Fundado en 1910

Shimon Peres (izquierda) con Isaac Rabin (centro) y el rey Hussein de Jordania (derecha), antes de firmar el tratado de paz entre Israel y JordaniaGovernment Press Office (Israel)

Wadi Araba, el tratado de paz entre Jordania e Israel, los mejores enemigos de Oriente Próximo

En 2018, el Rey Abdalá de Jordania anunció la ruptura de dos anexos del tratado de Wadi Araba, en los que se permitía a Israel el uso de dos parcelas situadas en territorio jordano, aunque no rescindió el acuerdo de paz firmado en 1994

El 26 de octubre de 1994, reunidos en el valle de Aravá, el primer ministro israelí Isaac Rabin y el Rey Hussein I de Jordania se estrecharon la mano para sellar, con ese gesto, el tratado de paz entre ambas naciones, conocido como Wadi Araba. Como testigo de las negociaciones de aquella firma estuvo presente el presidente norteamericano Bill Clinton. Era la segunda vez en toda la historia del Estado de Israel que conseguían la paz con un país árabe vecino. La primera fue con Egipto en septiembre de 1978, tras unas duras negociaciones en Camp David y la firma de Casa Blanca meses después. La paz entre Jordania e Israel compartió un desenlace similar a la egipcia.

Bill Clinton observa cómo se dan la mano el rey Hussein de Jordania y el primer ministro israelí Isaac RabinGovernment Press Office (Israel)

El tratado israelí-jordano partía del reconocimiento mutuo como naciones soberanas, e incluía 30 puntos que regularían las relaciones pacíficas en el ámbito económico, territorial, cultural y social. Pero sin duda los artículos más importantes del acuerdo eran los relativos a la nueva frontera, la seguridad y la cuestión palestina. En el anexo se incluyeron nuevos mapas que dibujaron una frontera «internacional permanente, segura y reconocida entre Israel y Jordania, sin perjuicio del estatus de cualquier territorio que quedara bajo control del gobierno militar israelí en 1967».

La seguridad fue también un aspecto esencial del tratando, en el que se redactaron medidas para reforzar la lucha conjunta con contra el terrorismo, y detallaba que ambas naciones debían evitar el uso de su territorio por terceras entidades. Esto era una referencia directa a Hamás y Hezbolá. El artículo octavo dedicado a refugiados y personas desplazas por el conflicto palestino comprometía a Israel y Jordania a «mitigar los problemas humanos en la región y resolverlos en los foros apropiados, de conformidad con el derecho internacional».

Además, pretendieron aumentar la cooperación entre ambos países para solucionar los problemas hídricos, y en consecuencia se acordó «la asignación de las aguas de los ríos Jordán y Yarmouk y las aguas subterráneas de Araba/Arava». Por supuesto, la cuestión religiosa también se negoció, e Israel se comprometió a respetar y priorizar el «papel especial del reino hachemita de Jordania en los lugares sagrados musulmanes en Jerusalén», ya que parte de la ciudad estuvo bajo control jordano desde la guerra árabe-israelí de 1948, hasta la guerra de los Seis Días en 1966. Todo apuntaba a una relación próspera y dinámica entre dos viejos enemigos, pero en 1995, tan solo un año después del tratado, Yigal Amir, un extremista israelí de derechas asesinó al primer ministro Rabin, y empezaron los problemas para mantener esta «paz fría», según la denominaron algunos analistas internacionales.

Durante un año la presidencia de Israel la ocupó Shimon Peres, histórico político y Premio de la Paz (fallecido en agosto de 2023). En 1996 se celebraron elecciones que ganó Benjamín Netanyahu, líder del Likud, y durante su gobierno la relaciones con Jordania se enfriaron, aunque continuaron siendo aliados en cuestiones de defensa nacional y terrorismo. La paz perduró, e incluso compartieron alianza con Estados Unidos, aunque las tensiones diplomáticas causadas por incidentes armados y la cuestión palestina nunca dejaron de existir entre los dos «mejores enemigos» de una región inmersa en un conflicto eterno.