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Ribbentrop se despide de Molotov en Berlín, noviembre de 1940Bundesarchiv / Wikimedia Commons

El Pacto Ribbentrop-Mólotov, el comienzo de la noche más larga de la Historia de Europa

El pacto se firmó en Moscú, nueve días antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial

La suerte de una gran parte de los europeos se sumió en las tinieblas en agosto de 1939 y no volvieron a ver la luz hasta medio siglo después, hasta la caída del Muro de Berlín, en noviembre 1989.

Este medio siglo de oscuridad fue culpa de tres hombres, seguramente el triunvirato que, conjuntamente, más daño ha hecho a la humanidad a lo largo de toda su historia: Hitler, Stalin y Roosevelt. Los crímenes de los dos primeros son de sobra conocidos. El crimen del presidente norteamericano (no del pueblo de los Estados Unidos) fue entregar todos los recursos y mucho más a Stalin (y subsidiariamente a sus herederos), no solo para vencer al nazismo en la Segunda Guerra Mundial, sino también para esclavizar al pueblo ruso y a buena parte de la humanidad durante 50 años.

Todo comenzó el 23 de agosto de 1939 con la firma entre la Alemania nazi y la Unión Soviética, que llevaba anejo, de forma secreta, el reparto de Finlandia, Polonia, Repúblicas Bálticas y parte de Europa Oriental entre soviéticos y nazis. El Pacto Ribbentrop-Molotov, precedido por el «Acuerdo de Crédito Germano-Soviético», seguido por el «Tratado Germano-Soviético de Amistad, Cooperación y Demarcación» y conversaciones para una posible entrada de la URSS en el Eje, terminó posibilitando la firma un pacto rubricado por los ministros de Asuntos Exteriores del III Reich Joachim von Ribbentrop y Viacheslav Mólotov de la URSS. El pacto se firmó en Moscú, nueve días antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial.

Firma del pacto. Mólotov está a punto de firmar. Tras él se encuentran Ribbentrop (con los ojos entrecerrados) y Stalin a su izquierda

El tratado contenía cláusulas de no agresión mutua, así como un compromiso para la solución pacífica de las crisis entre ambas naciones mediante consultas mutuas. A esto se unía la voluntad de estrechar vínculos económicos y comerciales mediante acuerdos preferenciales (dado que sus economías eran en alto grado complementarias: capacidad e innovación industrial a cambio de materias primas y alimentos), así como de ayuda recíproca. El acuerdo más importante, de cara a la guerra que iba a comenzar, comprometía a ambas naciones a no entrar en alianzas políticas o militares contrarias al otro firmante, lo cual implicaba en la práctica que la Unión Soviética rechazaría integrarse a cualquier bloque formado contra la Alemania nazi y viceversa.

En la práctica que la Unión Soviética rechazaría integrarse a cualquier bloque formado contra la Alemania nazi y viceversa

El tratado llevaba unido un acuerdo secreto por el que se acordaba el reparto de Polonia entre Berlín y Moscú, estableciéndose la nueva frontera entre ambos aliados en el río Vístula. El protocolo adicional secreto (solo conocido por las máximas autoridades de Moscú y Berlín) determinaba el reparto de la Europa Oriental y Central, fijando los límites de la influencia alemana y soviética mediante mutuo acuerdo, determinando este pacto las reglas para no interferir en sus respectivas zonas de influencia mientras reconocían los intereses de cada firmante sobre los territorios de Europa que se estaban repartiendo a espaldas de los gobiernos legítimos dueños de estos países.

El Pacto establecía que Polonia quedaría como zona de influencia que se repartirían entre ambos. La Unión Soviética lograba que Alemania reconociese Finlandia, Estonia, Letonia y Besarabia como zonas bajo la influencias de Moscú. Lituania pasaba también bajo la tutela comunista, a cambio la Unión Soviética se comprometía a respetar los intereses especiales de Alemania sobre la ciudad de Vilna.

Los efectos del tratado fueron disminuyendo con la creciente hostilidad entre ambos Estados hasta junio de 1941 cuando el régimen nazi decidió invadir la Unión Soviética.

La nueva frontera entre la Alemania nazi y la Unión Soviética de septiembre de 1939 a junio de 1941, en algún lugar del territorio ocupado de Polonia

La noticia de la firma en agosto del 39 cogió por sorpresa a todas las cancillerías europeas, pues pensaban que el radical anticomunismo de Berlín y el antifascismo de Moscú (pregonado y puesto en la práctica en la recién concluida Guerra Civil española donde ambos regímenes se habían enfrentado con las armas en la mano) imposibilitaban cualquier acuerdo. Resultaba incomprensible que dos potencias tan enfrentadas pudieran ponerse de acuerdo en un pacto de no agresión en tan poco tiempo.

