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Luis Antón del Olmet

Crimen en el Teatro Eslava: el asesinato de Luis Antón del Olmet, redactor de El Debate hace 100 años

Fue asesinado a quemarropa el 2 de marzo de 1923, mientras presentaba una de sus obras en el teatro madrileño

Hace cien años, un 2 de marzo de 1923, tuvo lugar un hecho que sorprendió a la sociedad española y del que se llegó a escribir mucho. Un escritor había matado a otro en un gabinete del Teatro Eslava donde se ensayaba la obra El capitán sin alma de Antón del Olmet. Los motivos y las circunstancias nunca se aclararon del todo, aunque circularon versiones que permitían atisbar las causas. Ni siquiera el empresario del teatro, el dramaturgo Martínez Sierra, supo dar una versión exacta. Pero esa tarde, Adolfo Vidal y Planas le asestó un tiro mortal a Luis Antón del Olmet en el saloncito de actores del teatro.

Ambos fueron amigos y colaboradores, y habían cenado juntos la noche anterior

Al oír la detonación, el actor de carácter Carlos Martínez Baena agarró a Vidal, pero ya no se pudo hacer nada por Antón, que murió en la casa de socorro. Unas horas después, los vespertinos La Voz y Heraldo de Madrid informaba de los hechos. Eran dos escritores de la bohemia literaria española de principios del siglo XX, más de segunda fila que de primera y con vidas peculiares. Ambos fueron amigos y colaboradores, y habían cenado juntos la noche anterior. Olmet, hombre avezado en duelos y observante del Código Cabriñana, había muerto sin poder defenderse.

Noticia del asesinatoLa voz / Biblioteca Nacional de España

Una misma profesión y desigual fortuna

Detrás del suceso están los vericuetos de la vida poco convencional de dos escritores de raza. Ambos tenían la literatura y el periodismo como forma de vida con desigual fortuna. De mayor éxito profesional y mejores ingresos, Antón del Olmet, que había sido diputado de Maura, gozaba de popularidad. Era hermano del marqués de Dos Fuentes, embajador de España en China y gozaba de buenas relaciones. Pero también se caracteriza como hombre juerguista, de pocas lealtades que cambiaba de chaqueta con facilidad según quién pagara, algo chantajista pero buen cronista. Fue uno de los primeros cronistas parlamentarios españoles. Había formado parte de la redacción de El Debate desde su nacimiento y lo dirigió en una etapa. Escribió también para ABC y El Parlamentario.

Tocaba todos los géneros: novelas, biografías de encargo, cuentos, teatro… Acababa de estrenar Responsables, una obra polémica sobre la tragedia de Annual que, aunque situó en un país imaginario, fue prohibida en Barcelona. Era un hombre conocido que suscitaba opiniones encontradas. Vanidoso y despectivo, en palabras de Juan Manuel de Prada: licenciado en bravuconería, extorsionador y prepotente. Y se aprovechaba de su posición en redacciones y teatros.

Adolfo Vidal y Planas llegó a tener plaza en El Debate, donde conoció a Olmet

Adolfo Vidal y Planas era otro de los escritores que Sainz de Robles denominó la generación de El Cuento Semanal, una de las publicaciones más populares de la época dedicada a novelas breves. Un bohemio miserable que vivía de sobras y sablazos, dormía donde le dejaban que muchas veces era la calle y que tenía dificultad para colocar sus artículos y cuentos en periódicos y revistas. Llegó a tener plaza en El Debate, donde conoció a Olmet. Sus obras se desarrollaban siempre en ambientes tétricos, morbosos y enfermizos de prostíbulos y cárceles. Quizás tuviera algún trastorno mental o de conducta y era aficionado a la salvación de prostitutas. Al narrar el proceso de redención de una de ellas de apenas quince años, con la que acabaría casándose, consiguió su gran éxito literario Santa Isabel de Ceres, una novela que llevó al teatro. Para Sainz de Robles era un bendito. Para Javier Barreiro, un loco: «una especie de exaltado de buen corazón, un místico anarquista y cristiano, con pujos de redentor pasional, nervios débiles y cabeza confusa». Pero muchos años de humillación y miseria lo llevaron al crimen.

Santa Isabel de Ceres (1922), nº308 de La Novela Teatral. Caricatura de Tovar

Los posibles motivos del asesinato

Los motivos del asesinato nunca estuvieron claros porque ambos fueron muy amigos y llegaron a colaborar en la obra El señorito Ladislao, que fue un fracaso. Lo más probable es que fueran varios. Vidal había dejado la dirección de su obra Santa Isabel de Ceres a Antón del Olmet y no le gustó el modo en que lo hizo. Es posible que el segundo estuviera algo celoso del éxito del primero al que, en el fondo, despreciaba. Prada dejó caer en su novela que chantajeaba a escritores para que lo pusieran de coautor y llevarse la mitad de los beneficios. A eso se unía el enfado de Vidal por un artículo que Olmet había escrito y que se tomó como algo personal. Y por último, que la amante y después esposa de Vidal y protagonista del drama estrenado había sido también amante de Olmet y no tenía objeción en proclamarlo. Este, que era un hombre fuerte y violento, provocaba a aquel con sus palabras hirientes, despectivas y lo amenazaba. Las bromas excedían la medida de lo tolerable y no comprendía el afecto de Vidal por la prostituta.

Antonio Teixeira, abogado de la acusación, publicó su informe pronunciado al final del juicio en 1924. Un asunto, en sus palabras, en el que vio «tanta pasión, tanto prejuicio, tanta lírica y aparatosa teatralidad». El acusador reprochaba a Vidal que hubiera aprovechado el crimen como publicidad para sus novelas escritas en la cárcel y con claras referencias a los hechos. Incluso llegó a estrenar un drama escrito en colaboración con su abogado defensor, Alberto Valero Martín, titulado con gran oportunismo ¡No matarás! Y entendía que el asesino actuó impulsado por la envidia, la egolatría, el exhibicionismo y la amoralidad en la que vivió siempre.

El hecho tiene mucho de literario, en un doble sentido. Y ha sido recogido en novelas como La novela de un literato de Rafael Cansinos-Asséns o Las máscaras del héroe de Juan Manuel de Prada.

Alfonso Vidal y Planas fue condenado a doce años aunque, tras cumplir tres en prisión, fue indultado. Tras la Guerra Civil se exilió en América junto con su mujer. Allí vivió un cambio radical, doctorándose en Metafísica en la Universidad de Indianápolis. Enseñó en la de Fordham y después en Tijuana donde murió.