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Joseph y Magda el día de su boda. Adolf Hitler, quien figura detrás de la pareja, sirvió como padrino del novio

Joseph y Magda el día de su boda. Adolf Hitler, quien figura detrás de la pareja, sirvió como padrino del novioBundesarchiv / Wikimedia Commons

Dinastías y poder

¿Qué pasó con el hijo de Magda Goebbels que sobrevivió al búnker?

Goebbels era el todopoderoso ministro de Propaganda y su esposa, Magda, la primera dama de Alemania. Ella, la admiradora más fanática del führer, había conocido a Goebbels en un mitin político

La secuencia de la película El Hundimiento en la que el matrimonio Goebbels da una pastilla de cianuro a sus propios hijos nos hace estremecer. Aunque el metraje es ficción, ocurrió en la realidad: seis niños sanos y rubios, que representaban mejor que ninguno a la raza aria, eran eliminados por sus padres en 1945 en las horas previas a la toma de Berlín por los rusos. Goebbels era el todopoderoso ministro de Propaganda y su esposa, Magda, la primera dama de Alemania. Ella, la admiradora más fanática del führer, había conocido a Goebbels en un mitin político. Era divorciada y aportaba un hijo al matrimonio: el único que se salvó del asesinato.

Era cojo y contrahecho. Pero listo y manipulador. De los pocos nazis de primera hornada que aportaban estudios superiores y una tesis en Filología Germana por la Universidad de Heidelberg. Aunque nacido en una ciudad de Renania, Joseph Goebbels, que se había librado de la Gran Guerra por sus limitaciones físicas, ingresaba en el Partido Nacional Socialista Alemán en 1924 después de una mediocre carrera como periodista y escritor.

Hitler necesitaba fieles capaces de popularizar su movimiento en Berlín, entonces fuera de la órbita de influencia de Múnich o Nuremberg, embrión del nazismo. El «doctor» Goebbels parecía el indicado, la elección perfecta. En 1926 era nombrado líder del partido en la capital. Él se debía a Hitler y supo utilizar los medios de comunicación como principal arma de difusión de la ideología totalitaria y antisemita que compartían.

En 1933 cuando Hitler se convierte en canciller, Goebbels pasa a ser su eficientísimo ministro de Propaganda. No sólo fue el Triunfo de la Voluntad (1935) y Olimpia (1936), magistrales documentales cinematográficos encargados al genio de Leni Riefenstahl, sino también una serie de películas que como su «trilogía judía» (El judío Süss, El judío eterno y Los Rothschild) destilaban el odio más radical.

En 1930 Goebbels conoció a Magda Behrend, divorciada del millonario industrial Günther Quandt, y examante –parece– de un estudiante sionista. Tenía un hijo, Harald, de entonces diez años. Ella escuchó las palabras virulentas y coléricas del orador en un mitin en el Palacio de los Deportes y quedó encandilada de su retórica, aunque no de su apostura. Se casaron pocas semanas después, el 19 de diciembre de 1931, en presencia del mismísimo führer que actuó como padrino y el pequeño Harald de testigo.

La familia Goebbels en 1942

La familia Goebbels en 1942

Desde entonces la ascendencia de Magda no hizo más que crecer hasta el punto de ser condecorada como la mejor madre del «Tercer Reich». Lo de Eva Braun no era nada al lado de la implicación de la señora Goebbels en la nueva Alemania. Hicieron de su residencia en Reichskanzlerplatz el centro de la vida social y núcleo operativo de la política. Pronto llenaron su casa con seis vástagos guapos y saludables, perfectos prototipos de la raza que había que debía pervivir. Helga, Hildegard, Helmut, Holdine, Hedwig y Heidrun. Todos con h. En homenaje a Hitler. Ella representaba el paradigma de madre perfecta para el nazismo. El hijo mayor de Magda, vivía con ellos.

Magda Goebbels representaba el paradigma de madre perfecta para el nazismo

Con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Harald se marchó al frente. Para servir a Alemania. Los pequeños, cinco niñas y un chico, se quedaron en Berlín educándose en el espíritu de la nueva sociedad. Goebbels formaba con Goering el binomio directivo más próximo a Hitler. Eran el poder, la encarnación del totalitarismo nazi. Sobre todo, después de que, tras la derrota germana en la batalla de Stalingrado, las apariciones de Hitler se redujesen y Goebbels tuviese que asumir mayor protagonismo público. Fanático, creía todavía en «el deber de defenderse contra una prepotente coalición de fuerzas de destrucción mundial claramente satánica», como dijo en el discurso de 19 de abril de 1945 cuando todo estaba perdido. ¿El pueblo aún le creyó? Era un demagogo, un agitador de masas.

Goebbels (en primer plano) y Hermann Göring en Berlín (1930)

Goebbels (en primer plano) y Hermann Göring en Berlín (1930)Bundesarchiv

El 22 de abril de 1945, con los rusos a las puertas de Berlín, se encerró con su familia en el búnker. Con ellos estaba Hitler, Braun y otros miembros del Estado Mayor. Quizá a los pequeños les dieron la oportunidad de escapar, de vivir. Pero sus padres prefirieron la muerte: «Es mejor que mis hijos mueran a que vivan en la vergüenza y el oprobio. Nuestros hijos no tienen lugar en una Alemania como la que habrá después de la guerra», dijo. En la mañana del 1 de mayo les inyectaban morfina para dormirlos y darles una posterior pastilla de cianuro. Eliminados. Los padres se suicidaban más tarde. Horas después, Himmler ofrecía a los anglosajones la rendición incondicional. Sólo quedaba Harald con vida, teniente de la Luftwaffe que había sido capturado por los aliados en Italia.

Terminada la guerra y tras ser liberado en 1947, reanudó su vida como civil gracias al respaldo de su familia paterna, aunque estigmatizado por su pasado. Se hizo cargo de los negocios del grupo Quant, uno de los mayores imperios empresariales de la Alemania Occidental, que abarcaban desde el textil, la industria farmacéutica, hasta la BMW. Falleció en 1967 en un accidente de aviación. Sus cuatro hijas, nietas de Magda Goebbels, heredaron una impresionante fortuna.

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