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De izquierda a derecha, la princesa Guillermina, la princesa Beatriz, el príncipe Bernardo, la reina Juliana y el general Henri Koot

Dinastías y poder

El matriarcado holandés de los Orange: ¿de dónde vienen las joyas de Máxima?

Guillermina, Juliana y Beatriz tomaron el timón del Estado junto a unos «consortes reales» de origen alemán a los que les costó aceptar su posición en el organigrama. Su fortuna es de las más importantes de Europa y su joyero digno de admiración

Tres soberanas han llevado la corona de Holanda en el siglo XX. Los Países Bajos tuvieron que lidiar con una ley de sucesión que impedía el ascenso de las mujeres al trono y hacer frente a la pérdida de soberanía sobre Luxemburgo. Guillermina, Juliana y Beatriz tomaron el timón del Estado junto a unos «consortes reales» de origen alemán a los que les costó aceptar su posición en el organigrama. Su fortuna es de las más importantes de Europa y su joyero digno de admiración. Nadie como la argentina, Máxima Zorreguieta para lucir los imponentes rubíes de la dinastía.

La reina Juliana de Holanda celebra aquí su 70 cumpleañosGTRES

En 1890, Guillermina de los Países Bajos se convertía en Reina. Tenía diez años. Su padre, el libertino Guillermo III acababa de fallecer y fue su madre, Emma de Walderk quien asumió la regencia hasta la mayoría de edad de la niña. La muerte sin herederos varones del soberano provocó la separación del gran-ducado de Luxemburgo que quedó en manos de la segunda rama de los Nassau, como un Estado independiente y con un enorme potencial energético.

Países Bajos habían perdido también Bélgica en 1830. Juliana era una niña regordeta y simpática que pronto se dio cuenta que su matrimonio iba a convertirse en una cuestión de Estado. En 1901, tras el visto bueno de su madre y del Parlamento, se casó con el príncipe Enrique de Mecklenburg-Schwerin. La magnífica corraza de oro que luce la real familia cuando se oficializa la apertura de las cortes fue uno de los regalos que recibieron por el casamiento. Se trataba de un matrimonio al gusto de la época, aunque marcado por las dificultades para concebir. Guillermina fuerte de carácter y de aspecto robusto, jamás desatendió sus responsabilidades como puso de manifiesto con su implicación en la Segunda Guerra Bóer. En 1909, tras muchos intentos fallidos, Guillermina daba a luz en La Haya a su única hija, Juliana.

La princesa Juliana conversa con el jefe de escuadrón L.C.M. van Eendenburg, septiembre de 1944Archivo Nacional de Holanda

Guillermina apoyó la neutralidad de Países Bajos en la Primera Guerra Mundial y en los años treinta, con el olfato político que la caracterizaba, intuyó el riesgo que podía suponer para la estabilidad de Europa el ascenso del nacionalsocialismo. Cuando en 1940 Holanda fue ocupada por las tropas nazis, la Familia Real tuvo que exiliarse aunque ella alentó a la resistencia a través de Radio Orange. Regresó al país tras la liberación aclamada, aunque muy decepcionada con el rumbo de la nueva clase política.

Ella, cercana al pueblo y de costumbres populares, no dudó en hacerse ver en bicicleta con sus nietas, tratando de levantar el ánimo de una población minada por la guerra. En septiembre de 1948, después de 58 años en el trono, abdicó a favor de su hija y recuperó el tratamiento de Princesa. En estos años escribió su biografía, En solitario, pero no sola, que aporta muchas claves sobre los acontecimientos políticos de la época y su fuerte personalidad.

Discurso de la Reina Guillermina ante el Congreso de los EE.UU., 1942

La Reina Juliana se había casado en 1937 con el apuesto aristócrata Bernardo de Lippe- Biesterfeld, nacido en Jena y quien hasta ese momento había mostrado ciertas simparías por los movimientos nacionalistas alemanes. Pero eso no impidió que tres años después se enrolase en las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial para ser recordado como un héroe de guerra y uno de los amigos más cercanos del general Montgomery. El matrimonio tuvo cuatro hijas, aunque él se caracterizó por las imprudencias y su unión estuvo salpicada por las infidelidades.

Bernardo asumió su papel de consorte con muchas reticencias pues no pareció dispuesto a quedarse al margen de los beneficios que podía acarrearle su alta posición y se vio implicado en un caso relacionado con la compra de aviones a una empresa norteamericana. También protagonizó un escándalo con una especie de sanadora que se decía capaz de curar la ceguera de la menor de las niñas del matrimonio, la princesa Cristina, provocada por culpa de una rubeola en el embarazo. Pero lo cierto es que durante los años del Reinado de Juliana, Holanda se convirtió en un país próspero, abierto a los cambios sociales y pionero en el proceso de integración europea.

Henck Arron, la Princesa Beatriz y Johan Ferrier durante la ceremonia de independencia de Surinam en 1975.Archivo Nacional de Holanda

Su primogénita, Beatriz, heredó su legado en 1980. Estaba casada con el diplomático Claus von Amsberg, también alemán y que había formado parte de la Fuerza Aérea de la Wehrmacht, lo que tampoco había resultado fácil de digerir para el pueblo holandés. «La voluntad de la princesa ha sido más fuerte que la intransigencia de sus súbditos» llegó a titular el ABC (10 marzo 1966). La pareja tuvo tres hijos, Guillermo Alejandro, Juan Friso y Constantino. Varones que rompían el matriarcado que durante casi un siglo había dejado la corona de Países Bajos en manos femeninas.

Con Beatriz en el trono, Holanda se consolidó como uno de los países más desarrollados de esa Unión Europea que habían contribuido a impulsar y que se había sellado en Maastricht en 1992. En 2002, el príncipe heredero, Guillermo Alejandro, se casaba con la argentina Máxima Zorreguieta, hija de un alto cargo civil de la dictadura de Videla. El padre no pudo asistir el enlace, pero ella estaba fabulosa con un extraordinario Valentino y la tiara de estrellas de brillantes de los Orange. Era sólo el principio en su particular reinado donde, como nadie, el día de su proclamación como soberanos en 2013, lució la histórica tiara de zafiros que en el siglo XIX había sido un regalo de Guillermo III a su esposa. Con ellos terminaba el matriarcado que durante más de cien años llevó a las impetuosas mujeres Orange al trono de Países Bajos. Su heredera, la princesa Amalia ya parece calentar motores.