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El sueño de Tartini de Louis-Léopold Boilly (1824), en la que ilustra el relato de Tartini

Picotazos de historia

El sueño que inspiró la obra maestra del compositor Giuseppe Tartini

El manuscrito de la composición musical parece ser que permaneció en poder de los herederos del maestro y fue adquirido por el violinista y compositor francés Pierre Baillot

El astrónomo Jerome Lalande (1732 – 1807) fue un científico francés que llegó a compilar el catálogo astral más completo de su tiempo con datos sobre casi cincuenta mil estrellas. En 1769 inició la publicación de su Voyage d´un François en Italie dans les annés 1765 y 1766, donde daba una información casi enciclopédica de su viaje por Italia, en apenas ocho tomos que escribiría durante veinte años. Entre la mucha información con la que nos bendice en su escrito, es bien conocida la parte en la que narra su trato con el compositor Giuseppe Tartini (1692 – 1770).

El maestro era muy reconocido por su habilidad en el manejo del violín y por haber tenido una juventud algo revuelta (que contaré en el siguiente artículo). Hoy en día es famoso por una composición de gran belleza y dificultad para interpretarla. Esta pieza, originariamente para dos instrumentos, es una sonata para violín popularmente conocida como El trino del diablo. Lalande, en su diario de viaje, pone en boca del propio Tartini la narración de cómo compuso esta magnífica pieza.

«Una noche, en el año 1713 ( este dato se ha probado falso, por estilo y técnica de la composición es más lógico situarla en torno a 1740) soñé que había hecho un pacto con el diablo a cambio de mi alma. Todo se cumplía según mis deseos pues de ello se encargaba mi nuevo sirviente. Soñé que le daba mi violín para que interpretara algunas hermosas arias, pero cual sería mi asombro cuando escuché una sonata tan singular y hermosa, interpretada con tal arte e inteligencia que no podía concebir nada comparable a ella. Sentí tanta sorpresa, arrobamiento y placer que me quedé sin aliento. Esta sensación me arrancó del sueño. Inmediatamente saqué mi violín de su estuche, esperando recrear los sonidos. Pero en vano. La pieza que escribí entonces puede ser la mejor que haya compuesto jamás pero está muy lejos de la que tanto me había deleitado en mis sueños».

Hay hechos que acompañan a esta historia. Tartini estaba entonces al servicio de la basílica de San Antonio, en Padua, y en ese tiempo lo natural es que a los buenos canónigos no les sentara nada bien que su maestro de música recibiera inspiración del demonio, aunque fuera en sueños. Por otro lado Tartini tenía una personalidad discreta, poco dada a compartir secretos o hacer confidencias. Creó un código secreto para su uso personal que no sería decodificado hasta 1935.

Muchos de sus manuscritos contienen textos codificados, pensamientos o valoraciones ocultas para todos menos para él. Por ello puede parecernos lógico que al final de su vida –murió en 1770–, al encontrarse con un científico extranjero treinta años más joven que él pensara que cualquier confidencia que le hiciera, de hacerse pública, sería tiempo después de su propia muerte, que venteaba cercana. De ser así acertó ya que Lalande no publicó esta historia hasta el año 1788.

El manuscrito de la composición musical –Tartini jamás lo publicó– parece ser que permaneció en poder de los herederos del maestro y fue adquirido por el violinista y compositor francés Pierre Baillot, cuando estuvo estudiando técnicas de violín en Italia. A la vuelta de su estancia publicaría el trino del Diablo en 1791. Hasta ese momento muy pocos conocían la obra y menos aún habían tenido el privilegio de oírlo.