desplomó sobre la taza de café. Muerto. Tenía 45 años de edad y pesaba 140 kilos.