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Puerta de Alcalá en Madrid exaltando el Comunismo durante la represión republicana

Miedo y admiración ante la llegada del primer embajador soviético a la España de 1936

Altas instancias políticas de Moscú consideraron necesario instalar una representación oficial en la España republicana, pues Stalin había decidido ayudar al Frente Popular español

Al poco tiempo de estallar la Guerra Civil llegó a Madrid el primer embajador de la Unión Soviética, Marcel Israelevich Rosenberg. Altas instancias políticas de Moscú consideraron necesario instalar una representación oficial en la España republicana, pues Stalin había decidido ayudar al Frente Popular español desde que el 25 de julio de 1936 éste solicitara su ayuda para abastecerse de armas. Pero también la cúpula soviética consideró que no se encontraba suficientemente informada de los asuntos de ese país, por lo que, instalándose oficialmente en Madrid, se podía proporcionar mayor y mejor cobertura a los operativos de sus servicios secretos.

El 27 de agosto Rosenberg se instaló en el Hotel Alfonso, hasta que a finales de septiembre se trasladó a uno de los hoteles más lujosos, el Palace, donde ocupó tres pisos. La delegación soviética tuvo a su servicio unos 40 policías españoles pero también prestaron servicio voluntario al embajador un grupo de milicianos de Artes Blancas, de filiación socialista y comunista.

Todo ello demostraba las esperanzas depositadas por parte de los revolucionarios españoles en los soviéticos

Policías y milicianos tuvieron un desencuentro al disputarse el honor de acompañar a Rosenberg en sus salidas, llegando al acuerdo final de que el automóvil del embajador sería seguido de dos vehículos de escolta: primero el de la policía y segundo el de las milicias. Todo ello demuestra la importancia que, oficialmente, se otorgó al apoyo de la URSS al bando republicano y de las esperanzas depositadas por parte de los revolucionarios españoles en los soviéticos, salvo los anarquistas y los troskistas, que temieron que su llegada les impidiera conseguir sus objetivos revolucionarios.

La presencia del embajador soviético produjo una mezcla de expectación y recelo en numerosos diplomáticos extranjeros, pues, para ellos, confirmaba sus temores de que la revolución social, que se estaba produciendo en la España republicana, contaba con el decidido apoyo ruso. En septiembre llegaron abiertamente a los puertos españoles barcos soviéticos cargados de alimentos y tanques T-26. El 15 de octubre, Largo Caballero anunció oficialmente a Rosenberg que su gobierno había decidido depositar el oro del Banco de España en el Banco Estatal Ruso y, al acabar el año, había ya más de 700 consejeros militares soviéticos en territorio español. Estos hechos fueron comunicados por las Embajadas extranjeras a sus gobiernos, lo que aumentó el recelo de muchos de ellos sobre el supuesto carácter democrático de la República española.

Los diplomáticos extranjeros temieron que el clima de unión que había caracterizado hasta ese momento las reuniones del Cuerpo Diplomático quedara resquebrajado por las opiniones del representante soviético y por el temor a ser espiados hasta el mínimo detalle por los rusos. Ese miedo se cumplió pues Rosenberg, en la primera reunión a la que asistió, se negó a aceptar el derecho de asilo diplomático, lo cual le enfrentó a la mayor parte de los diplomáticos. Gracias al mismo, las Embajadas extranjeras estaban salvando a unas 8.000 personas de la represión republicana de retaguardia. Y, de esta manera, comenzó a fragmentarse la inicial unidad de acción con la negativa a secundar el asilo por parte de Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética. Aunque la mayor parte de jefes de Misión continuaron defendiendo el asilo a españoles perseguidos, algunos de ellos solicitaron telegramas de apoyo por parte de sus respectivos ministros de Relaciones Exteriores a su homólogo de Madrid, Álvarez del Vayo, muy amigo de Rosenberg.

Stalin estaba convencido de que uno de los principales motivos por los que los republicanos podían ser derrotados era la presencia de traidores en su retaguardia

Y es que los soviéticos apoyaron la represión republicana. En los archivos rusos se ha descubierto un telegrama del NKVD a uno de sus agentes en España, Luis Díaz, donde le ordenaba, al comenzar la guerra:«Intenten desarrollar una ofensiva más audaz contra los focos más importantes de la contrarrevolución con el fin de aniquilar sin misericordia a los cabecillas rebeldes». Y es que Stalin estaba convencido de que uno de los principales motivos por los que los republicanos podían ser derrotados era la presencia de traidores en su retaguardia. La función de elegir ejecutores de su agrado, en lo que se refiere a España, recayó en comunistas internacionales, sobre todo en los alemanes que se habían presentado voluntarios para defender al Frente Popular y que constituían el grupo más organizado y disciplinado, así como en los cuadros militantes del Partido Comunista de España. En estos casos, los oficiales del NKVD actuaron como instructores y supervisores, logrando que numerosos soldados extranjeros de las brigadas internacionales realizaran encargos de los servicios secretos soviéticos. La participación de soviéticos y españoles en las sacas de la capital y en los sucesos de Paracuellos está suficientemente demostrada.

A comienzos de noviembre, el representante argentino, Edgardo Pérez Quesada, se entrevistó con el ministro Álvarez del Vayo. En medio de la conversación irrumpió Rosenberg que, sin quitarse el sombrero ni el abrigo, se dirigió al ministro en una actitud propia –según el diplomático argentino– de quien ejerce una jefatura y procede con la desenvoltura propia de un patrón.

Al mismo tiempo, funcionan en Madrid checas y tribunales constituidos exclusivamente por súbditos rusos

El encargado de negocios informó a su superior en Buenos Aires que «este hecho tiene el valor sintomático de dar una idea clara de la influencia que Rusia tiene en estos momentos sobre la política española. Al mismo tiempo, funcionan en Madrid checas y tribunales constituidos exclusivamente por súbditos rusos. Los aviadores que actúan en defensa de Madrid también tienen esa nacionalidad. Y en todo se advierte una infiltración absoluta de los soviets en la actuación y desarrollo de los hechos desde el ángulo ministerial de la República».

Hasta marzo de 1937, Rosenberg continuó entrometiéndose en la vida política española, hasta que Moscú ordenó que regresara a la Unión Soviética, donde desapareció, por lo que se sospecha que fue ejecutado. Su ambición le llevó a pretender controlar aspectos que no eran de su estricta responsabilidad, como la labor de los asesores militares o de los espías, que se encontraban a cargo de otras personas, lo que fue denunciado por sus subalternos ante Stalin. No obstante, la Embajada soviética continuó en España desarrollando su labor de espionaje e influencia hasta el final de la guerra.