Dinastías y poder
Los amores locos de Carlos II de Rumanía, «Príncipe y burlador de doncellas»
Sus asuntos sentimentales contribuyeron a desestabilizar todavía más la ya de por si complicada Rumanía
Fue un hijo díscolo e irresponsable. Sus asuntos sentimentales contribuyeron a desestabilizar todavía más la ya de por si complicada Rumanía. ¿Pueden los líos de faldas terminar con una monarquía? La respuesta es sí. Carlos II, miembro de la dinastía Hohenzollern, no fue capaz de responder a lo que se esperaba de su posición como heredero. Entró en relaciones morganáticas con Zizi Lambrino, se casó sin amor con la princesa Elena de Grecia y le fue infiel con Magda Lupescu. Luego dejó el trono en manos de su hijo Miguel, de apenas cinco años y cuando quiso recuperar el poder, las fuerzas nazis acechaban las fronteras del país.
Carlos nació en 1893, en el fabuloso castillo de Peles, en la localidad alpina de Sinaia. Era el hijo mayor del apocado Fernando de Rumanía y de la apabullante María de Sajonia-Coburgo, el brazo fuerte de la corona. Su país hacía poco que acababa de liberarse del yugo de los imperios, aunque mantenía serias rivalidades territoriales con Rusia, Austria y las naciones balcánicas.
Lo educaron en Alemania tratando de hacer de él un buen príncipe europeo pero actuaba como un niño dictatorial y consentido que jamás dio muestras de interés por la política. Sus padres se convirtieron en reyes en 1914 y mientras su madre se deslomaba como enfermera en Jassi, capital de Moldavia, tratando de dar aliento a los derrotados soldados del ejército oriental, él se fugaba a Francia con su amante y tenía un hijo. Príncipe y burlador de doncellas, titulaba el semanario Mundo Gráfico (8 septiembre 1920): el heredero, enamora a una noble doncella, la rapta, renuncia al trono y en plena aventura sentimental renuncia al trono y se casa con su amada. Su familia jamás reconoció aquella unión y forzaron su matrimonio con Elena de Grecia, hija del rey Constantino.
La boda se celebró en la catedral metropolitana de Atenas el 10 de marzo de 1921. Su propia suegra, se arrepentirá tiempo después de haber animado este matrimonio. Sus diferentes caracteres y las ligerezas del joven vaticinaban el desastre: aunque tuvieron un hijo, Miguel, se separaron al poco tiempo. Los amoríos de Carol con la cautivante Magda Lupescu y su exhibición pública en los locales más selectos de París y Londres, eran la comidilla de la alta sociedad de la época. El escándalo fue tal, que le obligaron a renunciar a sus derechos al trono si quería mantener su ritmo de desenfreno.
En 1927 moría el rey Fernando I y era proclamado soberano el jovencísimo Miguel. Carlos prefirió las comodidades que ofrecía la Francia de los años 30 antes que las dificultades de un país ortodoxo a medio camino entre la tradición y occidente. Se marchó con su amante pelirroja y dejó el país en manos de un niño de cinco años y de una regencia, que veía con estupor semejante irresponsabilidad. Hay libros muy interesantes sobre esto, entre otros las propias memorias de su madre The Story of my Life, en la que nunca le disculpa, aunque si le critica y también, el estupendo de Hannah Pakula.
En esos años recorrió Europa como un bon vivant pero en 1930, quizá cansado de su pasado vividor, con nostalgia de la Corte y aprovechando el tirón económico que el petróleo proporcionaba a Rumanía, se desdijo de su renuncia y decidió volver. Pero las circunstancias políticas eran todavía más complicadas: el país estaba a punto de entrar en la órbita del Eje. Durante una década, el gobierno despótico de Carlos II puso a Rumanía en una difícil posición estratégica hasta que en 1940 se vio forzado a abandonar el país.
Carlos II, ya en el exilio, trató de refugiarse en España por mediación de sus tíos, los infantes de Orleáns, pero Beatriz de Sajonia-Coburgo –hermana de su madre– se negó a acogerle con su amante, «mujer de ese calibre» –escribe–. Luego marchó a Cuba, México y Brasil para terminar en Portugal, en Estoril, donde disfrutó de la edad dorada de las monarquías en el exilio. Carlos de Rumanía falleció en 1953.
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, Rumanía se convirtió en una república comunista y gran parte de la propaganda se dirigió a desprestigiar a la dinastía que desde 1881, reinaba en el país. Su hijo, Miguel, el niño que había ostentado la corona y había sido destronado tras el final de la II Guerra Mundial, fallecía en Suiza en 2017. Era primo carnal de la reina emérita, doña Sofía.