Arthur Evans: el 'Indiana Jones inglés' que descubrió el palacio del rey Minos
El fin de los minoicos es un misterio, pero se pudo deber a la explosión volcánica de la cercana isla de Tera, en torno al siglo XV a.C.
Los mitos del pasado siempre tienen parte de realidad. La leyenda hablaba de un minotauro y un rey llamado Minos, que gobernaba una próspera isla del Egeo. Ese lugar era Creta, y muchos autores clásicos habían escrito sobre ese poderoso reino que dominó el territorio en el II milenio a.C. Homero dejó escrito en la Odisea que «Creta es una tierra en medio del ponto, rojo como el vino, hermosa y fértil, rodeada de mar. En ella hay numerosos hombres, innumerables, y noventa ciudades en las que se mezclan unas y otras lenguas».
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A comienzos del siglo XX, muchos estudiosos, entre ellos Heinrich Schliemann, que descubrió la ciudad de Troya, empezaron a investigar las civilizaciones prehelénicas de la isla. Sir Arthur Evans, un reputado arqueólogo inglés, se unió al estudio de aquella civilización. Ya había analizado restos de aquel pueblo, pero su objetivo se centraba en encontrar el mítico palacio principal, la «capital» minoica.
Viajó a Creta y compró la colina de Kafala, porque un anticuario local –Minos Kalokairinus– la había identificado, años atrás, como el lugar original donde podría estar enterrado el edificio. Al año siguiente comenzaron los trabajos arqueológicos. Al poco tiempo aparecieron columnas, paredes y otros restos. Había descubierto el palacio de Cnossos. ¿Por qué tanto interés?
Las excavaciones de Cnossos aportaron información sobre los minoicos y micénicos, considerados las primeras civilizaciones europeas
Pues bien, las excavaciones de Cnossos y otras localizaciones estaban aportando información sobre los minoicos y micénicos, dos pueblos muy prósperos que están considerados como las primeras civilizaciones europeas. En ambos pueblos prehelénicos se fijaron después los griegos para construir su sociedad.
Lo más importante de los minoicos era su palacio, que no era solo un edifico. Era el centro administrativo, arquitectónico y cultural de su sociedad. La organización comercial de estos palacios se conoce con el nombre de «economía palaciega», es decir, toda la vida de la población estaba vinculada al edificio a nivel social, político y religioso.
Los restos del palacio del Minotauro
Las excavaciones de Evans sacaron a la luz la sala central y otra secundaria, la de la esposa del gobernante, de las que parten otras estancias con un desorden laberíntico. Descubrió también unas escaleras que obviamente indican – entre otros indicios – la existencia de un piso superior. Aunque parezca algo normal, era un avance arquitectónico fundamental en aquella época.
En total, el palacio tenía 17.000 metros cuadrados, incluso más contando los dos o tres pisos que pudo tener. Como centro de poder, contaba con unas salas para la recepción de invitados y familiares, en las que aparecieron frescos de animales acuáticos como cangrejos o delfines (datados en época micénica). A nivel artístico, en el yacimiento Evans encontró figurillas y exvotos que permiten conocer mejor los ritos de esos pueblos.
El trabajo del arqueólogo británico no estuvo exento de polémica por los métodos que empleó: repintó algunos frescos del palacio y las columnas, y utilizó cemento para reconstruir otros espacios. Pero en general su trabajo fue esencial para documentar todos los objetos y estructuras que después utilizó para entender los sistemas sociales y políticos por los que se regían los minoicos y micénicos.
La obsesión de Athur Evans por aquel lugar empezó casi desde el principio. En 1908 se fue a vivir a la villa Ariadna en la isla de Iraklion, y los trabajos solo se detuvieron durante la Primera Guerra Mundial, después continuaron hasta 1931. Sir Arthur Evans murió el 11 de julio de 1941 tras una vida dedicada a investigar la cultura cretense prehelénica y su más destacado vestigio: el palacio de Cnossos.
Una sociedad pacífica
Los estudios de Evans y otros arqueólogos han permitido conocer un poco más estos pueblos cretenses que dominaron la región hace 4.000 años. Por un lado, gracias a autores clásicos y restos arqueológicos se ha descubierto que tanto minoicos como micénicos tenían una economía centrada en el intercambio comercial en el Mediterráneo con Egipto y otros territorios.
Evans dedicó gran parte de su tiempo a investigar el lenguaje de ambas civilizaciones, todavía por descifrar
Eran una potencia marítima (talasocracia). Además, ningún núcleo minoico tenía murallas, lo que demuestra que no necesitaban defenderse y, por tanto, que no tendrían enemigos externos aparentes. Evans dedicó gran parte de su tiempo a investigar el lenguaje de ambas civilizaciones, porque se habían encontrado más de 3.000 tablillas de barro con grafías, lo que se llamó el silábico Lineal A, que todavía está por descifrar.
El final de los minoicos sigue siendo un misterio, pero hay varias hipótesis. Una de ellas es que en torno a 1.450 a.C. la erupción de un volcán en Tera, a muchos kilómetros de distancia, destruyó infinidad de edificios y palacios. Una destrucción a gran escala por la que los habitantes supervivientes decidieron marcharse.
Aunque la versión más extendida entre los historiadores es que los micénicos, que ya habitaban la isla hace varios siglos, decidieron imponerse e instauraron su hegemonía en la isla. Era el momento de Micenas, con su muralla ciclópea de los leones y nuevas construcciones que marcaron una nueva era en la isla.