Picotazos de historia
El atentado en la boda de Alfonso XIII podría haber sido muchísimo más grave
La bomba se desvió al dar con el tendido del tranvía, yendo a caer más hacia la parte del público. Veinticinco personas murieron y hubo cerca de un centenar de heridos
En 1931 el comandante Desmond Chapman-Huston y la Infanta de España, Doña Pilar de Baviera, publicaron el libro Alfonso XIII. Un estudio de la monarquía. En el libro ambos relatan sus recuerdos de la boda del Rey de España. Doña Pilar, el día de la boda, apenas tenía quince años de edad y su juventud fue utilizada para solventar un problema de protocolo. El joven Rey Alfonso XIII todavía no tenía herederos por lo que el sucesor inmediato era el hijo de su hermana, la difunta infanta Mercedes casada con Don Carlos de Borbón Dos Sicilias: el Infante Don Alfonso de Borbón Dos Sicilias.
Este infante, que nunca fue nombrado Príncipe de Asturias, tenía a la sazón cuatro años de edad. Era imposible que un niño de tan corta edad permaneciera sentado y sin moverse durante una ceremonia tan larga. Al pobrecillo se le haría una tortura de la que trataría de huir. La Infanta Doña Paz, madre de Doña Pilar, sugirió que se sacara al niño del centro de la ceremonia –donde ocuparía un lugar relevante por su condición de heredero– y se le situara en una de las tribunas, acompañado por su hija, quien cuidaría del niño.
Este suceso, aparentemente anodino y trivial, tuvo importantes consecuencias. Sucedió que el anarquista Mateo Morral pensaba arrojar la bomba contra la real pareja dentro del templo. A tal fin había conseguido una falsa documentación que le acreditaba como periodista. Así, sin la intervención de la Infanta Doña Paz, la tribuna que se destinó para el joven Infante, la princesita alemana y el séquito de ambos, hubiera acogido a los periodistas y Mateo Morral hubiera podido arrojar el artefacto desde allí.
Mateo Morral no pudo entrar y buscó un lugar alternativo en el balcón del cuarto piso del número 88 (hoy 84) de la calle Mayor. La bomba estaba disimulada dentro de un gran ramo de flores. Se trataba de un artefacto de los denominados «Orsini» –invención del revolucionario Felice Orsini para atentar contra Napoleón III–, lo mismo que las que se usaron en los atentados contra el general Martínez Campos en 1893 o en el Liceo de Barcelona.
La bomba se desvió al dar con el tendido del tranvía, yendo a caer más hacia la parte del público. Veinticinco personas murieron y hubo cerca de un centenar de heridos. Un trozo de metralla penetró en la carroza y quedó incrustado en el asiento. Este trozo de metal, en su vuelo, partió uno de los collares que llevaba el Rey (no se ponen de acuerdo si fue el de la orden del Toisón de Oro o el de la Carlos III ) y rasgó su uniforme a la altura del pecho. El trozo de metralla fue extraído y entregado por la Reina María Cristina a la Infanta Doña Paz, quien lo donó a Nuestra Señora de Altotting, patrona de Alemania. En la capilla de Altotting, junto con 28 corazones de diferentes miembros de la familia Wittelsbach, podemos encontrar la placa que contiene el trozo de metralla.
Ahora piensen ustedes lo que hubiera sido si la explosión se hubiera producido dentro del templo, lleno como estaba de jefes de estado, príncipes herederos, ministros de diferentes países, etc.