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El Maine entrando en el puerto de La Habana el 25 de enero de 1898

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Cuba, 1898: el principio del fin de la presencia española en América

Aunque las hostilidades comenzaron mucho antes, el 25 de abril de 1898 Estados Unidos declaraba oficialmente la guerra a España

Cuba, la joya de la Corona española en el Caribe, alimentaba la ilusión de que el país seguía siendo una potencia imperial, un estatus que pronto quiso arrebatarle la joven Estados Unidos que, tras las guerras de expansión hacia el oeste, puso su punto de mira en aquella isla, una de las provincias españolas más fructíferas de la época por su valor económico y estratégico. Siendo conscientes de aquello, cuatro presidencias estadounidenses pujaron por Cuba; ofertas de compra que España rechazaría sistemáticamente.

En el marco del proyecto imperialista de Estados Unidos, el dominio de Cuba tenía una gran importancia: en la isla el capital estadounidense poseía numerosas inversiones y otras en proyecto. Además, su posición geográfica era clave para el dominio del Caribe y de las rutas de navegación. Sin darse por vencidos y hartos de las negociaciones, los estadounidenses cambiaron de táctica: apoyarían el movimiento independentista cubano que en 1895 había estallado contra el dominio español. Con la excusa de acudir en defensa de los intereses de los residentes estadounidenses en la isla, envió a La Habana el Maine, un acorazado de segunda clase cuya intención inicial era la de amedrentar a España. Y sin previo aviso, el 25 de enero de 1898 el acorazado franqueaba el puerto de La Habana, vulnerando premeditadamente los acuerdos diplomáticos que estaban teniendo lugar.

Días más tarde, el 15 de febrero, el Maine saltaba por los aires, provocando la muerte de 256 tripulantes. La prensa estadounidense, sobre todo el periodista William Randolph Hearts, no tardaría en condenar a España de perpetrar un ataque. Aquel rumor sumado al desarrollado programa de propaganda en la que se enfatizaba los «crueles excesos de las autoridades del régimen español», propiciaron la excusa perfecta que Estados Unidos necesitaba para declarar la guerra. El 21 de abril comenzaba el bloque naval: «Procesa al bloque de las costas de Cuba desde Cárdenas a bahía Honda. Bloquee Cienfuegos si lo considera prudente», fueron las órdenes que recibió el contralmirante William T. Sampson, quien desde marzo había movilizado una poderosa escuadra a Cayo Hueso, el punto del territorio estadounidense más próximo a Cuba.

Se declara oficialmente la guerra

De esta manera y sin previo aviso, se iniciaba la intervención militar de Estados Unidos en Cuba y el 25 de abril, cuatro días más tarde, se daba a conocer la declaración oficial de guerra apelando a «razones humanitarias» para intervenir. Al poco tiempo la escuadra estadounidense ya contaba con dos acorazados, un crucero auxiliar, un monitor, cinco cañones y cuatro torpederos que el contralmirante Sampson dividió en tres destacamentos: un primero enviado a bloquear Cárdenas y Matanzas, el segundo se ocuparía de vigilar frente a La Habana y el tercero patrullaría desde La Habana hasta bahía Honda.

A dicho bloqueo hay que sumarle otro tipo de acciones como el hostigamiento a las defensas costeras y el corte de los cables submarinos de comunicación. La guerra duró tres meses y 17 días, cuyo golpe decisivo fue la derrota española en la batalla en la ciudad de Santiago de Cuba el 3 de julio de ese mismo año, donde la flota española bajo el mando del almirante Pascual Cervera defendería la isla hasta el último momento.

El almirante español sabía que se encaminaban hacia «un sacrificio tan estéril como inútil», sentenció Cervera en su proclama a los soldados que le acompañarían en aquella batalla; sin embargo, también les animó a vestir su uniforme de gala, una extraña orden al ser «impropia de un combate», pero la más apropiada para las «grandes solemnidades», comenzó diciendo el almirante. «Y no creo que haya momento más solemne en la vida de un soldado que aquel en que se muere por la Patria», expresó consciente de que aquella batalla ya estaba perdida.

Navegaron a plena luz del sol y pegados a la costa, decisión que tomó para minimizar el número de víctimas posible. Todos los barcos perecieron bajo el fuego enemigo. La destrucción de la escuadra de Cervera supuso la pérdida automática de la isla de Cuba pues quedaba aislada de la península y sin posibilidades de recibir refuerzos.

Ese mes el Gobierno español pidió negociar la paz. El tratado de París, del 10 de diciembre de 1898 , obligó a España a conceder la independencia a Cuba, así como Puerto Rico, Filipinas y Guam a Estados Unidos. Aquel tratado supondría el fin de la presencia española en América y 1898 pasaría a la historia contemporánea de España como el Desastre del 98.