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Yeltsin el 22 de agosto de 1991

El torpe golpe de Estado que precipitó la caída de la URSS

Vladímir Kryuchkov ordenó a oficiales del KGB un plan de medidas cuyo fin era gestionar el estado de emergencia si se proclamaba en la URSS. El objetivo era deshacer todas las reformas de Gorbachov y volver a la ortodoxia comunista

El KGB libró su última batalla en 1991 para intentar frenar seis años de desastre tras desastre en todos los sentidos: profundización de la crisis socioeconómica con la Perestroika, aparición de disidentes y nacionalistas regionales con la Glasnost y el desfile de nacionalidades, la debacle militar de la salida de Afganistán que hacía ver a su ejército como inefectivo, la reunificación alemana y el accidente de Chernobyl les hizo conscientes de las deficiencias tecnológicas, la mala gestión burocrática y política. Estas catástrofes sentenciaron a la URSS dentro y fuera.

El Tratado de la URSS, según los planes de Gorbachov, iba a sustituir el país por la Unión de Repúblicas Soberanas Soviéticas (continuaría el acrónimo CCCP) aunque en el borrador final se llamaría Unión de Estados Soberanos.

La oposición a todo el programa político de Gorbachov por parte de la línea dura y ortodoxa del ejército, el KGB y del Partido Comunista de la URSS realizó un Golpe de Estado el 19 de agosto de 1991 que fue abortado el 21 del mismo mes tras un fracaso rotundo. Sin embargo todo empezó un año antes, en 1990, y tenía como líder al jefe del servicio secreto soviético Vladímir Kryuchkov. En ese año ordenó a oficiales del KGB un plan de medidas cuyo fin era gestionar el estado de emergencia si se proclamaba en la URSS.

El objeto del golpe era deshacer todas las reformas de Gorbachov y volver a la ortodoxia comunista. En este plan estaban implicados: Dmitri Yázov, ministro de Defensa soviético; Borís Pugo, ministro de Interior; Valentín Pávlov, presidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética; Guennadi Yanáyev, vicepresidente de la Unión Soviética; Oleg Baklánov, subjefe del Consejo de Defensa de la Unión Soviética; Valeri Boldin, jefe del secretariado de Gorbachov; Oleg Shenin, Secretario del Comité Central del PCUS.

Los conjurados pusieron a Gorbachov en el punto de mira y le sometieron a una estrecha vigilancia. La vigilancia hizo que el KGB interceptara comunicaciones entre Mijail Gorbachov, Boris Yeltsin (presidente de la RSS de Rusia) y Nursultán Nazarbáyev (presidente de la RSS de Kazajistán) por la cual Gorbachov pretendía realizar una campaña interna dentro del organigrama de poder para sustituir a elementos de línea dura por otros miembros más liberales y acordes con la nueva política soviética y Kryuchkov era uno de los que iban a ser sustituidos.

Los conspiradores entendían que el nuevo tratado de la URSS significaba la destrucción del estado por lo que se tomaron medidas. Pidieron 250.000 esposas a la fábrica de Pskov, 300.000 formularios de detención y el vaciado de la prisión de Lefórtovo para encerrar a los posibles detenidos, se dobló la paga a los agentes del KGB y a los que estaban de vacaciones se les llamó de urgencia.

Oleg Baklánov, Valeri Boldin, Oleg Shenin y Valentín Varénnikov volaron a Crimea en busca de Gorbachov para obligarle a acabar con el proceso o dimitir en la persona de Gennadi Yanáyev a lo que Gorbachov, en su dacha de vacaciones en Crimea y rodeado de agentes del KGB que habían cortado las comunicaciones de la casa con el exterior, se negó rotundamente.

Guennadi Yanáyev, Valentín Pávlov y Oleg Baklánov tras la vuelta de los conjurados de Crimea a Moscú firmaron la autodenominada «Declaración del Liderazgo Soviético» y ordenaron el toque de queda en algunos lugares de la URSS, especialmente Moscú y San Petersburgo el 19 de agosto, ordenando desplegar tropas pero estas, una vez en la ciudad, se pusieron del lado de los manifestantes con Boris Yeltsin a la cabeza.

La disolución del ejército soviético encendió las antaño regiones comunistas, que se ensangrentaron y dieron lugar a los terribles años noventa

Estados Unidos condenó el golpe, alabó las reformas de Gorbachov y mostró su apoyo a Yeltsin, muy reforzado al defender las instituciones rusas por encima de las soviéticas. Extremadamente importante fue la defensa por parte de Boris Yeltsin de «La Casa Blanca de Rusia» el parlamento de esta República Socialista.

Tras el fracaso del golpe por la oposición del ejército a tomar el poder, la oposición civil y el liderazgo de Yeltsin que estaba horadando abiertamente el liderazgo de Gorbachov el golpe fracasó. Inmediatamente Mijail Gorbachov dimitía y el cargo pasaba a ocuparlo Valentín Ivashko, que dimitía unos días después. Los conjurados fueron detenidos en los sucesivos días, sólo Pugo y su mujer no fueron detenidos porque cometieron suicidio.

Mientras la URSS como tal dejaba de existir Boris Yeltsin ordenó la nacionalización de todos los bienes y archivos de la URSS en su territorio y se declaraba ante la ONU como sucesor de la Unión Soviética para seguir conservando el asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Imágenes de Moscú durante el golpe

Boris Yeltsin, apenas cuatro meses después del golpe, como presidente de la RSS de Rusia junto con Gennadi Burbulis como secretario de Estado de Rusia y Leonid Kravchuk como presidente de la RSS de Ucrania junto con Vitold Fokin como primer ministro de Ucrania y Stanislav Shushkiévich como presidente del Sóviet Supremo de Bielorrusia junto con Viacheslav Kébich, primer ministro de Bielurusia; firmaron el Tratado de Belavezha por el cual, a pesar de que el referéndum votado unos meses antes daba el sí a la continuidad de la URSS por un amplio margen, los líderes de estos países decidieron disolver la Unión Soviética y la sustituyeron por la Comunidad de Estados Independientes.

Con ello desapareció el famoso KGB, reconvertido en una red de diferentes servicios secretos en las antiguas repúblicas ex soviéticas, sólo Bielorrusia mantiene el nombre KGB, en Rusia el servicio secreto heredero es el FSB y el SVR. La disolución del ejército soviético encendió las antaño regiones comunistas, que se ensangrentaron y dieron lugar a los terribles años noventa.