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Boda de Carlos Gustavo y Silvia de Suecia en 1976GTRES

Dinastías y poder

¿Qué hacen en Suecia las joyas de Josefina, el gran amor de Napoleón?

En 1818, el gobierno sueco proclamaba Rey a Jean Baptiste Bernadotte y su único hijo, Óscar, se casaba con la nieta de la primera esposa de Napoleón

Todo fue gracias a un mariscal de Napoleón. Bernadotte inauguró una nueva dinastía en Suecia. Sin un ápice de sangre real quiso dignificar una estirpe de origen burgués y plebeyo con una princesa europea que diese abolengo a su descendencia. Por eso su único hijo, Óscar, se casó nada menos que con la nieta de la emperatriz Josefina, la primera esposa de Napoleón y su gran amor. Desde entonces muchas de sus grandiosas alhajas lucen en la cabeza de las princesas suecas: todas del más espectacular estilo imperial.

En 1818, el gobierno sueco proclamaba Rey a Jean Baptiste Bernadotte. ¿Quién iba a decirle a este valiente mariscal de origen gascón, moreno y fornido que un día se convertiría en Rey? Casado desde 1798, con Desiree Clary, la primera novia de Bonaparte y hermana de la reina Julia de España –peculiar pues jamás pisó suelo patrio– había luchado como valiente soldado en los campos de batalla junto a Napoleón. Pero, tras la victoria en Wagram (Austria, 1809) empezó a desconfiar del emperador. ¿Para qué había servido la Revolución? No veía en el corso más que ambición, guerras y despotismo.

Retrato de la familia Bernadotte en 1837 por Fredric WestinMuseo Nacional de Suecia

Por ello, en un clima en el que se repartían tronos y movían fronteras, un grupo de nobles suecos empezó a pensar en Bernadotte como una posibilidad de regeneración para su vetusta monarquía, próxima a extinguirse tras el anciano Carlos XIII. Bernadotte fue el elegido y en 1810, proclamado príncipe de Suecia y Noruega. Luego, el antiguo mariscal se desentendió de sus intereses franceses y decidió aliarse con Wellington en la coalición para combatir en Waterloo a sus antiguos compañeros de armas. Tras la victoria y en plena Europa de Congresos, fueron proclamados reyes de Suecia: el matrimonio reinaría como Carlos Juan XIV y Desideria, comenzando así una nueva dinastía en el país escandinavo.

En Oslo fueron queridos y respetados y en el país escandinavo creció su único hijo Óscar. Pero ¿con quién casar al heredero de una plebeya de Marsella y un simple militar? La mejor opción parecía la de una princesa europea de abolengo: la nieta de Josefina, hija de Eugenio Beauharnais y de Augusta de Baviera, era la indicada. Los Baviera estaban directamente emparentados con los Habsburgo, una de las casas reinantes de mayor rango en la historia de las monarquías. Además, su rama, descendía directamente de los Vasa, la original casa reinante en Suecia de 1523 a 1654. De este modo, los advenedizos Bernadotte conseguiría legitimar el trono. La joven aportaba además una figura gentil y las deslumbrantes joyas que había heredado de su abuela. De ahí que las coronas de camafeos que hoy pertenecen a la Familia Real sueca sean las que un día Napoleón regaló a su adorada emperatriz.

Josefina, reina de Suecia y Noruega (1807-1876), por Axel Nordgren

Josefina y Óscar se casaron por poderes en abril de 1823. Ella llegó a Estocolmo unos meses después y se instalaron en el Palacio de Stadsholmen aunque periódicamente visitaban Oslo. La joven Josefina, bien instruida, se esforzó en aprender el idioma y comenzó a ser apreciada en su país de adopción, sobre todo, desde que consiguió alumbrar cuatro robustos príncipes reales.

Óscar y Josefina accedían al trono en 1844, tras la muerte de Bernadotte. Su reinado fue un periodo de paz y crecimiento económico para el país, durante el cual Josefina ejerció una influencia principal en temas relacionados con la caridad y la reforma penitenciaria. Ambos querían hacer de Suecia un estado de derecho, pero en los festejos y recepciones sus zafiros no dejaban de brillar.

Les sucedió su hijo Carlos XV y muerto sin hijos varones, lo hizo su hermano menor Óscar II. Su esposa, la reina Sofía, abanderada de muchas causas sociales relacionadas con la reforma sanitaria, lucía siempre espectaculares vestidos y las fabulosas joyas heredadas de su suegra. Una figura, leemos en la prensa de la época, de «sólidos relieves». La música y la lectura absorbían gran parte de sus horas. Le sucedió Gustavo V y luego su hijo Gustavo Adolfo VI, abuelo del actual monarca.

Con Carlos Gustavo en el trono desde 1973, de nuevo una plebeya se convertía en reina de Suecia: Silvia Sommerlath pasó de ser azafata, a lucir los zafiros Leuchtenberg, las esmeraldas Bernadotte y la «diadema de la coronación» o diadema Braganza que en el pasado perteneció a la emperatriz Amelia de Brasil, nieta también de Josefina.