El gran crimen otomano contra los cristianos: el genocidio de Sayfo
Las persecuciones se volvieron periódicas e incluso el sultán ayudó a una misión de sacerdotes y monjas protestantes para que dividieran aún más a los cristianos de las llanuras de Nínive, de las regiones de Mesopotamia y el río Orontes
Creemos que el único genocidio que hubo en el siglo XX fue el Holocausto, sin embargo ha habido muchos de ellos a lo largo del que podría ser considerado como el siglo más sangriento de la historia. El de Sayfo es uno de ellos y podemos enmarcarlo en lo que vamos a llamar como «El Gran Crimen Contra los Cristianos». Cuando en el siglo XIX terminó el sistema de los «millet» turcos con las tanzimat (reformas) en el Imperio otomano los pueblos sometidos dejaron de estar enmarcados dentro de las estructuras propias bajo la cual se encontraban desde hacía siglos.
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Estos millet eran básicamente unos fueros étnico-religiosos y las reformas separó a estos pueblos de sus estructuras tradiciones, muchas de ellas se secularizaron creando organizaciones paralelas de corte identitario más allá de la mera estructura religiosa sometida al sultán y pedían democracia, derechos y representación… en algunos casos incluso autonomías o directamente la independencia. Esta secularización no sólo afectó a estos grupos minoritarios sino que también cambió el modelo de visión de la sociedad imperial otomana.
Los antecedentes al «Gran Crimen»
Esto dio inicio a una reacción también: la «turquización islámica» del imperio y una creciente hostilidad hacia los demás grupos no turcos y no musulmanes. Algunos grupos, como los kurdos, siguieron formando parte del elemento de poder regional ya que pese a no ser turcos ni considerarse ellos mismos como tal, el poder de Estambul les consideraba turcos de las montañas y, al ser en su mayoría, musulmanes seguían siendo fiables.
El reinado de este sultán se tradujo en una islamización total del imperio y una política de conversión y turquización o persecución
De hecho durante el reinado del sultán Abdul Hamid II (el último con poderes totales y absolutos) decidió que la ideología del imperio debería ser un modelo de panislamismo autoritario a la turca en la cual el mayor escollo eran los armenios, cosa curiosa porque la propia madre del sultán, Tirimudjian, era una esclava armenia del harén de su padre Abdulmecid I.
El reinado de este sultán se tradujo en una islamización total del imperio y una política de conversión y turquización o persecución por lo que el resto de grupos, perseguidos de forma periódica pero cuya realidad sociopolítica era localista, distando mucho de las políticas de la capital, vieron como de repente perdían su «autonomía» pasando a ser proscritos dentro del imperio y vieron como la situación empeoraba.
Todos estos poderes cristianos hacían dudar a Estambul sobre si tenían un potencial enemigo en casa en los armenios, asirios, griegos o arameos
Mientras antes tenían sus fueros religiosos a cambio de la lealtad al sultán en condición de dimmi, con la turquización otomana se convertían en molestos al ser cristianos y no turcos y además se cuestionaba su lealtad debido a la rampante decadencia del imperio, las injerencias occidentales, la entrada de los británicos en Egipto y el auge ruso por lo que todos estos poderes cristianos hacían dudar a Estambul sobre si tenían un potencial enemigo en casa en los armenios, asirios, griegos o arameos.
Sobre todo un elemento importante en la hostilidad hacia los cristianos se basa en la independencia de Grecia, el auge del poder ruso y la victoria de Moscú en la guerra ruso-turca de 1877-78, unido al avance de los zares en el Cáucaso con la toma de contacto con los armenios, parte de cuya comunidad formaba parte también del Imperio ruso y, desde allí proveían ayuda a sus hermanos bajo dominio turco. Sin contar con el auge del nacionalismo localista, especialmente armenio y la llegada del socialismo desde Alemania.
El decadente deterioro del poder otomano con la entrada de los británicos en Egipto hizo el resto y la hostilidad hacia los cristianos tanto desde las altas esferas políticas como a nivel social se concentró hacia las minorías ancestrales en las regiones mesopotámicas y del levante ya que mientras que crecía el nacionalismo localista también crecía el fanatismo de los habitantes musulmanes del imperio tanto árabes (que también deseaban sacudirse el yugo turco) como de los propios turcos que actuaban contra todos los demás desde su posición de poder.
Las persecuciones se volvieron periódicas e incluso el sultán ayudó a una misión de sacerdotes y monjas protestantes para que dividieran aún más a los cristianos de las llanuras de Nínive, de las regiones de Mesopotamia y el río Orontes.
Los cristianos habían sido mayoría en esas regiones pero no estaban unidos: por un lado estaba (y está) la Iglesia Cristiana Católica Asiria del Oriente, de teología nestoriana y origen en el Cisma Nestoriano (siglo V) que adquirió influencia en la Persia Sasánida tras el Concilio de Seleucia-Ctesifonte y muy vinculados al asirianismo cultural y a la cultura persa; por otro lado estaban (y están) los cristianos de la Iglesia Ortodoxa Siria de Antioquía (monofisitas), separados tras el Cisma de Calcedonia (451) de teología monofisita (como armenios y coptos) y los cristianos de signo niceno-constantinopolitano (católicos romanos e iglesias sui iuri del Oriente y ortodoxos griegos).
