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Descubrimiento del estrecho de Magallanes, pintura de Álvaro Casanova

La olvidada pero exitosa expedición de los hermanos Nodal: un nuevo archipiélago descubierto

El Rey Felipe III de España promovió una expedición al sur del continente americano, a la unión de los dos océanos y a reconocer el nuevo paso descubierto que se abría como una alternativa al estrecho de Magallanes

Entre 1615 y 1616 los exploradores y comerciantes holandeses Jacob Le Maire y Willem Schouten realizaron una circunnavegación de la Tierra. Habían descubierto un nuevo paso del Atlántico al Pacífico, que se llama desde entonces el estrecho de Le Maire, y el cabo de Hornos. La noticia llegó pronto a las cortes europeas. En España se dieron cuenta de que su falta de posesión de la Tierra de Fuego y la falta de fortificaciones en los estrechos les impedía controlar el paso de barcos de otras naciones. Desde que se admitiera la doctrina de la libertad de los mares que Grocio, otro holandés, consagró en su obra de 1609, los mares eran de libre navegación y comercio y cualquier nación tenía derecho a usarlos sin impedimentos.

Ante estas circunstancias, el Rey Felipe III de España promovió una expedición al sur del continente americano, a la unión de los dos océanos y a reconocer el nuevo paso descubierto que se abría como una alternativa al estrecho de Magallanes. Se puso al frente de la misma a dos marinos pontevedreses, los hermanos Bartolomé y Gonzalo García de Nodal que fueron conocidos como los Nodales. Con ellos iba el piloto Diego Ramírez de Arellano. Se armaron dos carabelas, la Nuestra Señora de Atocha y Nuestra Señora del Buen Suceso, con cuarenta tripulantes cada una.

La aventura los narraron los hermanos Nodal en su obra Relación del viaje hecho por los capitanes Bartolomé García de Nodal y Gonzalo de Nodal, hermanos, naturales de Pontevedra (Madrid 1621). Mientras que Diego Ramírez escribió Reconocimiento de los estrechos de Magallanes y de San Vicente y algunas cosas curiosas de navegación (Madrid 1621). Los hechos están contados con detalle en primera persona y sirven de base a investigaciones posteriores.

La expedición zarpó de Lisboa el 27 de septiembre de 1618. En esos años Portugal estaba unido a la Corona de España. El 22 de enero del año siguiente llegaron al estrecho de Le Maire, que ellos llamaron de San Vicente. Actualmente San Vicente es solo el nombre de un cabo. Su navegación se dirigió al sur. La relación del viaje, a la que acompañaron un mapa para facilitar navegaciones futuras, señalaba las ensenadas o puertos naturales, la existencia de agua dulce y leña y los indios que avistaron. Todas esas noticias eran de vital importancia en la época.

Vista lejana de las islas de Diego Ramírez

Su ruta hacia el sur los llevó al cabo de Hornos y siguieron hasta donde entonces no había llegado nadie, descubriendo el 10 de febrero unas islas que llamaron de Diego Ramírez en honor del piloto y cosmógrafo del viaje, y el pasaje de Drake. Estas islas pertenecen hoy a Chile que las encuadra en su provincia Antártica. Las islas conservan nombres de relacionados con la expedición: isla Bartolomé, el islote Pontevedra, islote García, la isla Gonzalo y el paso Nodal entre las dos islas más grandes. Luego viraron de nuevo al norte, según el viento les iba favoreciendo la navegación que habían previsto.

La hazaña se completó con un hecho insólito, no perdieron ninguno de los barcos ni de los hombres

La expedición entró en el estrecho de Magallanes de este a oeste y lo volvió a pasar en sentido contrario. Esto era una gran hazaña en esos años, por la dificultad que siempre ha presentado este paso para la navegación. Y la hazaña se completó con un hecho insólito, no perdieron ninguno de los barcos ni de los hombres. No tuvieron enfrentamientos con las poblaciones nativas y la única batalla que libraron fue contra una población de lobos marinos en la isla de Reyes que está dentro de la bahía de Nodales. Mataron a más de cien con arcabuces y hachas. Los lobos se revolvían contra los marineros y «fue la cosa más monstruosa que jamás se pudo ver», según la descripción que hicieron.

El 7 de julio de 1619 llegaron de nuevo a Portugal, a Lagos, y fueron a dar cuenta del resultado al Rey que se hallaba en Lisboa. El éxito del viaje, y el poco tiempo empleado, se debió según explica Javier Oyarzun Iñarra en su obra Expediciones españolas al estrecho de Magallanes y Tierra de Fuego (Madrid 1976), «no solamente a que navegaron con tiempos favorables, sino a sus sobresalientes conocimientos náuticos y a sus dotes de organización y de mando», que evitaron la indisciplina y los habituales motines. Sin embargo de la importancia de los hechos, hay que referirse al escaso eco que tuvieron en su época.

Se ganó en la acción lo que se perdió en el relato, cosa frecuente cuando tratamos las experiencias españolas en América

En palabras del profesor David Rodríguez Couto: «El resultado propagandístico de la expedición de los Nodal fue muy limitado. Las relaciones de viajes de las potencias marítimas rivales gozaron de más difusión en la época gracias a su mayor potencia editorial». Se ganó en la acción lo que se perdió en el relato, cosa frecuente cuando tratamos las experiencias españolas en América.

Estos dos hermanos, excelentes navegantes, habían comenzado muy jóvenes. Bartolomé con 16 años y Gonzalo con 12. Participaron en las campañas de Irlanda e Inglaterra. Participaron en la batalla de las salinas de Araya en 1605. Combatieron en África donde Bartolomé rindió 25 navíos enemigos en La Goleta (Túnez) en 1609 o en La Mamora en 1614. Eran veteranos en los viajes a Indias. Los dos hermanos fallecieron el mismo año de 1622. Bartolomé el 5 de septiembre en el naufragio del Nuestra Señora de Atocha en las costas de Cuba y Gonzalo en otro naufragio en medio del Atlántico en octubre, cuando acudía de nuevo al estrecho de Le Maire para socorrer a algunos colonos españoles sitiados por los araucanos.