Cinco princesas para inspirar a doña Leonor
El Debate recoge algunos de los referentes más cercanos en los que puede mirarse la primogénita de Felipe VI
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¿Qué ejemplos debe seguir Leonor en su camino hacia el trono? No es el único caso de princesa heredera que durante años se prepara para llegar a asumir la jefatura del Estado. Lo natural en la historia es que se mantenga la línea dinástica que fundamenta la Monarquía, pero la realidad es que en Europa unas se convirtieron en reinas casi por casualidad mientras que otras esperaron eternamente como sucesoras una corona que nunca llegó. Estos son algunos de los referentes más cercanos en los que puede mirarse la primogénita de Felipe VI.
Infanta Isabel, «La Chata»
Durante años fue princesa de Asturias, aunque nunca se convirtió en reina. Primogénita de Isabel II de Borbón y hermana de Alfonso XII, nació en Madrid en 1851. Su carácter cercano y castizo, la convirtieron en una personalidad popular y en la mejor «relaciones públicas» de la Familia Real. Culta, amante de los toros, la caza y la hípica, fue una de las primeras mujeres en viajar en automóvil y quiso dotar a su residencia en el Palacio de Quintana, de calefacción, agua caliente y electricidad como símbolo de la modernidad del siglo XX. Viuda desde los veintiún años, se dedicó a servir a la institución que representaba. Cuando en abril de 1931 se proclamó la Segunda República, enferma y mayor, decidió salir del país pues jamás comprendió una España sin Rey. Fallecía en París cuatro días después de su marcha.
Victoria de Inglaterra
Cuando nació en Kensington en 1819, nadie pensó que llegaría a convertirse en la mujer más poderosa del planeta. Era la única hija del duque de Kent pero la muerte de todos sus tíos sin descendencia, la llevaron a convertirse en reina de Inglaterra en el año 1837. Era bajita y amante de la buena mesa, lo que la condenó a dietas continuas durante su juventud. Curiosamente su lengua materna era el alemán y tuvo que trabajar mucho para eliminar el acento germano. Es el símbolo de una era marcada por el puritanismo y el progreso industrial. Fue proclamada emperatriz de la India en 1877 y lideró el todopoderoso Imperio Británico. Apenas llegaba al metro y medio de estatura, pero ceñía la responsabilidad de un Imperio. Transmitió la hemofilia a muchos de sus descendientes. Su muerte en 1901 congregó en Londres al poder político mundial en unos funerales que estuvieron presididos por su hijo Eduardo VII y el mayor de sus nietos, el kaiser Guillermo II. Fue la última monarca de la dinastía Hannover. Su reinado sólo ha sido superado por el de su tataranieta, Isabel II.
Guillermina de Holanda
Apenas tenía diez años cuando se convirtió en Reina, pero su mandato será el más largo de una mujer en el trono holandés. Nació en La Haya en 1880. Era la hija menor de Guillermo III con su segunda esposa, Emma de Walderk, pero la muerte de sus dos hermanos mayores la convertían contra todo pronóstico, en heredera. Cuando apenas tenía diez años y al fallecimiento de su padre fue proclamada reina: su madre, ejerció una Regencia hasta 1898, en un tiempo en el que la expansión industrial de Alemania hizo tambalear los intereses de los Países Bajos.
Mujer de carácter, tomó parte en el conflicto bóer que enfrentó a los colonos neerlandeses frente a los británicos, mantuvo la neutralidad de su país ante la adversidad de la Primera Guerra Mundial y combatió, desde el exilio londinense, las fuerzas de ocupación nazi entre 1940 y 1944. Llegó a ser apodada como el «Churchill con faldas». En septiembre de 1948, después de cincuenta y ocho años en el trono, abdicó a favor de su única hija Juliana y recuperó el tratamiento de princesa de los Países Bajos. Falleció a los 82 años en 1962, en su residencia de Het Loo. En su funeral, todas las mujeres vistieron de blanco.
Carlota de Luxemburgo
Nadie pensaba que su destino estaría al frente del pequeño estado de Luxemburgo. Pero las circunstancias de Europa tras la Gran Guerra la llevaron al trono en 1919. Carlota era la segunda hija de Guillermo IV y de María Ana de Braganza. Nació en 1896 durante el reinado de su abuelo Adolfo, fundador de la dinastía Nassau surgida tras la separación de los Países Bajos. Carlota, al igual que su hermana mayor, María Adelaida, se educó bajo la supervisión católica de su madre y a la espera del nacimiento de un heredero varón que nunca llegó: los soberanos tuvieron seis hijas que provocaron el cambio de la Ley de Sucesión.
El «interés de mi pueblo ante todas las cosas» fue su lema
La primogénita accedió al trono en 1912 aunque como consecuencia de su implicación pro-germana, tuvo que abdicar en Carlota a comienzos de 1919. Desde ese momento la nueva Gran Duquesa se ganó el respeto de los luxemburgueses: combatió desde el exilio la ocupación nazi y a su regreso, capitaneó la reconstrucción de un país devastado tras la batalla de las Ardenas. Ella y su esposo, Feliz de Borbón-Parma, vieron como Luxemburgo se transformaba en un país en expansión económica. Guapa, elegante y amante de los diseños de Lanvin, ha sido una de las soberanas más carismáticas del siglo XX. El «interés de mi pueblo ante todas las cosas» fue su lema.
Isabel de Inglaterra
Es junto a la Reina Victoria, la figura femenina más emblemática del Reino Unido. Al igual que su tatarabuela, no había nacido para reinar, pero el destino la llevó al trono y a convertirse en la más longeva de las soberanas de la historia. Hija de Jorge VI vivió en Inglaterra los años de la Segunda Guerra Mundial. En 1952, mientras se encontraba de viaje institucional en Kenia, le comunicaron la muerte de su padre: Isabel volvía a Londres como Reina.
Tenía veintiséis años y se había convertido en soberana del Reino Unido y los países que integraban la Comunidad de Naciones. Con ella también de riguroso negro, podía verse en el funeral a su madre y a su abuela, la Reina María de Teck. Su coronación apenas unos meses después resultó de una brillantez extraordinaria. Disciplinada y con un férreo sentido de la responsabilidad en el cumplimiento del deber, vivió en primera persona la transformación del Imperio Británico hacia los países de la Commonwealth. Despachó con quince primeros ministros, vivió los problemas del terrorismo del IRA, la guerra de las Malvinas, la entrada en la Unión Europea y el Brexit. Su muerte en 2022 cuando llevaba setenta años en el trono dejó huérfanos a los británicos.