Picotazos de historia
La entronización de Alejo IV provocó un cambio de rumbo en la Cuarta cruzada: Constantinopla es saqueada
Alejo proponía a los cruzados que le dieran escolta hasta Constantinopla, y le ayudaran a recuperar el trono, al que tenía derecho, de manos de su usurpador tío
Tras el saqueo de la ciudad de Zara y después de que el Papa Inocencio III hubiera levantado –parcialmente, los venecianos no estaban incluidos– la excomunión por asaltar una ciudad católica cristiana, llegó a Bonifacio de Montferrato, un emisario del Rey de Alemania.
Felipe de Hohenstaufen –futuro suegro de San Fernando de Castilla– estaba casado con Irene Ángelo, hija del Emperador Isaac II de Bizancio, quien recientemente había sido destronado y cegado por su hermano, que reinaba como Alejo III Ángelo. El hermano de Irene –de nombre Alejo– había conseguido escapar de la prisión y encontró refugio en la corte de su cuñado. En nombre de este último se proponía a los cruzados que le dieran escolta hasta Constantinopla, le ayudaran a recuperar el trono, al que tenía derecho, de manos de su usurpador tío.
Por su parte, Alejo se comprometía a financiar la campaña de Egipto, aportar diez mil soldados y mantener a quinientos caballeros en los Santos Lugares. Por si fuera poco estaba dispuesto a someter a la Iglesia de Oriente a la autoridad del Patriarca de Roma. Alejo III había tenido enfrentamientos con Venecia, por lo que el dogo Dándolo actuó activamente para que se aprobase el ayudar a Alejo contra su tío. No hubo necesidad de mucho, la verdad. La perspectiva de un rico saqueo y la posibilidad de unir las Iglesias cristianas hicieron rugir de entusiasmo a los cruzados, que se aprestaron al viaje.
Los cruzados se introdujeron en la ciudad y en poco tiempo todo el distrito de Blanquerna estaba en llamas
De todas las dinastías que han regido Bizancio ninguna puede compararse en estupidez e ineptitud con los Ángelo. El depuesto Emperador Isaac –primero de su dinastía–, dieciséis años atrás, había encargado la construcción de la flota y su mantenimiento a ¡la propia Venecia!. Su enemiga comercial y naval. El historiador Nicetas Coniata, contemporáneo de los hechos y que nos dejó una relación del saqueo de Constantinopla, nos cuenta que Isaac II autorizó al Gran Almirante de la flota –su cuñado– a vender todas las existencias de los almacenes de las atarazanas imperiales. Bizancio solo contaba con algunas barcas de pesca, debía fiar su defensa en la fortaleza de sus impresionantes murallas, cuyo mantenimiento y restauración había sido criminalmente descuidado.
El 5 de julio de 1203 los cruzados desembarcaron al noreste del Cuerno de Oro (estuario que divide la ciudad de Estambul/Constantinopla), en el distrito de Galata. Este era un emplazamiento comercial y, por lo tanto, una zona no amurallada. Pero allí se encontraba una importante fortificación vital para la defensa de la ciudad: la Torre de Galata. Este lugar guardaba el mecanismo que hacía funcionar la gran cadena que cerraba el acceso por el estuario. Para defender la torre salió de la ciudad una importante formación militar con el usurpador Alejo III a su cabeza. Está claro que Alejo III no despertaba un gran entusiasmo, pues al primer amago de lucha, los bizantinos salieron corriendo con el Emperador siempre en cabeza. ¡Toda una inspiración! La torre fue tomada al asalto y la pesada cadena cayó hasta el fondo permitiendo el paso de la flota cruzada.
Isaac II fue sacado de la prisión donde se pudría y proclamado por los cruzados y algunos ingenuos locales Emperador
El 17 de junio atacaron las murallas frente al palacio del distrito de Blanquerna, en el noroeste de la ciudad (lo que hoy es el barrio de Ayvansaray). La primera galera en llegar a tierra fue la del dogo de Venecia. En su proa, armado de punta en blanco y firme, junto al pabellón de guerra de San Marcos, estaba el irreductible anciano, animando a los remeros. Él fue el primero en desembarcar. A las pocas horas, Dándolo, pudo anunciar que controlaba veinticinco torres de las murallas. Los cruzados se introdujeron en la ciudad y en poco tiempo todo el distrito de Blanquerna estaba en llamas. Al anochecer Alejo III, abandonando a su esposa y familia, solo acompañado por su hija favorita, 10.000 libras de oro y un saco de joyas, abandonó la ciudad.
Isaac II fue sacado de la prisión donde se pudría y proclamado por los cruzados y algunos ingenuos locales Emperador. El 1 de agosto se celebró un solemne acto de coronación y proclamación del anciano ciego Isaac II y de su hijo como co-emperadores, en Santa Sofía, el segundo con el nombre de Alejo IV. Inmediatamente los cruzados exigieron el cumplimiento de la prometido. Estallaron los primeros conflictos entre la soldadesca y la población y la ciudad sufrió uno de los peores incendios de su historia a consecuencia de ello.
Los habitantes de Constantinopla no podían más: su ciudad había sido asaltada y ocupada por bárbaros, su tesoro había sido dilapidado, sus iglesias estaban siendo expoliadas de sus riquezas para pagar la deuda de los cruzados con Venecia, su religión era pisoteada y obligada a someterse a Roma... El 25 de enero de 1204 hubo una gran asamblea popular en Santa Sofia –senadores, nobles, comerciantes, clerecía y pueblo– que decidió deponer a los Ángelo. En su lugar se eligió a un nuevo Emperador, alguien que mostró una decisión y temple nunca visto entre los Ángelo. El elegido, que tomó el nombre de Alejo V, era conocido por el sobrenombre de Murzuplus por sus peludas cejas y pertenecía a la noble familia de los Ducas.