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El rey Alejandro I de Serbia con su esposa, Draga Mašin (c. 1900)

Dinastías y poder

El macabro asesinato que terminó con la dinastía Obrenovic

En 1903, el Rey Alejandro I y su esposa Draga fueron acribillados a balazos en su dormitorio y sus cuerpos lanzados por el balcón del Palacio Real de Belgrado

En 1903 un macabro crimen cometido contra los reyes de Serbia ponía fin a la dinastía que reinaba desde la independencia del país del Imperio Otomano. Alejandro I y su esposa Draga eran acribillados a balazos en su dormitorio y sus cuerpos lanzados por el balcón del Palacio Real de Belgrado.

¿Qué pudo llevar a este criminal asesinato? Un falso embarazo, numerosos embustes y el odio a la reina provocaron el caos en uno de los estados más inestables de los Balcanes. Nunca una consorte real ha sido tan aborrecida por su pueblo como Draga Maschin. Ni siquiera María Antonieta. Tachada de pérfida, ambiciosa, turbia y estéril consiguió engatusar al joven Alejandro I que cayó rendido ante su proverbial belleza.

El 5 de agosto de 1900 el rey de Serbia se casaba con Draga Maschin en la catedral ortodoxa de San Miguel. El país se había liberado del Imperio Otomano apenas veinte años atrás y era uno de los países más inestables de Europa. A caballo entre la proximidad del Imperio Austro-Húngaro y la ambición proteccionista de los rusos en su idea de creación de una gran nación eslava, no conseguía salir de la situación de pobreza y escaso desarrollo económico en la que vivía.

Draga era por entonces viuda de un acaudalado ingeniero de ascendencia checa que le había dado una vida pésima y por sus venas no corría ni un ápice de sangre real. Además, casi doblaba la edad al joven y apocado rey. Él era hijo de Milán IV y de la reina Natalia. Ella había servido como dama de corte de la soberana. Fue entonces cuando se conocieron. A pesar de la oposición de sus progenitores que vieron escandalizados el romance, decidieron casarse igual. La oposición de la clase política, la aristocracia y el cuerpo de generales fue clara desde el principio. El pueblo, profundamente tradicional, veía en la pareja de su joven rey a una advenediza ansiosa de poder. Pero su hermosura –como leemos en la Prensa de la época– «engendró la pasión fatal que llamó a Alejandro a la perdición» (Caras y Caretas, 6 marzo 1902).

El rey Alejandro I de Serbia con su esposa, Draga Mašin (c. 1900)

Draga tampoco contribuyó a hacerse querer. Los hijos no llegaban y fingió varios embarazos desmentidos por los facultativos. Hasta el zar Nicolás II llegó a enviar una cuna dorada para el futuro heredero. Alejandro puso en marcha una campaña para tratar de conseguir simpatías hacia su esposa, pero todavía fue peor: el nombre de Draga se dio a regimientos, escuelas, pueblos… y su cumpleaños se proclamó fiesta nacional. Pero la dinastía peligraba ante los impulsos autoritarios de Alejandro y su decisión de revocar la Constitución de 1901, que él mismo había jurado.

El clima de odio generado por la pareja era cada día mayor. Un grupo de militares, hastiados de los engaños de la reina y la debilidad sentimental del monarca, orquestaron una sublevación que terminó en tragedia. Parece que únicamente querían forzar su abdicación cuando, en la madrugada del 11 de junio de 1903, un grupo de generales entró envalentonado en el dormitorio real. Alejandro I se rebeló. Les asestaron varias puñaladas: ella murió de inmediato, pero él aún sobrevivía cuando lanzaron los cuerpos por el balcón del Palacio Real de Konak. Se cuenta, incluso, que sus cuerpos fueron descuartizados. Sobre el césped del jardín, desnudos, sangrando, yacían a la vista de los soldados.

Después de varias horas expuestos, trasladaron los cuerpos a una habitación cercana donde los prepararon para un funeral. Muchos semanarios gráficos sacaron sus ediciones con grabados del macabro crimen que fue visto con horror entre las monarquías europeas, aún a pesar de que eran días en los que los atentados sesgaban por doquier las vidas de las testas coronadas. Sissi había sido apuñalada en Ginebra en 1898 y el rey de Italia, Humberto I, tiroteado en Monza en 1900. Pero quizá ninguno tan truculento como aquel.

Fuel el fatal desenlace para los últimos miembros de la dinastía Obrenovic. «Revolución sangrienta», titulaba el diario dinástico La Época (11 junio 1903). Tras la formación de un Gobierno Provisional, Pedro Karageorgevich era proclamado nuevo Rey de Serbia. Con él comenzaba una nueva dinastía que llevará al país hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial.