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Kornílov, aclamado por los conservadores a su llegada a Moscú para la Conferencia Estatal

El precedente a la rebelión del grupo Wagner: el golpe de Estado de Kornílov

En medio de un esfuerzo bélico que flaqueaba, un popular comandante ruso dirigió sus tropas hacia la propia capital, socavando al Gobierno ruso en 1917

Si hubo una época caótica en Rusia fue durante la Primera Guerra Mundial y el inicio de las revoluciones rusas. Sí, revoluciones porque no hubo una sino dos. Una de ellas fue la que destronó al zar e instauró un gobierno liberal fue la revolución de febrero que llevó a Alexandr Kérenski al poder. El problema de este proceso se hallaba en que el país seguía en guerra contra los imperios centrales, la tan ansiada reforma agraria no terminaba de llegar y en las ciudades –como consecuencia de la revuelta– crecía el desempleo, las fábricas no marchaban bien y el sistema estaba colapsando frente a la impotencia del gobierno.

Esto produjo una crisis en la producción del campo y las fábricas, desabastecimiento, descontento entre las clases bajas campesinas y proletarias y la radicalización de las mismas, mientras los bolcheviques, ya organizados en soviets; comenzaban a horadar la credibilidad del nuevo gobierno.

Uno de los temores que existía tanto entre los liberales de Kérenski como entre los comunistas era el de un golpe contrarrevolucionario y monárquico que restituyera la monarquía y llevara de vuelta a los Romanov al poder. Por ello, los soviets presionaban al líder ruso para lograr implantar reformas, lo cual se hizo imposible ya que Kérenski fue incapaz de consensuar el programa de reformas, por lo que el gobierno quedó en punto muerto.

Los conservadores pedían la supresión del soviet de Petrogrado que comenzaba a verse como un contrapoder. Esta petición vino también del sector demócrata y liberal que veían en el creciente poder del partido bolchevique un grave problema a resolver, de hecho se pensó en la creación de una dictadura y en una leva para acabar con los revolucionarios.

Sin embargo, el problema de la guerra seguía latente. La ofensiva de julio contra los alemanes fue un fracaso y Lavr Kornílov, general Ejército Imperial ruso, entró en escena acusando a los soviets de desmoralizar a las tropas con sus proclamas y solicitando la reducción de poderes de los mismos, especialmente de los soviets de los soldados, aunque manteniendo a los comisarios políticos. Sin embargo, Kornílov no solo pretendía reformar el sistema de soviets para usarlo como herramienta política-militar (a pesar de que el general Lavr Kornílov no era comunista), también acusó al alto mando militar de incompetencia y solicitó la reforma del mismo.

Kornílov y sus edecanes

Kornílov, en un ascenso meteórico, pasó de ser el responsable del mando militar de Petrogrado en febrero de 1917 a ser nombrado en julio comandante en jefe de todo el Ejército ruso debido a que sus tropas habían sido las únicas que se habían distinguido en combate durante esos meses. No obstante, su formación militar y su pensamiento le hicieron buscar una independencia casi total del gobierno de Kérenski e hizo una serie de exigencias al gobierno tendentes a acaparar el poder y militarizar el gobierno para evitar la anarquía que se empezaba a intuir.

En sus negociaciones con Kerenski, Kornílov propuso las siguientes medidas: primero, la restauración de la pena de muerte en el frente. Segundo, la devolución de la autoridad a los oficiales; tercero, una restricción del poder de los comisarios; cuarto, el arresto y juicio sumarísimo a aquellos considerados culpables de agitación en el frente; quinto, la prohibición de las asambleas de soldados en el frente; sexto, la censura de los diarios distribuidos entre las tropas. Y séptimo, la disolución de las unidades más revolucionarias.

Estas medidas fueron interpretadas por los bolcheviques como una forma de apartarlos del poder y por Kérenski como una medida para reforzarse y dar un golpe de Estado contra él con el apoyo de las fuerzas conservadoras por lo que la tensión entre el general y el líder político fue a más hasta que estalló la insurrección.

Kornílov y sus seguidores entre los altos oficiales, en su arresto en Býjov tras el fallido golpe de Estado

Del 9 al 14 de septiembre, debido a las tensiones y falta de acuerdo entre ambos, el general Kornílov lanzó una ofensiva contra Petrogrado para hacerse con el poder: el Golpe de Estado del General Kornílov acabó en desastre para el líder militar, no tanto por la actuación del gobierno de Petrogrado sino de los soviets, que fueron capaces de enfrentar a las tropas y desbaratar el avance.

Los grandes beneficiados

Esto, sin embargo; fue una victoria cadmea para Kérenski que perdió todo ya que el apoyo prestado por la Guardia Roja Bolchevique les fortaleció y se aprovecharon del aumento de la izquierda radical rusa, hastiados de la situación caótica; la derecha se debilitó tras el fracasado golpe de Estado lo cual hizo que Alexandr Kérenski, repudiado por la derecha y por la izquierda cayera y tuviera que emigrar a Estados Unidos, donde murió en 1970.

Guardias Rojos ante el Palacio de Invierno

Kornílov sería arrestado en un abandonado monasterio católico en Bylov hasta que escapó tras la revolución de octubre, desde donde marchó hacia los territorios de los cosacos del Don y colaboró en la creación del Ejército de Voluntarios, que sería una fuerza antibolchevique. De Rostov del Don tuvo que huir a Ekaterinodar donde murió por el impacto de un obús de la artillería comunista a la casa desde donde estaba preparando el asalto a la ciudad en 1918.

Este golpe de Estado solo benefició a Lenin y a Trotsky, que se vieron lo suficientemente fuertes como para tomar el poder, cosa que hicieron; creando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, firmando la Paz de Lvov entre los imperios centrales y la recién nacida URSS e iniciando la Guerra Civil Rusa entre los remanentes de derecha y militares (entre ellos el citado Kornílov) que acabarían venciendo, de nuevo; los Bolcheviques.