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Eduardo Barreiros, una de las figuras más importantes en la historia de la automoción y el transporte en EspañaReal Academia de la Historia

Dinastías y poder

Los Barreiros y el SIMCA 1000

Fue uno de los exponentes de la creación de la incipiente clase media devenida del despegue económico español. Aunque le pese a la Ley de Memoria Democrática

De un taller de Orense y regentar líneas de autobús a convertirse en el Henry Ford español. Sus motores diésel revolucionaron el parque automovilístico nacional en plena era del desarrollo. Los camiones Barreiros comenzaron a llenar las calzadas patrias y su nombre se codeaba con las élites del franquismo pese a ciertas reticencias del INI de Juan Antonia Suances. Fue uno de los exponentes de la creación de la incipiente clase media devenida del despegue económico español. Aunque le pese a la Ley de Memoria Democrática. Mariluz Barreiros, hija del gallego, se convirtió en una especie de Marta Ortega de los sesenta. Su segundo matrimonio con Jesús Polanco, adalid del intelectualismo progre que inundó la primera España postransición, unía la dinastía con los nuevos poderes económicos de España.

Fue uno de los grandes empresarios que contribuyeron a crear la clase media responsable de la Transición que muchos quieren borrar

Las nuevas generaciones solo saben de su existencia por eso de «hacer el amor» que popularizaron Los Inhumanos a finales de los ochenta. Los más pudientes utilizaban el Dodge. Pero el artífice de aquel 'boom' de la automoción que permitió a los trabajadores españoles cumplir el sueño americano de tener coche, utilitario y familiar, fue un gallego de pro. Orensano para más detalle, de la aldea de Gundiás. Eduardo Barreiros nació en 1919 cuando España vivía los años de crisis de la monarquía liberal de Alfonso XIII, en un país aún rural que despertó a la industrialización de la mano de Miguel Primo de Rivera.

Su padre ya se dedicaba a la mecánica, en un pequeño taller que consiguió licencia para fletar los autobuses que cubrían la línea hasta la ciudad del Miño. Eduardo, enérgico, voluntarioso y esforzado, ayudaba en la mecánica hasta que con el inicio de la Guerra Civil cumple el servicio militar en el frente, en el tercio Abárzuza y después como conductor de uno de los autobuses de la familia que había sido requisado para el transporte de soldados y heridos desde La Coruña a Oviedo. Luego se casó con Dorinda Ramos, de un pueblo vecino pero más rica. En Orense abrieron un taller y en Madrid alquilaron unos talleres en Villaverde Bajo, en los que a mediados de los cincuenta empezó a gestarse su imperio: el proyecto empresarial industrial privado más importante de España a lo largo de los años 50 y 60.

Autobús Chevrolet que adquirió tras su aprendizaje como conductor de transportes en la Guerra Civil

Eduardo Barreiros experimentó y consiguió convertir los motores gasolina en diésel, en pleno racionamiento de combustible. Así contado parece sencillo, pero no lo debió de ser tanto. En 1963, la factoría Barreiros daba empleo directo a 25.000 personas e indirecto a más de 100.000. Dijo de él el exministro Manuel Fraga, que hoy hubiese sido tan importante como el de Arteixo, refiriéndose al dueño de Inditex, pero no lo fue. Sus productos se exportaban a 27 países, entre ellos el Chile de Salvador Allende, quien pese a su izquierdismo cambió los Fiat por los camiones del régimen de Franco, en los días del ministro López Bravo.

Eduardo Barreiros tuvo una única hija que llegó a adulta, Mariluz que creció con otra dispendia económica. Se educó en colegios de élite y estudió en Londres alojada en la Embajada Española de don Manuel. De vuelta a España, la joven tuvo una fabulosa fiesta de puesta de largo en la que vistió un estupendo Valentino que acababa de adquirir en Roma. Poco después contrajo un primer matrimonio con Alberto Comenge, con el que tuvo sus dos hijos. Fue también, una de las primeras mujeres en acogerse a la ley de divorcio de 1981 en pleno proceso de cambios sociales.

Fue también, una de las primeras mujeres en acogerse a la ley de divorcio de 1981 en pleno proceso de cambios sociales

Mariluz sabía que un día tutelaría la herencia de aquel imperio que se había asociado a la estadounidense Chrysler. La factoría siguió creciendo y también las ansias de expansión internacional. Mariluz y su padre visitaron la URSS de Gorvachov, donde había un parque móvil de tres millones de vehículos parados. La idea no fructificó, aunque si en Cuba, la Cuba de Fidel que veía buenas posibilidades de negocio. Idas y venidas hasta que un infarto en La Habana en 1992 terminaba con la vida del revolucionario del motor.

Por entonces, Barreiros había vendido su parte de la empresa a Chrysler y refundado su sociedad como DIMISA, que fue la que fabricó los motores Taíno que surtieron a Fidel. Entremedias, Mariluz se casaba con Jesús de Polanco un editor dispuesto a revolucionar el panorama informativo de esa España que había dicho adiós al franquismo. Hoy pervive la Fundación Eduardo Barreiros y el impulso de la dinastía para devolver este apellido a la historia de nuestro país. Su nombre fue uno de los grandes empresarios que contribuyeron a crear la clase media responsable de la Transición que muchos quieren borrar.