Ya entre 1843 y 1846 hubo asesinatos masivos de asirios y arameos en Hakkari por parte de población turca y kurda y en 1894-96 se produjeron las masacres hamidianas que costó la vida de entre 200.000 y 300.000 cristianos, especialmente armenios, arameos y asirios. El origen se debe a las demandas armenias de mayores derechos y democracia a los líderes otomanos y tiene su origen en el levantamiento de Sasun por la determinación de no pagar impuestos al sultán ya que al haber sido pagados entraban en una doble tributación. Esto unido a las injerencias de los partidos socialistas y nacionalistas armenios, que se armaron y atacaron a los turcos hizo que estos movilizaran a las tropas imperiales y a los milicianos tribales kurdas.
Tras varios meses de combates en los que los turcos sufrieron derrotas y las tropas armenias se fueron retirando de las ciudades del cantón de Sasun, los turcos y kurdos tomaron represalias contra la población civil masacrándolos sin piedad y trasladando el foco del conflicto de los combates al castigo colectivo de los armenios y de todos aquellos pueblos donde los armenios se hubieran refugiado, lo que afectó a los asirios de las regiones del centro-este de Anatolia.
La masacre de asirios y arameos de Anatolia
Estos fueron los antecedentes del «Gran Crimen» que se perpetuó entre 1914 y 1925 (en el contexto de la Primera Guerra Mundial, guerra turco-griega y guerra de independencia turca) y es paralela a los del genocidio greco-póntico y armenio, que trataremos en otros artículos. Sin embargo como decíamos arriba el objetivo en la región de la alta Mesopotamia eran los asirios y los arameos de las regiones de Tur-abdín. El genocidio fue llevado a cabo por altos mandos otomanos, paramilitares kurdos y aldeanos musulmanes que atacaban las aldeas cristianas en un proceso de limpieza étnica que costó la vida a unos 250.000 cristianos arameo-asirios de la región y la vació quedando algunos de ellos confinados en bolsas aisladas de difícil acceso hasta hoy en día.
En 1914 se comenzó a poner a la población asiria en entredicho tras la negación de los asirios de unirse al ejército imperial turco en la Primera Guerra Mundial, muchos asirios huyeron a Persia lo que provocó que sus aldeas fueran quemadas por el poder turco. Desde Estambul Talaat Pashá envió un telegrama a Djevdet Bey, gobernador de Van para que desplazara a todos los asirios de la frontera con el Imperio persa hacia las regiones occidentales y así evitar que pudieran ser usados por los persas como aliados (mismo miedo que sentían los turcos hacia los armenios contra Rusia en el Cáucaso). De hecho refugiados asirios contaron a los rusos, tras la toma de Gawar y Bashkale, que los turcos y kurdos habían masacrado a todos los hombres y niños antes de continuar su marcha hacia Siirt y que ellos habían podido huir por las montañas.
El objetivo primario era el desplazamiento masivo de esta población, la destrucción de su cultura y la confiscación de sus bienes
El objetivo primario era el desplazamiento masivo de esta población, la destrucción de su cultura y la confiscación de sus bienes, muchas de estas riquezas acabaron en manos de los asesinos turcos y kurdos que masacraron familias enteras para quedarse con campos y propiedades, riquezas escasas por la constante sangría que sufrían al tener que pagar constantemente la desproporcionada jizia en calidad de dimmi o «protegido». También los terratenientes locales vieron aquí una forma de aumentar su patrimonio. En especial los kurdos, que vislumbraran un posible estado kurdo independiente a principios de los años veinte (Tratado de Sèvres) y vieron la oportunidad de «kurdizar» la región.
Las deportaciones se hacían a pie, con constantes vejaciones, violaciones y asesinatos de hombres, ancianos y niños (testigo presencial de ello el venezolano Rafael Nogales Méndez). Muchas mujeres fueron violadas, convertidas en esclavas sexuales y marcadas (cosa que se sigue produciendo en las regiones que fueron controladas por DAESH o que siguen controladas por Al Qaeda). La deportación genocida y la estampida de los supervivientes hizo que las poblaciones asirias y arameas, de presencia milenaria en la región, desapareciera casi por completo refugiándose en Persia, que les dio buena acogida a pesar de la hostilidad de los turcomanos, azeríes y turcos de Persia pero también en las regiones de los mandatos británicos de Irak y el mandato francés de Siria, de hecho muchos armenios acabaron recalando en el Líbano y aún hoy son una comunidad independiente, como los asirios y arameos en Irak o en Siria.
A día de hoy Turquía sigue sin reconocer el genocidio del «Gran Crimen» que seguiremos analizando aquí, las regiones de la Anatolia central habitadas durante miles de años por arameos y asirios están vacías de ellos y miles de los descendientes de los supervivientes siguen viviendo hoy en las regiones del norte de Irak, Kurdistán iraquí, este de Siria (especialmente Hasakah) y Líbano, muchas veces sometidos a las persecuciones de los turcomanos y yihadistas que siguen campando a sus anchas por esas regiones.
La emigración, sin embargo, es uno de los grandes problemas de la región… si continúan yéndose de ahí la cultura asiria y aramea terminará de desaparecer y se diluirá en los estados donde han emigrado.