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Paseo de Isabel por las calles de San Petersburgo (1903), acuarela de Alexandre Benois

Picotazos de historia

La estafadora que quiso ser zarina de Rusia

Alegaba ser ser la Princesa Isabel, hija de la Emperatriz Isabel I de Rusia y de su favorito el conde Alexei Razumovsky

Nadie sabía su verdadero origen, posiblemente ni ella misma lo supiera, pero su primera aparición documentada la sitúa en la ciudad de Kiel en 1770. Entonces se hacía llamar señorita Frank (un apellido común entre los sefarditas de Alemania, Austria y Polonia) después se mudó a Berlín, donde vivió unos meses. Luego se trasladó a Gante con el nombre de señorita Schell. En todas estas ciudades dejó deudas.

En 1771 estaba establecida en Londres, junto con un comerciante holandés al que arruinó completamente, haciéndose llamar madame de Tremouille y viviendo a lo grande. Agotado el dinero del comerciante y de otros amigos y perseguida por deudas, reaparecerá en París con el nombre de Princesa de Voldomir. Algunos autores transcribieron mal el nombre y por ello también se la conoce como Princesa de Vladimir.

La «Princesa» pronto se hizo con una corte de admiradores a los que sangró de manera inmisericorde, pero sus gastos superaban con exceso cualquier ingreso.

En 1773 tiene que abandonar París perseguida por sus acreedores. En Frankfurt, a punto de ser desahuciada de la vivienda que tenía alquilada, tuvo un golpe de suerte al conocer al conde Felipe Fernando de Limburgo. Este era el cabeza de familia de uno de los muchos linajes soberanos de centro Europa. El conde, que tenía 42 años de edad, cayó subyugado por los muchos atractivos de la estafadora. Empeñado en casarse con ella, a pesar de que la señora gastaba los ingresos del conde como si no hubiera mañana, fue requerida –como prometida del propietario de un feudo dentro del Imperio germánico con derecho de asiento en el Reichtag (Dieta Imperial)– a presentar la documentación que probase su filiación, como era preceptivo. Aquí, en el año 1774, se presenta como súbdita de la Emperatriz Catalina II de Rusia y Princesa de Azov, pero alteró la historia entrando en terreno peligroso.

Envió cartas a diferentes cancillerías y personalidades rusas y polacas. Alegaba ser ser la Princesa Isabel, hija de la Emperatriz Isabel I de Rusia y de su favorito el conde Alexei Razumovsky. Con esta fábula consiguió el apoyo y financiación de un grupo de nobles polacos contrarios al Rey títere de Polonia, Stanislav Poniatovsky, y se embarcó en un viaje de pretensiones y fantasías que la llevará a Venecia y a Ragusa. La impostora estaba cada vez más enloquecida y durante uno de sus arrebatos escribió una carta al general conde Alexei Orlov, entonces aparentemente en desgracia al haber dejado su hermano Grigori Orlov de ser el amante de la soberana rusa. Alexei envió a Catalina la carta que recibió y propuso un diabólico engaño para atrapar a la estafadora que estaba difamando a su soberana.

Orlov escribió a la presunta heredera de la Emperatriz Isabel I declarándose vasallo suyo y dispuesto a encabezar la sublevación al mando de las tropas y flota bajo su mando. Entretanto la enviaba fondos para que se trasladara al puerto de Livorno donde se reuniría con ella.

La falsa princesa, con un séquito de más de sesenta personas, se presentó en la ciudad y no necesitó ser animada a visitar la flota rusa que allí estaba fondeada. Orlov la recibió como a su zarina, derrochó galantería y pasión, tanta que hasta organizó una falsa boda con la estafadora que, por una vez, estaba siendo estafada a su vez. Concluida la comedia fue detenida y las naves levaron anclas llevándola a Rusia.

Fue encerrada en la fortaleza de San Pedro y San Pablo de San Petersburgo. Los médicos que la examinaron diagnosticaron una tuberculosis avanzada que no permitía tener esperanzas. Con todo, la prisionera se empeñaba en mantener su fantasía. Esa ficción era lo único que le quedaba y su perturbada mente se agarró a ella con desesperación.

La conocida como Princesa Tarakanova, de Azov, de Vladimir o Voldomir, hija y heredera de la excelsa emperatriz y autócrata de Todas las Rusias Isabel I, falleció con los pulmones corroídos por la enfermedad el 26 de diciembre de 1775. Esta aventurera fue enterrada en el patio de la fortaleza y al día de hoy su identidad sigue siendo un enigma.