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Ilustración realizada por la Fundación A LA PAR en colaboración especial con Gestas de EspañaFundación A LA PAR

El líder hispano que llevó a Roma a su máximo esplendor

Entre los emperadores más recordados y queridos, destacó uno especialmente, el primero no itálico que alcanzó la dignidad imperial. Este fue Marco Ulpio Trajano

El Imperio romano fue gobernado por emperadores de todo tipo. Algunos condenados al olvido, otros divinizados. Sin embargo, entre los más recordados y queridos, uno destacó especialmente, el primero no itálico que alcanzó la dignidad imperial: el hispanorromano Marco Ulpio Trajano.

Nació en Itálica, cerca de Santiponce, Sevilla, el 18 de septiembre del año 53 d.C. Gracias a la vinculación de su familia con los emperadores de la dinastía Flavia, y a sus propias cualidades, tuvo un brillante cursus honorum tanto en el campo político como militar. Entre los años 76 y 77 estuvo en Siria al frente de una legión. Acudió varias veces a Germania para enfrentar a los catos, en el 83, y con la misión de acabar con la revuelta del gobernador de la Germania Superior, en el 88. Finalmente, se convirtió en cónsul en el 91 y gobernador de la Germania inferior en el 96.

En el 96, un año especialmente convulso, el Emperador Domiciano fue asesinado ascendiendo al trono Nerva, un anciano senador. Consciente de su situación delicada, nombró sucesor al popular Trajano falleciendo, de forma repentina, dos años después.

Busto de Trajano, Gliptoteca de Múnich

Al frente de un imperio que se extendía desde Gran Bretaña hasta Oriente Próximo, desde el Danubio hasta las puertas del Sáhara, Trajano se propuso llevar a Roma a un nuevo periodo de esplendor. Para lograrlo, restauró la concordia entre los diferentes grupos que formaban la sociedad romana, desde los senadores hasta la plebe.

Emperador justo y benefactor

Labró una imagen de Emperador justo y benefactor, sometido a las leyes romanas como uno más, siempre preocupado por el bienestar del pueblo. La prosperidad del Imperio durante su reinado se caracterizó por sus increíbles conquistas y por la explotación minera, muy importante en la península ibérica. A modo de ejemplo de su actividad benefactora podemos citar la creación de un programa destinado a la alimentación de huérfanos y pobres del Imperio. Un éxito fundamentado en la enorme cantidad de gente beneficiada que, además, permitió repoblar diferentes regiones de la península italiana.

Labró una imagen de Emperador justo y benefactor, sometido a las leyes romanas como uno más, siempre preocupado por el bienestar del pueblo

Su magnificencia se manifestó, además, en un importante programa de construcción. Algo que trascendió a la propia capital. En Roma levantó un nuevo foro donde mandó erigir su famosa Columna, en la cual recogió su campaña contra los dacios. Fuera de la Urbe, ordenó construir nuevas vías y ciudades para favorecer las comunicaciones y la romanización de zonas periféricas del Imperio. Construyó acueductos, baños públicos y extendió el puerto de Ostia.

Expandir fronteras

Sumada a esta política interior, expandió las fronteras romanas con nuevas conquistas. Su atención se centró en dos lugares limítrofes, Dacia y Oriente, donde conseguiría sus grandes triunfos militares.

Trajano dirigió el mayor ejército que se había visto desde la época de Augusto

La primera, que ocupaba lo que hoy es Rumanía, ya había interesado a Domiciano, pero los intentos por conquistarla fracasaron. Trajano fue el encargado de incorporarla al Imperio tras dos guerras. En la primera, que se desarrolló entre los años 101 y 102, el emperador consiguió que los dacios reconocieran la superioridad de Roma y se convirtieran en un estado tributario y aliado de los romanos. Para conseguirlo, Trajano dirigió el mayor ejército que se había visto desde la época de Augusto.

El líder dacio Decébalo no aceptó estas condiciones y, poco después, rompió el tratado atacando las fronteras imperiales. La contestación no se hizo esperar. Trajano lideró una nueva campaña entre los años 105 y 106 para conquistar toda la Dacia. Cayó la capital, Sarmizegetusa, y Decébalo se suicidó para no caer en la vergüenza de verse prisionero.