En la Italia de Mussolini el rechazo y la sorpresa fue total, pues el fascismo consideraba a los bolcheviques como un enemigo irreconciliable. La España de Franco quedó absolutamente desconcertada. Solamente algunos sectores falangistas argumentaron que este pacto era una añagaza (como de hecho fue) que sólo auguraba la futura aniquilación de los comunistas en Europa por el III Reich.

Resultaba incomprensible que dos potencias tan enfrentadas pudieran ponerse de acuerdo en un pacto de no agresión en tan poco tiempo

Por su parte los comunistas de toda Europa acataron disciplinados las directrices y órdenes de Moscú, de la Komintern, llegando en Francia los comunistas galos a colaborar con los ocupantes alemanes hasta la invasión de la URSS por los carros de combate alemanes en junio de 1941. Los militantes del Partido Comunista Francés rehusaron prestar servicio militar cuando Francia declaró la guerra a Alemania, en septiembre de 1939, acusando al gobierno francés de lanzar una «guerra imperialista», llegando a sabotear el esfuerzo bélico de su propia patria. Una conducta similar adoptaron los comunistas ingleses y los de otros países invadidos por Alemania.

Alemania rompió el acuerdo con la Unión Soviética el 22 de junio de 1941 al invadir el territorio polaco anexado por la Unión Soviética en septiembre de 1939. Así se inició una campaña militar que no terminó hasta mayo de 1945 con la derrota alemana y en la que Roosevelt, aconsejado por su círculo de asesores comunistas (estrechamente vinculados a Moscú como ha demostrado Sean McMeekin en su libro La Guerra de Stalin) armó y prestó suministro y tecnología norteamericana a Stalin sin medida, lo que propicio que, tras la caída de Berlín, los soviéticos se hicieran los dueños de media Europa. En la Europa del Este se pasó del terror a las SS a una situación mucho peor y más duradera bajo la dictadura comunista.

El Pacto Molotov-Ribbentrop (copia alemana)Thoralf Schade / Wikimedia Commons

Los documentos oficiales de la Alemania nazi alusivos al Pacto Mólotov-Ribbentrop, incluyendo el Protocolo Adicional Secreto, fueron encontrados por tropas británicas en archivos abandonados por el III Reich y sacados a la luz pública poco después. Durante la Guerra Fría la política oficial de la Unión Soviética fue negar la existencia de tales «cláusulas secretas» del Pacto y admitir como auténticos sólo los términos referidos a la no agresión mutua. La Unión Soviética calificó como «falsificaciones» los documentos hallados en los archivos alemanes. No fue hasta las grandes manifestaciones denominadas Cadena Báltica, en agosto de 1989 (en su 50º aniversario de la firma), cuando se creó una comisión especial en la Unión Soviética para investigar la existencia de las «cláusulas secretas», cuyas conclusiones fueron afirmativas.

Rusia reconoció que se planificó un «reparto» nazi-soviético de Europa Oriental a través de «zonas de influencia», por lo que condenaron el Pacto

El Gobierno ruso presidido por Gorbachov, en el marco de su política de glásnost (apertura), emitió una declaración oficial admitiendo como verdadero el contenido del en 1989. Rusia reconoció que se planificó un «reparto» nazi-soviético de Europa Oriental a través de «zonas de influencia», por lo que condenaron el Pacto. El 24 de diciembre de 1989, el Congreso de los Diputados del Pueblo de la Unión Soviética condenó la firma del protocolo adicional secreto del Tratado, así como otros documentos secretos firmados entre la Unión Soviética y la Alemania nazi, aunque sin llegar a declarar como «ocupación» la conquista militar soviética de 1940 de las Repúblicas Bálticas.

El 19 de septiembre de 2019, el Parlamento Europeo aprobó la resolución denominada Importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa en la que, entre otras consideraciones, se dice:

«2. Pone de relieve que la Segunda Guerra Mundial, la guerra más devastadora de la historia de Europa, fue el resultado directo del infame Tratado de no Agresión nazi-soviético de 23 de agosto de 1939, también conocido como Pacto Mólotov-Ribbentrop, y sus protocolos secretos, que permitieron a dos regímenes totalitarios, que compartían el objetivo de conquistar el mundo, repartirse Europa en dos zonas de influencia;

3. Recuerda que los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad; recuerda, asimismo, los atroces crímenes del Holocausto perpetrado por el régimen nazi; condena en los términos más enérgicos los actos de agresión, los crímenes contra la humanidad y las violaciones masivas de los derechos humanos perpetrados por los regímenes comunista, nazi y otros regímenes totalitarios».

La resolución fue aprobada con 535 votos a favor, 66 votos en contra y 52 abstenciones. En la resolución no se hizo ninguna mención al Holocausto cometido por los comunistas bajo Stalin y por sus herederos.