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Alberto Ayuso García en su visita a la redacción de El DebatePaula Argüelles

Entrevista a Alberto Ayuso García, doctor en Historia

«La falta de unidad dinamitó al Ejército Popular de la República»

«Nunca pensaron que una ciudad sin valor estratégico fuera a ser tan crítica para Franco», afirma el autor de Teruel, la batalla que decidió la Guerra Civil española, cuya presentación tendrá lugar este miércoles 17 en el salón Príncipe del Real Casino de Madrid

La batalla de Teruel significó lo mismo que Stalingrado en la Segunda Guerra Mundial: el punto de no retorno, el choque definitivo que determinaría el final de la guerra. De esta batalla decisiva trata el nuevo libro de Alberto Ayuso García, doctor en Historia, donde realiza un análisis de «los errores del Estado Mayor Central y las fintas estratégicas que el cuartel general de Franco y Dávila realizaron durante la batalla». Si bien «en diciembre del 37 todavía la República podía haber dado la vuelta a la guerra; en mayo del 38 era imposible», afirma el autor de Teruel, la batalla que decidió la Guerra Civil española en conversación con El Debate.

A pesar de no tener ningún valor desde el punto de vista estratégico, Teruel sería el comienzo de «una serie de malas decisiones del Estado Mayor Central», entre las que destaca dar por finalizada, antes de tiempo, la batalla «cuando la línea defensiva que se había creado no era suficientemente sólida».

Alberto Ayuso García en su visita a la redacción de El DebatePaula Argüelles

–¿La guerra estaba decidida cuando se produce la batalla de Teruel?

–A través de algunos datos que muestro en el libro, efectivamente, el punto de inflexión de la guerra es junio del 37. Hasta la toma de Bilbao en dicho mes, prácticamente hay una superioridad del Ejército Popular de la República, contando todos los factores, no solamente los militares, sino económicos, de moral, de agricultura, industrial, de medios, de población demográfico... Poniendo todo en una balanza nos encontramos que en el momento de la de Bilbao, de junio del 37, la guerra está muy igualada. Ambos bandos estaban muy igualados.

Antes de Teruel hay una superioridad de los ejércitos sublevados. El ejército de Franco tiene una ligera superioridad, pero todavía no definitiva. De hecho, durante la primera fase de la batalla de Teruel, muchos observadores internacionales presentes en España (norteamericanos, soviéticos, italianos, alemanes) pensaron que todavía podía la República ganar la guerra tras la toma de Teruel en enero del 38. Sin embargo, esto cambia radicalmente en los dos meses siguientes, hasta que en febrero, marzo y abril cambia radicalmente la situación y entonces nos encontramos con que la superioridad de la zona nacional es tan enorme que ya es irreversible: el corte por Vinaroz aislando Cataluña, la caída de la producción industrial catalana, la economía republicana se hunde, la moral republicana se hunde y eso ya no tiene arreglo. El propio Azaña dijo textualmente en abril del 38 «nos hemos quedado sin ejército».

–¿Cuáles fueron los aciertos y errores de los responsables de ambos ejércitos?

–Durante la batalla de Teruel hubo muchos errores del lado de los sublevados en las primeras semanas: cerrarse en la ciudad, encerrarse en los reductos en vez de combatir fuera, el empeñarse una estrategia en punta por intentar llegar rápidamente a la ciudad en vez de maniobrar. Pero después, el grave error de Vicente Rojo y del Estado Mayor republicano fue tratar de dar la batalla por terminada por lo menos en tres ocasiones para movilizar las tropas al «plan P» que consistía en avanzar por Extremadura hacia Portugal, de tal manera que si eso hubiera sucedido, hubiera podido dar resultado la guerra. Pero el problema es que Franco había hecho presa en Teruel; sus planes originales eran bajar hacia el Mediterráneo, los aprovechó una vez movilizada las divisiones; y el error de Vicente Rojo es dejarle hacer, de haber retirado antes de tiempo las unidades que las tenía y en cantidad suficiente para haber podido resistir en Teruel si se hubiera propuesto.

Lo que hizo Vicente Rojo fue colocar a Franco en el punto que quería y además con unas condiciones favorables

Ahora, ¿cuál es el error esencial de toda la guerra del ejército republicano? Posiblemente la falta de unidad de mando y la falta de unidad política. Eso fue dinamitando el interior del Ejército Popular de la República.

–Uno de esos aciertos fue la maniobra de Alfambra, la última carga de caballería

–Realmente no fue decisiva esa carga de caballería. En realidad se trató de enlazar dos columnas con varias divisiones que venían por el norte y por el sur, y lo que pretendían era evitar cualquier penetración por el centro de esas dos evoluciones Norte-Sur. Realmente era el enlace entre dos grandes masas de maniobra de infantería que avanzaban. También es verdad que tuvieron el apoyo de la aviación, tuvieron el apoyo de la artillería. O sea, no avanzaron solamente a pecho descubierto. Y yo creo que no tuvo una importancia esencial, pero facilitó la batalla. Sin duda facilitó el éxito de las tropas de Franco.

–También son importantes otros dos factores: la moral de los soldados y el frío.

