Fundado en 1910

La reconstrucción facial fue realizada por el artista Oscar Nilsson, quien se basó en análisis genéticos y esqueléticos para su trabajoOscar Nilsson

Reconstruyen el rostro de la única mujer que navegó en el Vasa, el Titanic sueco que se hundió tras su botadura

El análisis genético y la reconstrucción facial revelan a Gertrude, víctima del hundimiento del mayor buque de guerra en el siglo XVII

Corría el año 1628. El Rey Gustavo II Adolfo de Suecia asistía orgulloso a la botadura de una de las joyas de la corona de la Armada sueca, el buque de guerra de nombre Vasa. Fue el barco más caro construido en aquel entonces, en él estaban puestas todas las esperanzas del Rey de construir una flota poderosa, convirtiendo a Suecia en una potencia digna de ese nombre, sobre todo, en aquellos momentos que se estaban en guerra.

El Vasa también fue un proyecto extremadamente ambicioso para el tamaño de barco. Nunca se había construido una embarcación con esas dimensiones: 69 metros de largo y 52,5 metros de alto. Estaba equipado con 64 cañones de una tonelada cada uno, mástiles de 50 metros de altura, con una capacidad para 130 marinos más 300 soldados y decorado con 700 esculturas: tenía que enorgullecer a los súbditos del reino y despertar el miedo a las potencias extranjeras.

El navío VasaWikimedia Commons

Después de tres años de espera, el gran día de su inauguración había llegado. Fue el 10 de agosto de 1628, una multitud se concentró en el puerto de Estocolmo para presenciar aquel célebre momento. Sin embargo, nada más haber elevado anclas –ni siquiera había salido del puerto–, un golpe de viento lo escora violentamente, permitiendo que el agua penetrase masivamente por las portas abiertas de la cubierta inferior. En pocos minutos, el Vasa se hunde ante el estupor de todos los presentes, arrastrando a 30 personas con él.

Tendrían que pasar varios siglos para que un equipo de investigadores consiguiera recuperar el barco en 1961. En su interior descubrieron numerosos huesos humanos, que más tarde fueron examinados por los científicos. Pero ¿quiénes eran estas personas? Lo cierto es que las fuentes escritas solo documentaron el nombre de uno de los treinta tripulantes del navío, así que los esqueletos fueron etiquetados con letras. A uno de ellos se le asignó la letra «G» que tras ser estudiado se catalogó como un hombre. Pero ahora, una investigación ha demostrado que en realidad se trataba de una mujer.

La única mujer a bordo

«Gracias al análisis osteológico se ha podido descubrir mucho sobre estas personas, como su edad, estatura e historial médico. Hace poco, los osteólogos sospecharon que G podía ser mujer, basándose en la pelvis. El análisis del ADN puede revelar aún más», afirmó el Dr. Fred Hocker, director de investigación del Museo Vasa de Estocolmo.

Desde 2004, el Museo Vasa junto con el Departamento de Inmunología, Genética y Patología de la Universidad de Upsala (Suecia) han trabajado para averiguar todo lo posible sobre cada individuo.

«Es muy difícil extraer ADN de huesos que llevan 333 años en el fondo del mar, pero no imposible», comentó Marie Allen, profesora de genética forense y la responsable de dirigir estos trabajos. «Ya hace algunos años –continuó– teníamos indicios de que el esqueleto G no era un hombre, sino una mujer. Sencillamente, no encontramos cromosomas Y en el material genético de G. Pero no podíamos estar seguros y queríamos confirmar el resultado».

Los nuevos análisis demuestran que los restos óseos que al principio se pensó que eran de un hombre (reconstrucción de Gustav, a la derecha) en realidad pertenecieron a una mujer (reconstrucción de Gertrude, a la izquierda)Anneli Karlsson / Museo Vasa, SMTM

Un segundo análisis realizado por la doctora Kimberly Andreaggi, del Laboratorio de Identificación de ADN de las Fuerzas Armadas (AFMES-AFDIL) del Sistema Médico Forense de Delaware (EE.UU.), especializado en pruebas de ADN de restos humanos de personal militar fallecido, pudo confirmar que se trataba de una mujer.

Una mujer con grandes orejas

Cuando todavía se creía que G era un hombre, el artista forense Oscar Nilsson realizó una reconstrucción del aspecto que tendría Gustav, como los arqueólogos lo habían apodado. Pero tras descubrir que en realidad se trataba de una mujer, Nilsson se puso manos a la obra para dar forma a quien ahora recibía el nombre de Gertrud, una mujer de entre 25 y 30 años, con ojos azules, cabello rubio y piel pálida.

Reutilizando la tomografía computarizada y la impresión plástica en 3D del cráneo de G, y basándose en aquellos datos y en las características físicas (edad y peso) de las mujeres escandinavas modernas y del norte de Europa, el forense ha podido determinar el grosor del tejido de Gertrud. De este modo, los datos biométricos guiaron a Nilsson para dar forma y tamaño a la nariz, los ojos y la boca de Gertrude. «Las orejas son más especulativas, pero dependen mucho del tamaño y la superficie del proceso mastoideo situado detrás de las orejas. Un proceso mastoideo grande significa una oreja grande. Y en el caso de Gertrude, ciertamente tiene procesos mastoideos prominentes», ha detallado Nilsson.

El arte de traer el pasado a la vida

Lo más probable es que Gertrud fuese la esposa de uno de los marineros que iba a bordo del buque de guerra. A pesar de querer conservar la misma expresión que consiguió reconstruir con Gustav, el artista forense ha tenido que realizar leves cambios: como la forma de la nariz o el volumen de los labios.

La reconstrucción de Gertrude es una prueba del poder de la ciencia y el arte para traer el pasado a la vida. Como señala Nilsson, «necesitamos entender la historia no solo con nuestra mente e intelecto, sino también con nuestro corazón». La reconstrucción de Gertrude se exhibe en el Museo Vasa en Estocolmo, junto con la reconstrucción del propio navío, donde los visitantes podrán contemplar este hito de la historia.