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La batalla de Muret tuvo lugar el 12 de septiembre de 1213 cerca de Toulouse, en Francia

Poder o meretriz en la batalla de Muret

El 12 de septiembre de 1213 se inició la batalla de Muret por el dominio de los estados vasallos aragoneses en el sur de Francia, en la que murió el Rey Pedro II

La batalla de Muret fue una excusa para acabar con los cátaros de Occitania y un duro golpe para la Corona de Aragón. Desde principios del siglo XIII el territorio conocido como Occitania estaba dominado por la Iglesia Cátara. Doctrina independiente de la Iglesia Católica, que variaba de esta por no aceptar pagar limosnas a la Iglesia; consideran que el bautizo y la extremaunción eran los únicos sacramentos importantes; y prohibían interpretar las Sagradas Escrituras. Todo esto fue considerado hereje. El Papa Inocencio III publicó una bula por la cual se ordenaba perseguir a los herejes cátaros de Occitania.

Muret es una comuna francesa que se encuentra a unos 20 kilómetros al sur de Toulouse. Aquel 12 de septiembre del 1213 el Rey de la Corona de Aragón y Conde de Barcelona Pedro II el Católico se encontraba en aquella plaza junto a sus aliados Raimundo VI de Tolosa, Bernardo IV de Cominges y Raimundo Roger de Foix. Enfrente tenía a las tropas del Rey Felipe II de Francia al mando de Simón IV de Montfort.

Aunque la batalla era, en parte, para erradicar la herejía de Occitania, la realidad era otra. Los aliados de Pedro II lo estaban ayudando a extender los dominios de la Corona de Aragón en el sur de Francia. En aquel momento contaba con el vasallaje de los condes de Tolosa, Foix y Cominges. Felipe II quería conquistar Occitania para incorporarla a la corona de Francia y Simón IV de Montfort se convirtió en su aliado más fiel. Por eso, después de la batalla pasó a ser duque de Narbona, conde de Tolosa, vizconde de Béziers y vizconde de Carcasona. Lo único que retuvo el futuro Jaime I fue el Señorío de Montpellier, herencia de su madre.

El Rey Jaime I de Aragón

Los hombres de Simón IV sorprendieron, por la tarde, a las tropas de Pedro II. Muret era una ciudad amurallada. Durante esa mañana los atacantes intentaron penetrar por esas murallas, sin conseguirlo. Cansados por el esfuerzo, decidieron retirarse. Fue en aquel momento cuando Simón IV decidió atacar con sus hombres, que no se habían desgastado durante la mañana.

La caballería de Montfort sorprendió a los sitiadores. Una parte de ellos giró a la izquierda. Allí se encontraba Raimundo Roger de Foix. Sus hombres, al final, tuvieron que replegarse ante la fuerza de la caballería francesa. Acto seguido entraron en acción las tropas aragonesas. Como con las de Foix, los aragoneses se vieron superados. Esta vez los franceses no permitieron que se replegaran.

Durante la batalla, Pedro II decidió cambiar su armadura con la de uno de sus hombres. Su intención era enfrentarse a Simón IV como un soldado más y no como un Rey de gran prestigio militar. Por su parte, Simón IV no deseaba otra cosa que acabar con la vida del Rey aragonés. Así se lo comentó y encargó a dos de sus caballeros, Alain de Roucy y Florent de Ville. Roucy luchó al lado del Rey de Francia Felipe II «el augusto» contra el Rey de Inglaterra Ricardo Corazón de León. Perdió y quedó prisionero en Reims. En 1208 formó parte de la cruzada contra la herejía cátara. Por su parte, Ville, según las crónicas, creció y siempre luchó al lado de Roucy. Según la crónica de Baudouin d’Avesnes, antes de la batalla de Muret, juró a Montfort que mataría al Rey de la Corona de Aragón.

«¡El Rey soy yo!»

Durante la batalla cayó el soldado que iba con la armadura de Pedro II muerto al suelo. Ahí estaba Roucy. Al ver lo sucedido, comentó: «Pensé que el Rey era mejor caballero». Pedro II, que estaba cerca, le respondió: «Se trata de uno que no es e Rey. ¡El Rey soy yo!». Acto seguido, Roucy y Ville se le abalanzaron y lo mataron. La muerte de Pedro II se conoció inmediatamente por todo su ejército, que, desmoralizado, empezó a retroceder de forma desordenada. Muchos de los soldados cayeron muertos, aunque huían, en manos de los soldados franceses. La caballería logró huir, quedando en el campo de batalla los caballeros cuya misión era proteger a Pedro II, de los cuales 80 murieron a manos de los enemigos.

Como que Pedro II tenía como objetivo la formación de un poderoso reino aragonés-occitano y, al no tener en cuenta la bula de Inocencio III sobre la herejía cátara, el Papa lo excomulgó. Por eso, en el momento de la muerte los enterraron en los Hospitalarios de Toulouse. En el año 1217 el Papa Honorio III autorizó que sus restos mortales fueran trasladados al Monasterio de Santa María de Sigena (Huesca), siendo enterrado fuera del recinto sagrado. Su hijo, Jaime I, en el Llibre des fets, escribió sobre la muerte de su padre que «y aquí murió nuestro padre, porque así ha acostumbrado a hacerlo siempre nuestro linaje, en las batallas que ellos han hecho o haremos nosotros, vencer o morir».

Los motivos de la batalla, según dejó escrito en Chronique, contenont l’historire de l’expédition des Français contra les Albigeois, Guilhèm de Puèglaurenç, fueron otros. Puèglaurenç comenta que el abad de Saint-Antonin du Pamiers tuvo una conversación con Simón IV de Montfort. Este le mostró una carta de Pedro II dirigida a la esposa de un noble de Toulouse «en que el Rey le hacía saber que había venido a expulsar a los franceses de la tierra sólo por el amor que le profesaba. La carta se la había hecho llegar con toda probabilidad a uno de los sirvientes de la dama, y el conde siempre la llevaba encima como prueba a los ojos de Dios y del mundo de la insensatez de un soberano capaz de oponerse al negocio de Dios, la cruzada, a debido al calentamiento de lujuria producido por una meretriz».

La batalla de Muret tuvo tres consecuencias significativas. Simón IV se ennobleció con los títulos que hemos comentado; Jaime I fue entregado para su educación a los Templarios de Monzón; y Raimundo de Peñafort instauró la Inquisición en la Corona de Aragón para erradicar la herejía cátara.