–El frío fue tremendo. Provocó miles de bajas en ambos bandos. Fue terrible. Las tropas de Líster, las tropas de la división 11 Republicana que estaban frente a Teruel parando a los nacionales sufrieron miles de congelaciones: 4000 heridos por enfermedad y congelación. Fue terrible, pero también a su vez los que estaban en los reductos y los que atacaban sufrían el mismo problema. No olvidemos que los dos ejércitos eran ejércitos de alpargata, es decir, que no tenían botas, sino que se cubrían con trozos de tiras de manta los pies y estaban muy mal equipados: ninguno de los dos ejércitos estaba equipado para una batalla de 20 grados bajo cero por lo que el sufrimiento de los soldados de ambos bandos fue terrible. A parte de la población civil, sin duda.

–Lo mismo ocurre con la propaganda…

–Sí, y esa es uno de los motivos por el que el impacto en la moral republicana fuera tan fuerte. Tras la pérdida del norte en el año 37, Indalecio Prieto y el Gobierno necesitaba una victoria rápida porque había una caída muy fuerte en la moral de la retaguardia de las tropas. Es por lo que obligan a Rojo –a Vicente Rojo–, en contra de su opinión, a hacer la ofensiva de Teruel. ¿Qué sucede? La toma de Teruel levantó la moral de las tropas republicanas y además, se utilizó también propagandísticamente a nivel internacional y de retaguardia de la propia zona republicana para elevar y compensar esa pérdida que había tenido en el Frente Norte. Sin embargo, fue tan exagerado la propaganda que la pérdida de la ciudad provocó el efecto contrario de la batalla. Cuando las tropas republicanas pierden la ciudad en febrero del 38, era tal el impulso que le había dado a la moral, que los ánimos cayeron en picado en la retaguardia y las tropas. Y empezó a calar la idea de que era imposible vencer a las tropas de Franco. Los propios republicanos, más que combatir por ganar una guerra; combatían ya por sobrevivir convencidos de que era imposible ganar la guerra. Se hundió definitivamente la moral de las tropas.

El propio Azaña dijo textualmente en abril del 38 «nos hemos quedado sin ejército»

–Teruel, en realidad, no tenía ningún interés estratégico

–Teruel, como tal, carecía de cualquier valor estratégico. Estrictamente desde el punto de vista táctico, el final de la batalla de Teruel, como bien dijo el general Aranda, había adquirido unas tablas en sí misma. No aportaba ningún cambio estructural al punto de vista táctico a la guerra. Ahora, había dinamitado completamente la moral republicana por ese efecto que decíamos antes: el exceso de propaganda en la toma provocó que la caída fuese más fuerte tras la pérdida de los republicanos de la ciudad. Y esa caída de moral tan espantosa permitió la ofensiva de Aragón y cortar y aislar Cataluña y el resto; y eso fue definitivamente el punto de no retorno. Cuando las tropas de Franco llegan a Vinaroz y separan a Cataluña del resto de la zona republicana, se pudo hacer gracias a la caída de moral que permitió una avanzada una progresión muy rápida en semanas de las tropas nacionales entre Aragón y la costa.

–¿Fue una batalla que no debería haber existido?

–Si desde el punto de vista republicano la batalla no tenía mucho sentido ya que estaba con el «plan P». Fue una necesidad de política el haber querido tener una victoria rápida –que era posible porque era un saliente fácil de tomar con tropas suficientes– y yo creo que desde el punto de vista estratégico carecía de mucha lógica esa batalla. No obstante, por el lado de Franco, era su oportunidad para reconducir sus planes originales de octubre del otoño del 37, que era operar por el Mediterráneo, tal y como dejó escrito una carta de Dávila: el llegar al Mediterráneo y cortar en dos; acabaría con la guerra. Lo que sucedió fue que en invierno él no podía operar, se habían atrasado las operaciones de Asturias por lo que decidió hacer una maniobra envolvente alrededor de Madrid. Un plan que frena la batalla de Teruel y decide volver a su idea original.

La concentración de tropas en el punto que él consideraba que era el estratégico, le permitió –entrando la primavera, en marzo del 38– romper en dos la zona republicana, que era su plan inicial. Lo que hizo Vicente Rojo fue colocar a Franco en el punto que quería y además con unas condiciones favorables, con la desmoralización de las tropas republicanas. Lo que Franco iba buscando se lo facilitó Vicente Rojo.

Los propios republicanos, más que combatir por ganar una guerra; combatían ya por sobrevivir convencidos de que era imposible ganar la batalla

–¿Qué ocurre para pasar de una contundente victoria inicial republicana a una de las etapas importantes hacia su derrota definitiva?

–Lo que sucede es que Rojo da por hecho que la batalla estaba terminada a finales de diciembre, a las pocas semana de haber rodeado la ciudad y tratar de acelerar lo antes posible la batalla del «plan P» por Extremadura. Esa convicción de dar por terminada la batalla cuando la línea defensiva que se había creado no era suficientemente sólida, fue el gran error del mando. Esto le permitió a Franco concentrar unidades, tener una superioridad que no tenía al principio. Nunca pensaron que una ciudad sin valor estratégico fuera a ser tan crítica para Franco.

Franco realmente buscaba un efecto de desmoralizar a los republicanos y aprovechar la concentración de tropas para que luego, un poco más al norte de Teruel, evolucionar al Mediterráneo. El error de los republicanos fue dar la batalla por terminada en vez de aceptar el órdago que ellos mismos habían hecho y contraatacar, incluso ampliar la zona de acción antes de que llegaran las tropas de Franco. Como dijo el comodoro Charlton, un reputado militar británico, en enero decía que era imposible que la República perdiese la guerra. Si hubieran aceptado ese combate hubieran podido, incluso, a lo mejor, hasta ganar la batalla y cambiar el curso de la guerra.