Fundado en 1910

Los Reyes Católicos reciben a Cristóbal ColónGTRES

«Señores, mi fe no era un sueño»: el regreso de Colón y la recepción de los Reyes Católicos en Barcelona

Ante los Reyes, el genovés dijo: «He pisado el suelo indiano y en él tremola el pabellón hispano al lado del Santo emblema del Cristianismo»

Tal y como se narra la Historia, da la sensación de que sigue un orden perfecto en el que los eventos acaecen sucesivamente, y en el que sus protagonistas son conscientes de la categoría de sus actos. Sin embargo, cuando se estudia un momento preciso de la misma y, a la vez, se calibra la importancia de este en el devenir de los tiempos, podemos darnos cuenta de que normalmente no es así. Eso fue lo que ocurrió, por ejemplo, con la llegada de Colón a la Corte de los Reyes Católicos, asentada en ese momento en Barcelona, en abril de 1493, hace 530 años.

Don Luis Suárez Fernández, uno de los mayores expertos en el reinado de Fernando e Isabel, glosó en la biografía de la Monarca −Isabel I, Reina (1451-1504) (Ariel, 2000)−, la llegada del marino a Barcelona, donde fue recibido por los Reyes Católicos en el salón en el que se reunía el Consejo de Ciento. Allí Colón les presentó a varios caribes taínos que le acompañaban, así como extraños artefactos y objetos de oro. A partir de ahí, el egregio historiador pasó a enumerar las medidas adoptadas por la pareja para legitimar los títulos que hicieron suyas las tierras recién descubiertas, apenas incidió en las dudas que tuvieron los protagonistas sobre lo que se presentaba ante ellos.

Ha regresado trayendo como pruebas muchas cosas preciosas, pero principalmente oro que, naturalmente, se produce en aquellas regionesPedro Mártir de Anglería

Sin embargo, un testigo directo del recibimiento, el humanista italiano Pietro Martire d’Anghiera (españolizado como Pedro Mártir de Anglería), narró de forma distinta la escena en una carta redactada el 14 de mayo de 1493: «Hace pocos días volvió de las antípodas occidentales cierto Colón, de Liguria, quien a duras penas consiguió de mis Reyes tres naves, porque creían quiméricas las cosas que decía. Ha regresado trayendo como pruebas muchas cosas preciosas, pero principalmente oro que, naturalmente, se produce en aquellas regiones…».

Óleo de Francisco García Ibáñez. La llegada de Colón a Barcelona a mediados de abril de 1493 y recibido por los Reyes Católicos

Un viaje imposible

Esta es la primera referencia que Anglería hace del Nuevo Mundo en su epistolario, cuya última edición comenzó en 1953, cuando fue traducido por José López de Toro del latín al español en cuatro volúmenes. En opinión del humanista, el de Liguria −es decir de Génova o sus alrededores− había logrado que se le concediesen tres naves para su derrotero por un golpe de suerte, confianza ciega, o por la necesidad que tenía Castilla de abrir una ruta alternativa a las islas de las especierías en manos del vecino Reino de Portugal. Lo que está claro es que el matrimonio regio había pensado que era una quimera difícilmente alcanzable. Sin embargo y contra todo pronóstico, Colón había logrado presentarse delante de Isabel y Fernando con habitantes de las tierras a las que había arribado, así como con oro, el preciado metal que deseaba Europa entera. Aun así, de las palabras de Anglería se desprende cierto tono escéptico y poco proclive a darle mayor importancia.

Está claro es que el matrimonio regio había pensado que era una quimera difícilmente alcanzable

Al transcurrir el tiempo, y al conocerse con mayores detalles el periplo de la Pinta, la Niña y la Santa María, sus actores y los testigos empezaron a calibrar la importancia de la hazaña lograda. En otra de sus cartas, escrita el 13 de septiembre de 1493, Anglería se mostró exultante, dejando atrás la prevención mostrada anteriormente: «Cierto Cristobal Colón, de Liguria, con tres navíos que le dieron mis Reyes, siguiendo desde Cádiz al sol poniente, ha llegado hasta las antípodas, a las cinco mil millas, navegando durante treinta y tres días continuos sin ver más que cielo y agua. Tras esto, desde la cubierta de la nave mayor, en que era transportado Colón, los vigías gritaron: ¡Tierra! Recorrió por mar seis islas. Descendió a tierra en una de ellas, que cuantos lo siguieron, atraídos por la novedad del caso, proclaman es mayor que toda España. Detúvose allí algunos días y descubrió que aquella tierra, naturalmente, produce oro, algodón, aromas oblongos en forma de cinamomo y redondos como la pimienta, árboles de la cochinilla, ámbar color verde y abundancia de otros muchos productos preciosos entre nosotros. Como muestra trajo una pequeña cantidad de cada uno de ellos.»

Trascendencia del viaje

Gradualmente España y Europa comenzaban a darse cuenta de lo que Colón había alcanzado, daba igual que, como el mismo Anglería dudaba, las tierras encontradas estuvieran situadas justo delante de la China y el Japón, lo importante es que se había llegado a un territorio hasta ahora desconocido por el mundo occidental. El interés de Anglería nunca decayó, a pesar de que jamás pisó las tierras descubiertas y, gracias a la relación epistolar que mantenía con sus contactos al más alto nivel, fue el primer historiador en escribir una historia del Nuevo Mundo De Orbe Novo o Décadas del Nuevo Mundo (Polifemo, 1989).