Columna de TrajanoWikimedia Commons

De esta manera, toda la región se integró en el Imperio romano y fue sometida a un importante proceso de romanización. Además, Dacia pasó a jugar un papel muy importante en la defensa del Imperio, evitando los ataques de los pueblos germánicos a las provincias romanas más ricas.

Legado de aquellas campañas, y de la admiración que provocó Trajano, en el himno nacional de Rumanía aún se menciona al Emperador: «Ahora o nunca demos pruebas al mundo de que por estas manos aún corre una sangre de romano, y de que en nuestro corazón conservamos con orgullo un nombre que triunfa en la lucha, ¡el nombre de Trajano!».

Después de Dacia, le llegó el turno a Oriente. Muerto Rabbel II Sóter, monarca del reino nabateo, un estado clientelar de Roma, Trajano anexionó su territorio convirtiéndolo en la provincia de Arabia Pétrea. Una tierra que se extendía desde lo que hoy es el sur de Jordania hasta el noroeste de la península arábiga.

Gracias a estas victorias, Trajano llevó al Imperio romano al cénit de su extensión

La situación en Asia se complicó en el año 113. El Imperio parto, el gran imperio rival de Roma, impuso un nuevo Rey en Armenia, un reino vasallo de Roma pero sobre el que los partos tenían influencia. Como se hizo sin la aprobación romana, estalló la guerra entre ambos imperios. Al frente de un nuevo ejército, Trajano consiguió hacerse con Armenia tras derrotar al Rey puesto por los partos, y también con las regiones de Asiria y Mesopotamia. Todas ellas fueron convertidas en provincias. Estas victorias animaron al emperador a continuar hasta conquistar Babilonia, Seleucia y la propia capital parta, Ctesifonte, en el 116, llegando al golfo Pérsico.

El Imperio romano en su máxima expansión (117, al final del reinado de Trajano)Wikimedia Commons

Gracias a estas victorias, Trajano llevó al Imperio romano al cénit de su extensión, pero comprobó que también necesitaba consolidar su dominio en los nuevos territorios. Para lograrlo, puso a un Rey parto títere y garantizó un estatus especial al reino oriental de Osroena. También tuvo que acabar, en el año 115, con una sublevación judía que se extendió desde la Cirenaica hasta Mesopotamia.

«Que seas mejor que Trajano»

Mientras se encontraba en Oriente, le llegó su hora tras casi 20 años de gobierno y de haber nombrado sucesor a su pariente Adriano. En agosto de 117, Trajano falleció en Selinunte, una ciudad que se encontraba cerca de la actual ciudad turca de Gazipaşa. Sus cenizas fueron enterradas bajo su Columna, en Roma.

Tras su muerte, continuaron los elogios que ya había recibido en vida, llegando incluso a aumentar. El Senado romano, que ya lo había honrado en vida con el título de «Óptimo», ordenó su deificación para que pasara a ser conocido como el Divino Trajano. Tal fue su importancia y grandeza que a los siguientes emperadores se les deseaba: «Sis felicior Augusto, melior Traiano», es decir, «Qué seas más afortunado que Augusto y mejor que Trajano». Incluso, durante la Edad Media, fue visto como ejemplo de pagano virtuoso. El mismo Dante lo colocó en el cielo junto a otros personajes históricos en la Divina Comedia.

Marco Ulpio Trajano fue un ejemplo de dignidad, valor, virtud y liderazgo. Un arquetipo de gestión y compromiso con una idea que trascendía a su propia figura, a sus intereses personales e íntimos. Un referente con un sueño que proyectar. El de un Imperio unido, heroico, en el zenit de la grandeza que sólo un Trajano pudo motivar. Más Trajanos.

Gestas de España

Una semana más, el equipo de divulgación Gestas de España nos acerca a un personaje célebre de la Historia. Si queréis conocer más datos llamativos, os recomendamos su libro España en el mundo. Curiosidades para leer en familia de la Editorial Edaf.

​La ilustración que acompaña esta semana nuestro artículo, ha sido obra de los alumnos del «Taller de Arte y Aventuras en Madrid» de Fundación A LA PAR, organizado junto a la Fundación Arte e Historia Ferrer-Dalmau y la Universidad Nebrija. Enormes artistas que con gran dedicación y cariño nos han regalado esta ilustración repleta de talento. Gracias a Conchita, Ignacio, Maye, Marta L, Marta de la Flor, Alfonso, Gema, Yulen y, cómo no, a sus profes Nuria y Beatrice.