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Busto del Emperador Adriano

Busto del Emperador AdrianoWikimedia Commons

Del Muro de Adriano al puente de Alcántara: un viaje por las construcciones del Emperador Adriano

Roma no se construyó en un día, pero Adriano adelantó mucho trabajo a sus sucesores durante su gobierno. Comprendió que la protección de la Ciudad Eterna se encontraba en aquellos limes, pero el esplendor estaba en sus ciudades

Es cierto que Roma no se construyó en un día, pero Adriano adelantó mucho trabajo a sus sucesores durante su gobierno. El 10 de julio de 138 d.C., el emperador Publio Elio Adriano murió. Dejó tras de sí un legado inmenso que lo elevó a los altares de la historia. Fue el tercero de la los «cinco Emperadores buenos»: Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio, de la dinastía Antonina. Además, era el segundo Emperador de origen hispano que ocupó el trono imperial. Nació en Itálica, en el sur de la Península Ibérica, en la actual Santiponce (Sevilla). Tras quedar huérfano, Trajano se ocupó de él, le enseño los saberes de los griegos y le preparó para dirigir el Imperio.

Adriano pronto ocupó cargos relevantes como tribuno, cónsul, regente de Atenas y legado en Siria. En Roma se ganó el favor del senado y del pueblo, porque pacificó la vida social y política de la ciudad, bajó impuestos, perdonó deudas y mejoró la situación de los menos favorecidos. Levantó varios proyectos, como el templo de Venus y Roma, situado en la esquina del Foro romano, a espaldas del Coliseo. Solo se conservan el ábside y algunas columnas.

Aunque sin duda, las dos construcciones más conocidas de la ciudad son el mausoleo de Adriano, lo que hoy es el Castillo de Saint’Angelo, y el puente del mismo nombre que cruza el rio Tíber. Ambos fueron inaugurados por el propio emperador en 139 d.C. Cerca de la capital, en la ciudad de Tívoli estableció su residencia en una enorme villa con todo tipo de lujos y comodidades. Adriano ordenó construir muchos otros puentes, arcos triunfales, termas, palacios y murallas a lo largo del extenso territorio romano. Además de constructor, fue un Emperador viajero.

Villa de Adriano

Villa de AdrianoUNESCO

Emperador viajero

Pasó 13 años de su gobierno viajando por el Imperio, desde Hispania a Germania, pasando por Britania hasta llegar a las plazas romanas en África y Asia Menor. No lo hizo por placer, era una cuestión de estrategia y propaganda. Recorrió todos sus dominios como una manera de ganar popularidad, ofrecer mejoras económicas y construir nuevos edificios y monumentos que lo recordaran.

En 124 d.C. llegó a Grecia por primera vez, donde asistió a los Misterios de Eleusis, un festival en honor a Deméter y Perséfone. Durante su estancia en Atenas ordenó la construcción en el Ágora romana de una biblioteca, hoy conocida como la Biblioteca de Adriano o de las Cien Columnas, que contenía una extensa colección de libros propiedad del Emperador.

Biblioteca de Adriano

Biblioteca de Adriano

También completó el templo de Zeus Olímpico (Olimpeion) y levantó su propio arco triunfal, que hoy se mantiene en pie. Como buen emperador romano que era erigió un acueducto y rehabilitó el camino para unir las ciudades de Magara y Corinto. Visitó también el oráculo de Delfos dedicado al dios Apolo y la ciudad santuario de Dodona. Su «gira» continuó por Olimpia, Corinto y otras ciudades. Regresaría después a Roma, África y Atenas de nuevo. Incansable, partió hacia regiones mucho más lejanas como Arabia, donde restauró el sepulcro de Pompeyo, Jerusalén, la ciudad de Palmira y la ciudad de Gerasa (actual Jaresh, Jordania). En muchos de esos lugares se edificaron templos, arcos y termas por orden imperial.

Muerte en el Nilo

El Emperador constructor y viajero continuó su recorrido hacia la actual Turquía. En la ciudad romana de Bitinia conoció a Antinno, un joven inteligente que consiguió captar la atención de Adriano por su belleza, y ahí empezó una amistad muy parecida a la de dos amantes. Tal fue la afinidad que en el año 130 d.C. Adriano, su mujer y Antinno realizaron un viaje a Egipto que, sin embargo, acabó en tragedia. Antinno se ahogó en circunstancias desconocidas durante una navegación por el Nilo. La versión oficial, la del emperador, era que había sido un accidente, pero los rumores se extendieron por el Imperio y algunos creyeron que podría tratarse de un asesinato. Fuera como fuese, Antinno murió en el Nilo y Adriano, afectado por su ausencia, ordenó construir en su honor una ciudad a la que llamó Antinoópolis, la única urbe romana de nueva planta en todo Egipto.

Antinoópolis: vista del arco del triunfo del siglo XIX d.C.

Antinoópolis: vista del arco del triunfo del siglo XIX d.C.

La muralla más larga de Europa

El emperador también estuvo en los territorios fronterizos para apoyar a sus legiones y ver con sus propios ojos qué se podía mejorar ante la amenaza de los pueblos bárbaros del norte de Europa. Durmió con sus hombres en los campamentos de Germania, y luchó en la frontera sur contra los mauritanos en la región de Mauritania. Su legado más espectacular a nivel militar fue la construcción del famoso muro Vallum Aelium, en Britania, más conocido como el muro de Adriano. Fue una obra colosal de 117,5 km de largo, con campamentos y torres de vigilancia a lo largo de la muralla, que tenía como objetivo detener las molestas incursiones de los pictos, las tribus celtas del norte de Escocia.

Muro de Adriano

Muro de Adriano

Adriano compendió que la protección de Roma se encontraba en aquellos limes, pero el esplendor estaba en sus ciudades. En la Galia ordenó construir una basílica dedicada a Plotina, la esposa de Trajano, que tanto le había ayudado. Regresó a su tierra, a Itálica, en Hispania, para rejuvenecer los edificios de la ciudad siguiendo el estilo oriental, y ordenó el mantenimiento el famoso puente de Alcántara que levantó Trajano durante su gobierno.

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