La guerra de 1948-49 o cómo se consolidó política y militarmente el Estado de Israel
Las sucesivas victorias judías se debieron tanto a su calidad militar como a la división e ineficiencia árabes
El 30 de noviembre de 1947, al día siguiente de la votación de la Organización de Naciones Unidas sobre la partición de Palestina, fuerzas paramilitares judías se enfrentaron a unidades dispersas, pertenecientes, principalmente, a grupos palestinos mal organizados y a voluntarios del Ejército Árabe de Liberación, mientras los británicos, encargados de administrar el país, lo evacuaban. Las fuerzas palestinas fueron derrotadas, varias ciudades mixtas, con la notable excepción de Jerusalén, quedaron bajo el control de las fuerzas judías y entre 350.000 y 400.000 palestinos habían emprendido ya los caminos del éxodo, huyendo de los combates o expulsados de sus aldeas por las fuerzas judías. En parte por la división del bando árabe; en parte por la torpe gestión británica dl mandato que ejercía sobre el territorio desde 1920.
Un escenario que hacía la guerra inevitable. Estalló el 15 de mayo de 1948, al día siguiente de la proclamación del Estado de Israel, realizada por David Ben Gurión, coincidente con el final de la Palestina Mandataria. Se desarrolló en tres fases, cada una interrumpida por frágiles treguas: la primera duró a hasta el 11 de junio, la segunda, desde el 9 al 18 de julio, y la tercera desde el 15 de octubre hasta el 7 de enero de 1949. En la primera, las fuerzas árabes desataron la ofensiva, pero no lograron ningún éxito decisivo contra las defensas israelíes.
Ambas partes sufrieron grandes pérdidas, sobre todo en los alrededores de Jerusalén, y, agotadas, aceptaron la tregua de un mes solicitada por el mediador de la ONU, el conde sueco Folke Bernadotte. Las fuerzas árabes se posicionaron entonces alrededor de las zonas controladas por los israelíes, pero no consiguieron penetrar en ellas ni bloquear Jerusalén.
Ambos bandos aprovecharon la tregua para potenciar sus fuerzas. Los israelíes, que seis meses antes sólo contaban con una fuerza mal equipada de 5.000 hombres, consiguieron hacerlo con mayor eficacia, movilizando en gran medida a la población civil e introduciendo grandes cantidades de armas en el país. Las Fuerzas de Defensa de Israel, por ejemplo, se beneficiaron de un cargamento, procedente de la Checoslovaquia, que resultó ser decisivo. Al final de la tregua, el 10 de julio, se vieron superiores tanto en número de combatientes como en equipamiento, para enfrentarse a unos adversarios divididos política y geográficamente y cuya preparación militar resultó inadecuada.
«A mediados de julio [de 1948]», es decir, después del inicio de la tregua, subraya el historiador Avi Shlaim, «el número de tropas árabes no superaba 25.000, mientras que las Fuerzas de Defensa de Israel superaba los 35.000». En diciembre de 1948, era –siempre según Shlaim– de 94.441. No todo fueron buenas noticias para Israel: Ben Gurión, en contra de la opinión de sus generales, ordenó tres ofensivas contraproducentes en Latrun, cerca de Jerusalén. Por eso, como dijo el general israelí Moshe Carmel, la tregua llegó «como agua del cielo».
Un tiempo corto, pero que el nuevo Estado hebreo supo aprovechar para rediseñar estrategias y, así, lanzar una serie de operaciones que duraron hasta marzo de 1949. Estos éxitos les permitieron hacerse, con carácter definitivo, con el control de toda Galilea, del suroeste de Samaria la mayor parte de la zona costera –la caída de la próspera Haifa fue dramática para el bando árabe–, el oeste de Judea hasta el sector oriental de Jerusalén y, por último, el desierto del Néguev. Es decir, el grueso del territorio actual de Israel. Una victoria, pues, crucial.
En términos estrictamente militares, Pierre Razoux, en Tsahal, nueva historia del Ejército israelí, opta por una perspectiva algo más matizada: señala que la guerra fue principalmente una sucesión de ofensivas y contraofensivas salpicadas por treguas, califica de «media» a la eficacia general israelí; si bien destaca la calidad de su Estado Mayor, la capacidad de movilización y la combatividad de sus soldados. E insiste en las debilidades del bando árabe: movilización floja, subestimación del adversario y falta de municiones.
Otra de las consecuencias de la guerra fue la catástrofe humanitaria: a mediados de abril de 1949, más de 350.000 palestinos ya habían tomado la ruta del éxodo, huyendo de los combates o siendo expulsados de las zonas controladas o conquistadas por Israel. Al mismo tiempo, la situación de los judíos en varios países árabes empeoró a raíz de disturbios o de políticas abiertamente antisemitas, como en Irak, y comenzó la emigración judía desde los países árabes.