Fundado en 1910
Vista general del monasterio de Oia

Vista general del monasterio de OyaWikimedia Commons

El monasterio de Oya, testigo de piedra de la historia de España

El hecho de estar en una costa que era visitada frecuentemente por piratas berberiscos, obligó a fortificar su recinto y a hacer que los monjes fueran artilleros

Las biografías de algunos grandes edificios repartidos por la geografía española revelan las pequeñas historias locales que, unidas unas con otras, nos ayudan a tener la visión completa del pasado. Testigos de piedra que vieron sucederse los acontecimientos de la historia nacional. Uno de los edificios más singulares de la costa gallega es el Monasterio cisterciense, hoy secularizado, que se encuentra en la localidad pontevedresa de Oya, entre Bayona y La Guardia, encajado en una estrecha franje de litoral entre el mar y los montes.

Vista aérea del monasterio de Oya

Vista aérea del monasterio de OyaWikimedia Commons

Es un monasterio especial por tener acceso directo al mar que esconde el misterio mismo de su origen. No se sabe con certeza el año de su erección. Algunos aventuran la fundación a la época sueva, quizás en el año 569 por san Martín Dumiense. Otros se lo atribuyen a otro santo portugués, san Fructuoso de Braga. Cualquiera de los dos pudo ser, pero no hay fuentes fiables. Otros, en esta nebulosa originaria, colocan a los templarios en el lugar. Tal vez construcciones precedentes, unas sobre otras. Noticias ciertas, mencionadas en los tumbos y recogidas por Manuel Fernández Rodríguez, hablan de que ya funcionaba en 1137.

Y se mencionan las donaciones hechas por Alfonso VII, quien vuelve a hacer donación de las posesiones reales en los lugares próximos como Mougás, Villadesuso y Pedornes en 1185. En ese año se tiene certeza de que eran los monjes cistercienses bernardos los ocupantes. Donaciones posteriores de algunos monjes extendieron las posesiones a la otra orilla del río Miño, en lo que hoy es Portugal. Desde entonces, las relaciones con ese país fueron fluidas y cuando, se creó el reino, los portugueses favorecieron al monasterio.

El Rey les donó cañones con los que, en 1624, pusieron en fuga una flota turca

El Rey les donó cañones con los que, en 1624, pusieron en fuga una flota turcaReal Monasterio de Oya

El hecho de estar en una costa que era visitada frecuentemente por piratas berberiscos, obligó a fortificar su recinto y a hacer que los monjes fueran artilleros. El Rey les donó cañones con los que, en 1624, pusieron en fuga una flota turca después de haber hundido uno de los bajeles. Hazaña que le procuró nuevos privilegios y donaciones y el título dado por Felipe IV de Real e Imperial Monasterio de Santa María de Oya. La donación de propiedades suponía la pujanza económica y el desarrollo del pueblo que se situó bajo su amparo.

Los monjes contribuyeron también al desarrollo de la comarca abriendo caminos en el monte

Fueron los monjes quienes introdujeron caballos en los montes que lo rodean y que, salvajes, aun hoy en día se pueden ver correr. Y fueron los primeros viticultores de la zona. Y, como señala Ana Paula Leite en su libro Nos dois lados do rio Minho (Vigo 2017), los monjes contribuyeron también al desarrollo de la comarca abriendo caminos en el monte.

Como le ocurrió a cientos de monasterios en toda España, el de Oya sufrió la desamortización que condujo al abandono por parte de los monjes en 1835 y su secularización, salvo la iglesia que se convirtió en parroquia. El resto de los bienes se subastaron pasando a manos privadas y el conjunto de obras de arte y libros fueron desapareciendo.

A principios del siglo XX, el monasterio tuvo una segunda vida religiosa. En 1910 los jesuitas fueron expulsados por tercera vez de Portugal. Los del famoso colegio lisboeta de Campolide, se establecieron en el que tenían los españoles en El Pasaje (La Guardia) ya que estaba vacío por traslado a Vigo del colegio español. Llegaron algunos ilustres frailes para continuar con su labor y, como complemento, arrendaron el monasterio de Oya, donde se estableció un noviciado que fueron ampliando en los años sucesivos con escolasticado y escuela de misioneros.

La familia Bouso adquiere el monasterio por 60.000 pesetas en 1945

La familia Bouso adquiere el monasterio por 60.000 pesetas en 1945Real Monasterio de Oya

La renta la pagaron con las mejoras que hicieron en un edificio que llevaba ya mucho tiempo abandonado. Allí permanecieron hasta el año 1932, fecha en que tuvieron que abandonarlo al ser nacionalizados los bienes de la Compañía de Jesús y decretar su expulsión del territorio nacional. En febrero de 1932 se presentó en el monasterio el gobernador civil comunicándoles la orden de expulsión y la confiscación de los bienes. Se les dio a los frailes tres días para abandonar España y llevarse solo las ropas y enseres personales.

El plazo se aumentó y los jesuitas pudieron recoger también algunos muebles, objetos religiosos, obras de arte y libros. Muchos de los expulsados se refugiaron en el seminario de Tuy hasta que pudieron regresar a Portugal, que ya admitía nuevamente su presencia. Gracias a eso se pudo rehabitar el monasterio de Alpendurada, no lejos de Oporto, hoy convertido en hotel. El resto de los dejado fue objeto de pillaje.

En Oya se hacinaron en los últimos meses de 1937 y los de febrero a mayo de 1939 unos tres mil prisioneros, la mayoría catalanes, valencianos y mallorquines

Ambos edificios, otra vez secularizados, tuvieron un episodio paralelo durante la Guerra Civil y sirvieron de campos de concentración. En Oya se hacinaron en los últimos meses de 1937 y los de febrero a mayo de 1939 unos tres mil prisioneros, la mayoría catalanes, valencianos y mallorquines ya que la guerra se desarrollaba en el este español. Las paredes de los edificios todavía conservan algunas inscripciones hechas por los reclusos. El re cuerdo de estos hechos fue objeto del libro de Fernando J. Costas Goberna, Lorena González Vicente y Lucía Álvarez Caeiro La otra mirada (Vigo 2019).

A partir del final de la Guerra Civil, el conjunto monacal irá pasando de unos propietarios privados a otros con poco uso y una conservación deficiente. En 1969 Mario Camus rodó entre sus muros algunas escenas de la película Esa mujer, protagonizada por Sara Montiel. El futuro de este monumento depende de que su mantenimiento sea compatible con algún modo de explotación económica, y hay proyectos de convertirlo en hotel. O que el Estado lo comprase.

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