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Grabado de Robinson Crusoe del siglo XIXWikimedia Commons

La historia de Pedro Serrano, el náufrago español que inspiró a Robinson Crusoe

Quiso el destino que aquella historia llegase a oídos del comerciante inglés Daniel Defoe que en algún momento de sus diversos viajes a España debió escuchar la trepidante aventura de Serrano

Cuenta el Inca Garcilaso de la Vega que «la isla Serrana, que está en el viaje de Cartagena a la Habana, se llamó así por el español llamado Pedro Serrano cuyo navío se perdió cerca de ella». Aquel español «escapó nadando que era grandísimo nadador y llegó a aquella isla, que es despoblada, inhabitable, sin agua ni leña, donde vivió siete años con industria y buena maña que tuvo para tener leña y agua y sacar fuego: es un caso historial de gran admiración, quizá lo diremos en otra parte». Garcilaso de la Vega destina gran parte de su capítulo VIII del libro I de los Comentarios reales titulado «La descripción del Perú» en narrar las peripecias que tuvo que pasar el náufrago Pedro Serrano cuya historia se inicia en el año 1526, en plena carrera por conquistar nuevas tierras para la Corona española.

Teniendo como consigna descubrir nuevas tierras, fundar ciudades y puertos, Pedro Serrano recorría la distancia que separaba La Habana de Cartagena de Indias, una región del Caribe repleta de atolones y pequeños archipiélagos, cuando el patache –una nave pequeña con solo dos mástiles– del que era capitán se vio atrapado en un poderoso huracán que sorprendió a su tripulación, que no pudo hacer nada por evitar la borrasca y acabó hundiéndose.

Banco de Serrana

La odisea del capitán español

Sorprendentemente, Serrano fue el único superviviente que, como ya adelantó Garcilaso de la Vega, nadó hasta un banco de arena cercano situado a 130 millas del archipiélago de San Andrés, al norte de la actual Colombia. En aquel inhóspito lugar pasaría los siguientes ocho años de su vida. Tal y como recogen los cronistas de la época, el náufrago no encontró nada en la isla que le asegurase la supervivencia; sin embargo, sin perder el ánimo, recorre al día siguiente sus alrededores hasta encontrar algo de comer. Pronto decidiría «arremeter contra varias tortugas, beber su sangre y secar su carne al sol para comerla», escribía Garcilaso. También relataría cómo usando sus caparazones recogería agua de lluvia para almacenarla, así como con los corales y rocas construiría una torre desde la que mandar señales a los barcos que avistase desde su nuevo hogar.

Después de tres años viviendo en aquel banco de arena que adoptaría el nombre del náufrago español (el banco de Serrana) recibiría la inesperada visita de otro superviviente de otro hundimiento. «Cuando ambos se ven quedan espantados –escribe el Inca–. Serrano porque cree que ha visto al diablo en figura humana, el otro porque cree que lo ha visto en su verdadera apariencia. Los dos huyen en direcciones opuestas, hasta que mediante la palabra se reconocen como cristianos, se abrazan, lloran y se cuentan su pasado». De esta manera los dos supervivientes convivirían durante cuatro años más, repartiéndose las tareas: buscar alimentos y agua, recoger materiales para su refugio y madera para el fuego y crear las señales de humo con la esperanza de poder llamar suficientemente la atención para ser rescatados.

Aquella oportunidad llegaría en 1534, cuando un galeón que hacía el mismo recorrido que el patache del español antes de hundirse, vio las señales desde la orilla de los dos náufragos y mandó un bote para rescatarlos. Tanto Serrano como su compañero fueron llevados a bordo y trasladados a España; sin embargo, este último moriría antes de llegar a puerto. Serrano fue llevado ante el Rey Carlos V, quien escuchando conmovido la peripecia del capitán le obsequia con una pensión de cuatro mil pesos. «Pero, antes de llegar al Perú para disfrutar de la recompensa por sus fatigas, muere en Panamá», concluye el Inca Garcilaso.

Daniel Defoe y Robinson Crusoe

La historia de Pedro Serrano se fue extendiendo y el náufrago adquirió gran fama gracias al cronista Inca Garcilaso con la publicación en 1609 de sus Comentarios Reales. Quiso el destino que aquella historia llegase a oídos del comerciante inglés Daniel Defoe que en algún momento de sus diversos viajes a España debió escuchar la trepidante historia de Serrano que se transmitía de forma oral como una increíble historia de supervivencia. Aquella aventura tuvo que tener un gran impacto para el inglés pues años más tarde, escribiría su obra magna Las aventuras de Robinson Crusoe en 1719 con gran influencia de lo que vivió Serrano en aquella desamparada isla y de la desventura de otro náufrago: Alexandre Selkirk, que vivió cuatro años solo en una isla en medio del Pacífico.